La Cuba de los cambios
POCOS, LENTOS Y TARDÍOS, SE SIguen anunciando en Cuba ciertos cambios
frente a la grave situación por la cual atraviesa la isla.
La fortaleza política del régimen, sustentada en un autoritarismo
rampante, tiene su talón de Aquiles en la angustiante crisis económica
que padecen los cubanos. Es así como Raúl Castro avanza en los dos
campos con la liberación de una veintena de presos políticos, así como
la intención de hacerlo con otros 32, mientras que en lo económico
presenta un plan de salvación que resquebraja los cimientos del castrismo.
Cuba viene afrontando una serie de paradojas que no han tenido una
respuesta efectiva. La más obvia es la de mantener un sistema que ya
demostró su fracaso. La imagen heroica de los barbudos entrando en La
Habana a finales de los 50, luego de derrotar la dictadura de Batista, y
los innegables logros sociales que alcanzó la revolución en sus primeros
años, fueron borrados con el codo por un sistema dictatorial. El mismo
que pulverizó la mayor parte de los ideales de libertad por los cuales
sus comandantes se habían levantado en armas. Y de la otrora dependencia
económica de la URSS ahora recibe oxígeno gracias a los petrodólares que
generosamente le hace llegar Venezuela, producto, a su vez, del petróleo
que dicho país, en otra gran contradicción, le vende al "enemigo" común:
Estados Unidos.
En medio de este panorama comienzan algunas reformas. La liberación de
los presos políticos, tras la muerte por su huelga de hambre de Orlando
Zapata, es un claro gesto político que busca suavizar las sanciones
económicas que desde Europa, en especial, se ciernen sobre la isla. En
su reciente discurso ante la Asamblea Nacional, Raúl Castro dijo que "la
revolución puede ser generosa porque es fuerte", cuando sabe muy bien
que este humanitarismo proviene de la debilidad económica y social. De
ahí que la principal medida anunciada es la del gradual "pase a retiro",
al incipiente sector privado, de cerca de un millón de funcionarios
públicos debido al abultamiento de la nómina estatal y a la urgencia de
evitar "enfoques paternalistas que desestimulan la necesidad de
trabajar" y poder así reducir "gastos improductivos". También se pondrá
en práctica un sistema tributario para que quienes pasen a ganarse la
vida "por la libre", como suelen decirle en Cuba a la iniciativa
privada, paguen impuestos y garanticen su seguridad social.
Lo curioso es que la idea ya fue puesta en práctica allí mismo, un par
de décadas atrás, con excelentes resultados, al dejar campo libre a
ciertas iniciativas de producción privada en actividades no tuteladas
por el Estado. Los mercados volvieron a verse surtidos y se abrió la
opción a una cantidad de trabajos menores que mejoraron las condiciones
de vida de los ciudadanos, ante la ineficacia gubernamental.
Paradójicamente, el éxito de la propuesta fue su propio fracaso, dado
que los ortodoxos del régimen, comenzando por Fidel, previendo que este
aperturismo sería la prueba palpable del fracaso de la revolución
desmontaron una exitosa iniciativa que provenía, al parecer, de Raúl
Castro. Es inevitable no hacer la comparación entre los pasos que ahora
da Cuba para rectificar e ir hacia el modelo Chino de autoritarismo en
lo político y aperturismo en lo económico, en comparación con el
Socialismo del Siglo XXI de nuestro vecino Hugo Chávez, que continúa
avanzando a "paso de vencedores" hacia el fracaso cubano.
Un par de semanas atrás Silvio Rodríguez, el ícono cultural de la nueva
trova y quien con su canto ha marcado a más de una generación de
latinoamericanos, ratificó su compromiso político con Cuba. Sin embargo,
no dudó en afirmar que más que revolución lo que se necesitaba era
evolución, en especial en materia económica. No está de más transcribir
sus palabras: "La vida nacional, el país, pide a gritos una revisión de
montones de cosas, de montones de conceptos, hasta instituciones".
http://www.elespectador.com/articulo-219116-cuba-de-los-cambios
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