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Sunday, May 02, 2010

Objetivos e instrumentos

Objetivos e instrumentos
Domingo 02 de Mayo de 2010 12:07 Elias Amor, Valencia

Una cuestión a la que los economistas tratan de dar respuesta pensando
en la eventual desaparición del régimen castrista es la siguiente:
¿tiene futuro la economía cubana?

Los economistas saben que la política económica de éxito es aquella que
establece una relación entre objetivos e instrumentos. Una tarea que no
siempre resulta fácil, y que en el caso de la economía es bastante
compleja, lo que conduce a que las opciones que existen, si cabe, son
más escasas aún.

Una visión positiva

Si se apuesta por una visión positiva del escenario futuro de la
economía cubana, lo cuál no resulta difícil si se parte de un estado tan
deficiente como el actual, la respuesta tendría que identificar aquellos
factores que, por su parte, van a incidir de forma negativa en los
cambios que necesariamente deberán producirse.

La cuestión a resolver es compleja. ¿Pueden los factores contrarios a
los cambios necesarios para dinamizar e impulsar la economía cubana,
llegar a frenar la adopción de las decisiones políticas que se requieren
para impulsar hacia ese nuevo escenario? De hecho así ha ocurrido en los
últimos años, en los que se ha observado una creciente recentralización
de la economía y una vuelta a la ortodoxia planificadora e
intervencionista, cerrando cualquier espacio al desarrollo de la
iniciativa privada y el mercado.

En el medio de ese debate político, el principal perjudicado es el
estado de la economía que, precisamente, demanda un escenario político
estable y bien definido, unas reglas del juego claras y respetadas por
todos para que las decisiones puedan adoptarse dentro de los márgenes de
la racionalidad económica.

Posiblemente ahí residen las dudas e incertidumbres que son uno de los
peores males del proceso de transformación económica, pero que
necesariamente habrá que asumir. Sin embargo, aunque las sombras puedan
impedir ver la salida del túnel, es seguro que la luz existe y lo
importante es orientarse hacia ella con todos los esfuerzos necesarios.

Una primera opción supone pensar en los primeros momentos del nuevo
gobierno democrático que impulse el proceso de transición en la Isla;
imaginar que se han convocado las primeras elecciones democráticas desde
hace más de cinco décadas y una coalición de partidos opositores vence a
los antiguos comunistas.

La segunda opción supone que el régimen permanece inalterado, que los
mecanismos de sucesión han tenido éxito y que el raulismo se afianza en
el poder, desdeñando de las propuestas fidelistas, y abriendo espacios a
una nueva economía, más abierta y competitiva, en la que el sector
privado pueda desempeñar un papel fundamental y el mercado asignar la
mayor parte de los bienes y servicios.

Supongamos que ambos gobiernos han conseguido movilizar el máximo
consenso social en torno al escenario político y parlamentario, con la
estabilidad suficiente para empezar, y adoptar las necesarias reformas
institucionales que son prioritarias. Al mismo tiempo, y a resultas de
una hábil negociación internacional, el nuevo gobierno dispone de
crédito suficiente para desarrollar los cambios económicos.

¿Qué será lo que viene a continuación?

De lo que no cabe duda es que, tanto en un caso como en el otro, el
dirigente político que asuma la responsabilidad de la transición
económica no va a tener mucho tiempo para pensar. Tendrá que actuar con
rapidez y asumir que, a resultas de las decisiones que se tomen, se van
a cometer errores que será preciso rectificar, y aprender de la experiencia.

En definitiva, se trata de recorrer el mayor tramo posible del camino
que separa a Cuba en términos de renta, bienestar y calidad de vida, con
respecto a la media de países del continente, y además hacerlo en el
menor tiempo posible. Terreno sin duda abonado para los errores, pero
terreno en definitiva que supone actuar con responsabilidad y
entendiendo que 11 millones de ciudadanos se merecen un futuro mejor.

