Wednesday, June 8, 2011 | Por Odelín Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) – ¿Cuántos cubanos han leído o
escuchado la frase, "Naturaleza y revolución"? Lo cierto es que existe y
seguramente se le ocurrió a uno de esos papagayos repetidores de
consignas. La graciosa frasecita está grabada en una valla de madera
situada a la entrada del Parque Nacional Viñales, en la provincia de
Pinar del Río; otro centro de esparcimiento con precios prohibitivos.
En Cuba todo existe "gracias a la revolución"; es como si respiráramos
"gracias a la revolución". Si quisiéramos empalagarnos, bastaría
degustar el ajiaco de consignas revolucionarias en que llevamos medio
siglo sumergidos, donde salud, educación y deportes, entre otras cosas,
se baten siempre con revolución.
Y hablando de "naturaleza y revolución". Nadie me puede ha podido
explicar bien por qué un paquete turístico al Valle de Viñales, para
disfrutar la naturaleza, a través de la empresa turística Isla Azul, de
ida y vuelta el mismo día y con almuerzo incluido, le cuesta al cubano
unos 1.210 pesos (alrededor de 59 dólares), cuando el salario mensual
promedio que nos paga la revolución, dueña de Isla Azul y también de la
naturaleza, anda por debajo de los 500 pesos. El viajecito en guagua a
Pinar del Río representa para la mayoría más de tres meses de trabajo.
¿Cuántos cubanos pueden ahorrar 1.680 pesos (el equivalente a 80
dólares) para pagarse un viaje de Isla Azul a Cayo Santa María, un
centro turístico de la cayería norte de Villa Clara?
El cartelito de Naturaleza y revolución, también podrían ponerlo 100
kilómetros antes del Parque Nacional Viñales, a la entrada del centro
turístico Las Terrazas. Cien pesos, el sueldo de una semana, tiene que
pagar un cubano para que lo dejen entrar en ese lugar, solamente para
observar la exuberante vegetación y la casita donde vivió Polo Montañés.
¿Es justo que hagan trabajar una semana, sólo para ver un pedazo de
nuestra naturaleza?
La naturaleza y la revolución nunca se llevaron bien, mucho ha sufrido
la primera por causa de la segunda. Ahora, para colmo, la segunda nos
cobra por dejarnos ver lo poco que queda de la primera. La revolución no
solo exprime la naturaleza, sino que no invierte un centavo de sus
ganancias en mantenerla. Ni siquiera se molesta en arreglar los caminos
de acceso al Parque Nacional Viñales, el complejo Las Terrazas y cayo
Santa María, todos en deplorables condiciones.
Basta mirar nuestros campos cubiertos de marabú, y nuestros parques
naturales y ecosistemas marinos, para ver el desastre ecológico que es
nuestra isla, gracias a la revolución.
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