La dictadura redonda
Joan Antoni Guerrero Vall
abril 03, 2014
Televisión Española (TVE) ha decidido abandonar La Habana. Es una
noticia que tanto se la puede tomar de forma positiva como negativa.
Como ciudadano a quien le gusta tener información obtenida en primera
línea, con testimonios directos de la realidad sobre la que se nos
ofrece una información, rechazaría que se prescinda de la figura del
corresponsal que es quien, de poder hacer bien su trabajo, puede
trasladarnos desde un sitio lo que allí acontece, explicarnos los
matices de un contexto y presentarnos las voces que, en conjunto, pueden
ayudar a hacernos una idea de los intereses que hay en juego.
Los corresponsales, junto con otros factores, han mediatizado la idea
que se formaba en nuestros cerebros sobre lo que sucedía en los lugares
desde donde informaban y sobre todo han sido parte fundamental para que
cada cual construyera un relato sobre lo que pasa en un determinado
país, lejano, al que nunca antes había viajado. Porque hay realidades
que conocemos de forma directa, cuando vivimos en ellas, la "realidad
real", y otras que las conocemos por aquello que nos cuentan otros, la
"realidad mediática".
Otra lectura de la marcha de TVE de Cuba puede ser positiva en el
sentido de que los ciudadanos españoles pueden tener ahora la certeza de
que se deja de gastar dinero público en balde, pues mantener una
corresponsalía en un país donde el periodista no puede hacer su trabajo
en condiciones resulta totalmente innecesario.
En los últimos años ha habido una progresiva renuncia de los medios
españoles a informar sobre Cuba de forma directa. Los principales
periódicos del país han abandonado la Isla, como es el caso de La
Vanguardia o El País. De esta manera se ha ido empobreciendo la visión
que los medios españoles ofrecen de lo que sucede en la Isla, que
normalmente no pasa de la reproducción de los cables de las agencias que
se mantienen trabajando allí, en un país en el que, a pesar de no estar
en guerra, marca unas condiciones de trabajo para los peridoistas como
si en realidad lo estuviera.
Rercordar por ejemplo que en 2010, cuando Orlando Zapata Tamayo murió
tras su huelga de hambre, solo periodistas y blogueros independientes
consiguieron acercarnos detalles de lo que sucedía en Banes, la
localidad donde fue enterrado mientras las fuerzas de seguridad del
régimen habían tomado la localidad y el hostigamiento a la disidencia se
intensificaba. No quedaron para la historia de Cuba imágenes registradas
por la prensa de uno de los sucesos que desencadenó una de las mayores
crisis de imagen para la dictadura cubana. De ese momento queda
solamente la grabación telefónica de Radio Martí en comunicación con la
madre del opositor fallecido, Reina Luisa Tamayo, y algunas fotos
tomadas con celuluares y envidadas a través de Twitter.
El gobierno cubano ha llegado a unos niveles de control de la
información sobre Cuba brutales. No solo porque sigue dominando el
ecosistema mediático propio, con los medios bajo su control, con
periodistas totalmente dóciles que olvidaron que su oficio se debe al
interés general y público y no al de un partido o una élite concreta en
el poder. Cuando el periodismo debería ser vocación de servicio público
y herramienta para alcanzar la justicia social, en Cuba se ha convertido
en vocación de servicio al Partido y se convierte en instrumento
orientado a levantar un muro de protección para los que mandan, por muy
mal que lo hagan.
No solo los periodistas propios en la Isla deben adaptar su trabajo a
esta condición, también los periodistas extranjeros que, a pesar de
algún que otro rifirrafe con el régimen, usualmente han combinado una de
cal con otra de arena. Sobre unos y sobre los otros, siempre pende la
espada de Dámocles que el régimen mantiene, encima de las cabezas de
aquellos que trabajan por un bien tran preciado como es la información y
tan fundamental para los propósitos de los jerarcas, que quieren seguir
detentando el poder por la fuerza y con una adecuada política de
comunicación fundamentada en la propaganda favorable a su gobierno. La
dictadura redonda.
Source: La dictadura redonda -
http://www.martinoticias.com/content/la-dictadura-redonda/33667.html
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