El debate social tendrá que orientarse, en tales condiciones, a dos
niveles básicos. De un lado, el conjunto de la sociedad tendrá que
pronunciarse por el tipo de economía a alcanzar. Cuestiones
fundamentales como ¿Qué participación de lo público y privado se quiere
mantener?, ¿qué tipo de sistema fiscal se tendrá que impulsar?, ¿qué
aspectos constitucionales en materia económica resultan fundamentales
para avanzar?, ¿qué vínculos y relaciones internacionales es preciso
atender de forma prioritaria?, ¿qué tipo de función pública será la mas
adecuada para el país?

Se trata de cuestiones de nivel estratégico sobre las que tendrán que
pronunciarse los agentes sociales, el parlamento y en definitiva, las
distintas organizaciones de la sociedad civil que el proceso de
transición vaya dibujando e impulsando. En el caso de la economía
cubana, el objetivo puede ser fijar el nivel de participación del gasto
público en el PIB en torno a la media de América Latina, es decir,
rebajar el actual 52% hasta un 30% en una primera fase, y finalmente
situar ese porcentaje en el entorno del 25% al final del proceso.

El segundo nivel de acción será el día a día, en el que se adopten
decisiones que tienen un mayor impacto social y que resultan
prioritarias para alcanzar ese objetivo de una economía moderna y
competitiva. Algunas de esas medidas son especialmente importantes:
regulación del funcionamiento de los mercados libres,
institucionalización del acceso a los derechos de la propiedad en todas
las actividades productivas, la aprobación de un marco de actuación para
las inversiones públicas prioritarias, creación de instituciones de
nuevo cuño propias de una economía de mercado, normalización de los
procesos de contratación salarial y ejercicio libre de sindicatos de
trabajadores. Todo ello, y mucho más, se acumulará en los primeros
momentos, por lo que definir el orden será muy difícil, sobre todo por
las presiones que puedan emerger de una sociedad depauperada durante
décadas.

Es por ello fundamental alcanzar, antes de comenzar, un acuerdo sobre el
escenario al que se pretende llegar. El diálogo social en lo económico
debe servir de preludio y refuerzo del diálogo político. Las
organizaciones sindicales libres y las corporaciones empresariales deben
definir un modelo de diálogo y negociación que resulte viable,
transparente y eficiente para alcanzar un gran acuerdo, tanto mejor
cuanto más amplio resulte, porque entonces las decisiones que habrá que
adoptar tendrán también el mayor consenso.

El desmantelamiento de un estado totalitario e intervencionista en lo
económico no es tarea fácil, pero si el conjunto de la sociedad forma
parte del proceso de sustitución de un modelo de economía y sociedad por
otro, las cosas pueden resultar más fáciles. Otros procesos de
transición se han basado en consideraciones similares. Por ejemplo, la
transición española fue el resultado de un pacto sobre un nuevo
escenario político de futuro, que dejaba a un lado las condiciones
económicas del momento, por cuanto se estimó que existía margen para
emprender los necesarios cambios políticos. Dos años después, los pactos
de la Moncloa exigían duras medidas de ajuste económico para evitar que
la economía española perdiera los equilibrios básicos de una economía
occidental. Por comparación, en Cuba, el pacto político tiene que ir
acompañado de un pacto económico, lo que supone un doble esfuerzo en la
gestión de los cambios que será necesario adoptar.

¿Qué medidas adoptar?

Vayamos con más detalle al análisis de esas medidas que se requiere
adoptar. No resulta difícil identificar, como primera medida básica, el
reestablecimiento en la Isla de un régimen de libre empresa, de libre
ejercicio profesional basado en derechos de propiedad visibles,
transparentes y, debidamente regulados por el orden constitucional. Si
este escenario no se puede dibujar de forma inmediata, sí que resulta
conveniente que todos los esfuerzos, políticas y gestos se orienten
hacia él, no dejando la mas mínima duda respecto de la dirección y
sentido de la política económica. Sabido es que la economía, para
progresar, necesita un marco legal, político e institucional lo mas
estable posible y cualquiera de los escenarios de futuro de la inmediata
transición en Cuba, dista mucho de ese cuadro estable.

