Lunes 30 de Agosto de 2010 18:00 María Santos, La Habana
La mayoría de las viviendas que se levantan en La Habana por esfuerzos 
privados tienen algo en común: parecen obra de fantasmas.
A medio hacer, de día o de noche, casi siempre se les ve en ausencia de 
constructores y sólo un cartel —muchos con pésima caligrafía sobre 
cartones mugrientos— da fe del permiso de licencia otorgada por el Estado.
"¡Qué quiere usted, si esto es a machetazos!" La respuesta del señor 
González es ríspida, tal como corresponde a un hombre frustrado. Hace 
siete años que levanta su "casita" en un reparto del extrarradio de la 
ciudad. Sala-comedor, baño, dos cuartos y un patio. Todo eso metido en 
apenas veintitantos metros cuadrados. Sus tres hermanos, emigrantes del 
este del país, le "echan una mano cada vez que pueden".
González es un hombre orquesta. "Nunca me ha faltado curralo [trabajo], 
pero la cosa no está fácil".
Zapatero, albañil, pintor de fachadas, electricista empírico, amolador y 
mandadero, son algunos de los oficios para "ganarme cuatro pesos". Su 
esposa, maestra de profesión, abandonó el empleo para lavar y planchar a 
una clientela de Miramar. "Ganaba el doble". Cuando los pedidos 
declinaron, comenzó en el negocio de vendedora a domicilio. 
Especialidad: Sábanas y toallas sustraídas de hilanderías y almacenes. 
Por temor a la policía, no vocea su mercancía.
Día a día, González y su esposa improvisan sus vidas. Son inmigrantes, 
porque "a oriente no llega el progreso". El menor de los hijos permanece 
en Bayamo con su abuela materna. Espera a que sus padres finalmente 
terminen la vivienda para reunificar a la familia. El mayor hace el 
segundo año de servicio militar en La Habana. La pareja, mientras tanto, 
pernocta separada, en casas de parientes. Hace un año, González fue 
preso por comprar materiales en el mercado negro. "Dormí una noche en el 
calabozo. Un chivatazo. Me decomisaron diez sacos de cemento. No tenía 
papeles y tuve que pagar una multa. Eso me atrasó mucho". A veces duerme 
en la obra, sobre un jergón en el piso. Otras paga a alguien el servicio 
de vigilancia. Teme que lo "canibaleen" [le roben].
La contracara del asunto: el Estado
En abril último, el gobierno decretó la flexibilización en el 
otorgamiento de licencias denominadas por esfuerzo propio. "Muchas 
construcciones que no tenían solución ahora puedan encauzar su camino", 
declaró, triunfalista, el director de arquitectura del Instituto 
Nacional de la Vivienda, Roberto Vázquez.
La nueva normativa otorga licencias a los propietarios de terrenos o de 
azoteas, "amparadas por un proyecto" y que "no comprometan la 
estabilidad del edificio", precisó el funcionario.
Se asigna "un nivel de metros cuadrados en correspondencia con el núcleo 
familiar" y, tras obtener el permiso, las personas podrán comenzar las 
obras "automáticamente".
El proceso de solicitud de licencias de construcción para viviendas se 
realiza  en el Departamento de Control Territorial de las Unidades 
Inversionistas, con sedes en los 169 municipios del país.
Durante una gira por el oriente cubano, en enero de 2009, Raúl Castro 
santificó la  autorización de construir casas a partir de acciones 
personales. "No prohibir (...). Y que hagan su casita con lo que 
puedan",  manifestó el General en medio de aplausos.
Hasta hace unos meses, los permisos de construcción se otorgaban a un 
número limitado de casos y tras un largo avatar burocrático. Tal 
política fomentaba la venalidad de funcionarios que vendían los permisos 
y las construcciones ilegales, sobre todo en zonas poco fiscalizadas.
El último informe del Instituto Nacional de la Vivienda precisó que el 
Estado planea edificar cada año hasta 60.000 casas, así como conservar y 
rehabilitar cerca de 500.000 de forma anual hasta 2015. La fuente añadió 
que a partir de 2011, según "la disponibilidad de recursos materiales y 
financieros, comenzarán a incrementarse los niveles de construcción, 
principalmente con esfuerzo propio".
El  propósito es que a tal ritmo, en 2020 los cubanos tengan vivienda 
propia, al menos el 90 por ciento de los necesitados. Los planes 
estatales de construcción de viviendas han venido recortándose año tras 
año, desde que en 2005 se anunció por el entonces vicepresidente Carlos 
Lage un programa de edificar 100.000 viviendas anuales. En 2009 sólo se 
entregaron 20.000 de las 32.000 planificadas.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas, el país reportó un 
descenso de 4.5 por ciento de la actividad de construcción en el primer 
semestre del año, viéndose afectados sectores políticamente estratégicos 
como Educación y Salud.
La ley del dinero
En los mercados de materiales de construcción, conocidos como rastros, 
escasean las ofertas. "No hay cemento, no hay arena, a veces sacan 
bloques o cabillas, pero vuelan", se queja González. "Hay que ser de la 
mafia y yo estoy fuera", alude a las relaciones de clientelismo que se 
implantan en tales almacenes estatales.
En las tiendas en moneda dura, una bolsa de cemento de 50 kilos cuesta 
cerca de 7 CUC, más de la tercera parte del salario promedio en la Isla. 
En el mercado sumergido, similar cantidad, no empacada y previsiblemente 
de menor calidad,  cuesta 4 CUC, o su equivalente en pesos.
"Lo que hay que tener para fabricar en Cuba yo no lo tengo. Plata, mucha 
plata", sentencia este bayamés de 44 años tocado con una desvencijada 
gorra que alguna vez fue blanca. González ha visto como "de la noche a 
la mañana" se construyen  biplantas con todo "de primera" en medio de la 
capital. "¡Y no me digan que tienen todo en regla!", protesta.
De acuerdo con González, el dinero compra el silencio de los inspectores 
y hasta de cierta policía que mira hacia otro lado "cuando llega un 
camión y descarga ladrillos o llega una mezcladora de cemento y con una 
brigada funden placas de treinta o cuarenta metros cuadrados a la cara" 
del vecindario.
"Estoy cansado. Tanto luchar y total para qué. No sé si algún día viviré 
junto a mi familia", dice, sacudiéndose las manos llenas de cal.
http://www.diariodecuba.net/cuba/81-cuba/3027-obra-de-fantasmas.html
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