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Monday, July 02, 2012

Disponibles

Sociedad

'Disponibles'
Iván García
La Habana 02-07-2012 - 10:05 am.

¿Qué hace una licenciada en contabilidad, despedida a sus 49 años en la
Cuba de Raúl Castro?

Vendedor en calle habanera, marzo de 2012. (REUTERS)

En materia de siglas no hay quien le gane al gobierno de los Castro.
Repasemos algunas. PCC, FMC, CDR, DSE, DTI, MININT, MINFAR, MINED, CTC,
ANAP, ICRT, UNEAC, ICAIC... En cuanto a la jerga oficial, sencillamente,
sitúan el idioma castellano en otra dimensión.

Al robo grosero en tiendas o empresas le llaman "pérdidas" o
"faltantes". Si una tarde el jefe de una obra carga un camión de
baldosas y lo guarda a buen recaudo en el garaje de su casa,
eufemísticamente, el hecho es catalogado como "desvío de recursos".

Los disidentes son "contrarrevolucionarios". Y a los desempleados se les
denomina "excedentes" o "disponibles". Precisamente de ellos queremos
hablar.

Les presento a Gloria, 49 años, licenciada en contabilidad, quien hace
dos semanas engrosó la lista de parados cubanos. Ahora es una de entre
el millón y medio de trabajadores que en un plazo de tres años el
gobierno de Raúl Castro prometió echar a la calle para adelgazar las
voluminosas plantillas estatales.

Cuando se creó la comisión "encargada de estudiar los expedientes de
aquellos compañeros que quedarían disponibles", cuenta Gloria, en su
empresa comenzaron a hacer quinielas.

Nadie se sentía seguro. Los que usualmente inflaban pecho, orgullosos de
haber participado en batallas en la selva africana, también caminaban
cabizbajos y preocupados por los pasillos.

No era mérito suficiente haber gritado ofensas en los actos de repudio
periódicamente armados contra las Damas de Blanco. Tampoco los viejos
diplomas y medallas de calamina que daban fe de la lealtad al régimen.
Ahora lo que importaba eran los intereses de la empresa y en particular
la "idoneidad" (otra vez, la jerga oficial).

Cuando a una mujer como Gloria —que se ha pasado la vida levantándose a
las seis de la mañana, desayunando café sin leche y pan con aceite y
ajo, regresando a las cinco de la tarde a su casa, cenando arroz,
frijoles y lo que aparezca, y dormitando ante las telenovelas de turno—
un tipo con voz engolada le dice que a partir de esa fecha queda
"disponible", el mundo se le viene abajo.

En la soledad de su habitación lloró abatida. Sin aspavientos ni dramas.
A sus 49 años se enfrenta a una realidad para la cual no estaba
preparada. Ganaba un salario mensual de 450 pesos y un incentivo de
27.50 en moneda convertible. Además, diariamente le daban una merienda y
un litro de refresco que vendía en 45 pesos, buscándose 225 pesos extras
cada semana.

Divorciada hace años, Gloria mantuvo sola a su hija, algo habitual en el
escenario cubano. Jamás se robó nada ni falsificó o adulteró cifras o
cuentas bancarias. Pero la empresa fue tajante.

De nada valió la apelación. El dictamen: un mes de sueldo y la opción de
trabajar en una oficina a muchos kilómetros de su casa, sin transporte,
con un salario de 264 pesos y cero estimulo en divisas.

Gloria sacó la calculadora. De aceptarlo, de un golpe perdía 186 pesos y
27 cuc.

Para ella no era poca cosa. Encima, perder tres horas diarias en viajes
de ida y vuelta en un atiborrado ómnibus urbano. ¿Qué hacer?

Entre las opciones, barajó montar un aula para repasarle matemáticas a
niños de primaria, llevarle las finanzas a algún trabajador por cuenta
propia, o sentarse a ver culebrones y dejar que todo se hundiera.

De momento, Gloria no quiere pensar en el futuro. Comenzará a trabajar
en la distante oficina en el mes de agosto. El dinero extra aún no sabe
cómo obtenerlo legalmente. Ya verá.

Una buena contadora puede ser útil para camuflar los robos de burócratas
corruptos. Pero su padre estibador y su madre costurera le inculcaron
honestidad y moralidad. Unos valores a los que Gloria no va renunciar, a
pesar de que se han convertido en un fardo.

Gloria tiene que vivir en una sociedad que ya no le garantiza nada. Y a
la que debe aplaudir. Una cosa le queda claro: no quiere oír hablar de
los hermanos Castro ni de su revolución. Los culpa de su vida gris, de
café sin leche y pan con aceite y ajo.

http://www.diariodecuba.com/cuba/11503-disponibles

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