La restauración de la libre empresa debe ir acompañada de medidas de
fuerte impacto vinculadas a la privatización de empresas estatales o en
aquellos casos en que resulte mas difícil, su transformación en empresas
de economía social, cooperativas o fórmulas que permitan a los empleados
no sentirse al margen de su futuro.

De igual modo, habría que impulsar programas generales de formación y
entrenamiento de empresarios y empresarias en toda la Isla, aprovechando
para ello las organizaciones de masas existentes que, previsiblemente,
tendrán que definir un nuevo papel en el nuevo sistema democrático.

La promoción del autoempleo y las pequeñas y medianas empresas debe ser
uno de los ejes básicos del primer gobierno de la transición. Su éxito y
consolidación estará determinado por la consolidación de ese entramado
empresarial. En ese sentido, la creación de una Agencia estatal para la
Pequeña y Mediana Empresa, un Instituto especializado en la promoción y
creación de empresas de economía social y cooperativas, son básicamente
instrumentos que debidamente impulsados en esta primera fase pueden
servir para la reorganización de las asociaciones de masas y su red de
dependencias y establecimientos en la Isla.

De igual modo, Cuba deberá definir con precisión su nueva posición en el
marco global de la economía mundial. Y ello requiere participar
activamente en los procesos de convergencia que a nivel continental se
están desarrollando en los últimos años, pero asumir, igualmente, que la
economía global exige orientar estrategias hacia el resto de
continentes. La especialización productiva, origen de la ventaja
competitiva de las naciones, es algo que históricamente Cuba ha tenido
que definir a golpe de momentos históricos, y previsiblemente ha llegado
otra oportunidad que no se puede perder.

Esta definición en el marco global de la economía debe ir relacionada
con una política de atracción de inversiones hacia los sectores
estratégicos clave que permita a la economía beneficiarse de los
procesos de integración en los que va a participar. Es decir, no se
trata de adoptar una política de masiva atracción de inversiones, porque
ello puede generar tensiones en la balanza de pagos sobre el tipo de
cambio de la moneda que terminen agotando los efectos benéficos de la
competitividad de la economía, un valor a tener en consideración por los
responsables de la política económica.

En ese sentido, apostar por inversiones en sectores que aporten un
rápido crecimiento de la cantidad y calidad de las infraestructuras, y
que se apoyen en la elevada calidad del capital humano de Cuba, parece
ser una opción más que razonable, en concreto, sanidad,
telecomunicaciones, logística, navegación de costa, marinas, y todo
ello, por medio de una política de fomento de las joint ventures que
facilite la transmisión de capital y know how a las nuevas estructuras
económicas de la Isla. La inversión extranjera no necesariamente debe
depender de la existencia de estructuras con las que participar en la
Isla, sino que se debe facilitar a los inversores extranjeros abrir sus
propias empresas en las principales actividades económicas, ante la
falta de este tipo de organizaciones en Cuba.

Por otra parte, habrá que plantearse el sentido de las reformas a
introducir: ¿hacia dónde?, ¿qué hacer? y, ¿cómo hacerlo? En presencia de
mano de obra cualificada y de bajo coste, si bien es cierto que con
reducidos niveles de productividad, existen numerosos sectores hacia los
que se puede diseñar una estrategia de desarrollo que permita avanzar lo
máximo posible en el menor tiempo posible.

El proceso de transferencia tecnológica de los países con un nivel de
desarrollo más elevado hacia países con bajos salarios, supone para la
economía cubana una ventaja competitiva a corto plazo en sectores
intensivos en mano de obra cualificada (informática, nuevas tecnologías,
proceso de información, servicios sanitarios, educativos y sociales,
formación a distancia en internet, etc) que van a ser estudiados
detalladamente por las empresas multinacionales. Utilizar a Cuba como
plataforma para el idioma castellano a nivel mundial de las principales
empresas de software y comunicación parece, a la luz de estos datos, una
posibilidad ciertamente próxima, y no hace falta situar ejemplos
recientes como los informáticos en India o Pakistán para comprobar las
consecuencias de este tipo de estrategias globales.

La idea de adoptar, previsiblemente, como primera medida de política
económica en ese gobierno de transición, la supresión de las libretas de
racionamiento, y apostar por un rápido abastecimiento de alimentos y
vestido para la población tropieza, por ejemplo, con la ausencia de un
sector de distribución logística y de comercio minorista que es el
origen de las redes sociales que sustentan una economía de mercado. Es
ahí donde la apuesta por la rápida extensión de prácticas comerciales se
convierte en una necesidad imperiosa. La aparición de empresas privadas
en la distribución comercial va a suponer un notable aumento de la
demanda de trabajo, así como una implantación progresiva del régimen de
franquicias permitirá iniciar actividades de distribución minorista con
una notable rapidez y existe una amplia experiencia sobre técnicas de
gestión y organización desde las casas matrices que puede servir para su
implantación rápida en suelo cubano.

Muchos exiliados van a apostar por esta modalidad como forma de regreso
a la Isla, aunque cabe esperar, igualmente, una fuerte participación de
extranjeros vinculados al desarrollo del turismo. Empresas de viajes,
alquileres de autos, restauración, cafeterías, tiendas de moda,
conforman una red amplia de actividades para su desarrollo en el tiempo
más corto posible. La obtención de créditos en condiciones ventajosas, o
préstamos de iniciativa personal deberá ser una línea de acción para
conseguir la participación del máximo número posible de emprendedores,
teniendo en cuenta que en la Isla el comercio es prácticamente
inexistente para un mercado actual de 11 millones de consumidores.

Sectores de futuro

El nuevo gobierno deberá identificar una serie de sectores de futuro
para los que la geopolítica y los recursos humanos de Cuba resultan los
más adecuados. Aquí estarían, en primer lugar, Turismo, Biotecnología,
Níquel, Tabaco y Azúcar, como principales renglones de la orientación al
exterior de la economía. Todos estos sectores de actividad ya se
encuentran funcionando en la Isla, por lo que su dirección hacia el
mercado y la rentabilidad debe ser uno de los primeros pasos de la nueva
estrategia.

El turismo va a exigir, si se quiere alcanzar la cifra de 15 millones en
2020, la adopción de una serie de medidas estructurales que fomenten,
por un lado, el acceso de nuevos mercados con un poder adquisitivo más
elevado, y el mantenimiento de una cierta fidelidad de los consumidores.
Conocido es que el sector turístico cubano viene creciendo en los
últimos años por su competencia para atraer nuevos clientes, pero la
tasa de fidelidad, sobre todo en los segmentos más atractivos del
mercado, es muy baja. Actuaciones como el fomento de nuevas
infraestructuras turísticas (de esparcimiento, de restauración, de
tiendas, bares, cafeterías, etc), formación al personal que trabaja en
el sector, creación de una red de oficinas en el exterior para la
promoción del turismo y apertura al mercado norteamericano, son, qué
duda cabe, las principales medidas a adoptar para dar salida al sector.

La biotecnología tiene que ser uno de los sectores de mayor futuro si se
piensa en términos del binomio capital humano elevado de bajo coste. La
posible entrada de las empresas farmacéuticas norteamericanas, la
apertura de centros de I+D vinculados a las multinacionales del sector,
la apuesta por una investigación de base sólida y con una clara
orientación al mercado, deben situar a Cuba entre las primeras potencias
del mundo en 2020.

El cultivo del tabaco, al igual que otras producciones agrícolas
abandonadas, como los productos tropicales o el azúcar, se verá
transformado por el nuevo régimen de propiedad privada de la tierra, con
la entrada de los productores mundiales y las empresas de distribución
en los principales sectores. La agrotecnología cubana, entregada
gratuitamente durante décadas a otros países, se tiene que orientar
hacia la producción nacional para mejorar la productividad, al tiempo
que el incremento en el nivel de utilización de las tierras disponibles,
facilita un cierto auge de la producción extensiva. Para suplir la
necesidad de mano de obra en el campo, podría ser interesante incentivar
el regreso al campo, sobre todo de los cubanos jóvenes, aunque no habrá
que perder de vista que la mecanización agrícola es una tendencia general.

Mucho se ha debatido la posibilidad de recuperar el cultivo y
explotación del azúcar en gran escala en Cuba. La decisión no es fácil.
Cierto es que la decisión adoptada por Fidel Castro de cerrar el sector
en 2003 ha sido más negativa que positiva, por cuanto no ha sido posible
obtener provecho del aumento en los precios del azúcar en los mercados
mundiales. Conviene recordar el estado de obsolescencia de la mayor
parte de ingenios azucareros, la dificultad para canalizar mano de obra
en un mercado libre y sobre todo, la pérdida de posiciones del azúcar
cubano en los mercados mundiales. En cualquier caso, la recuperación de
la producción azucarera podría ser canalizada a la inversión extranjera.

Nuevas actividades

Formulada esta apuesta por los sectores motores principales, a
continuación, hay que ir sentando las bases para la aparición y
consolidación de nuevas actividades que pueden dar a la Isla un fuerte
empuje y dinamismo económico a medio plazo. Las universidades cubanas y
los centros educativos, escuelas de ingeniería y centros de formación
pueden orientarse al mercado y dedicar sus recursos a la investigación y
desarrollo en una amplia gama de sectores y actividades. Las
multinacionales podrán empezar a comprobar que vale la pena encargar a
científicos cubanos determinados proyectos de desarrollo que, con bajo
coste relativo, producirán resultados inesperados.

Los grandes proyectos de ocio y tiempo libre que se planifican con un
horizonte de cuatro a cinco años pueden tener en la Isla una referencia
básica para su concreción en el menor tiempo posible y aprovecharse del
auge del turismo de calidad por el que se debe apostar desde el primer
momento. Parques temáticos, ciudades de ocio y tiempo libre, parques de
atracciones, todo un nuevo escenario vinculado a la diversión en el que
los cubanos podrán también disfrutar en pie de igualdad con los
extranjeros. El clima ayuda de forma notable.

La potencia deportiva que es Cuba puede servir para generar importantes
recursos no sólo en el deporte profesional, sino a través del patrocinio
que es uno de los grandes sectores de la economía global. Además, los
centros de entrenamiento y de formación deportiva de la Isla pueden
orientarse al mercado suministrando servicios a otros países que
carezcan de los mismos.

Otro tanto cabe afirmar de la música, una de las actividades que debe
experimentar un mayor auge en la Isla gracias a su definitiva
orientación al mercado. La realización de conciertos internacionales de
música cubana, y la llegada masiva de las empresas discográficas va a
generar un importante auge de actividad privada hasta la fecha muy
controlada y limitada en su expansión.

Deporte, música, espectáculos, ocio van a generar una fuerte presión
hacia el desarrollo de empresas de comunicación en los medios
tradicionales, prensa, radio y televisión, que deben romper los
monopolios existentes, así como en la nueva sociedad abierta en la red
de redes, donde el espacio de atención a los millones de hablantes en
español en toda América Latina favorece este tipo de iniciativas.

Vinculado al turismo residencial y el desarrollo de ciudades de descanso
para la tercera edad, nacerá todo un sector que tiene en Cuba una fuente
importante de mano de obra especializada, y que tiene que ver con el
cuidado de los ancianos en residencias y centros. La llegada a la Isla
de los exiliados que disfrutarán en suelo cubano de los últimos años de
su vida después de haber acumulado importantes planes de pensiones en
los países de residencia, va a permitir el desarrollo de iniciativas en
este sector, que desbordarán las dimensiones actuales, por cuanto van a
fomentar el nacimiento de actividades directamente relacionadas con este
sector social. Aquí, una vez más, el elevado capital humano, de bajo
coste, que existe en la Isla va a convertirse en un poderoso estímulo
para la creación de empresas especializadas en los más diversos
tratamientos geriátricos con tecnología cubana exportable.

La medicina, la sanidad y la educación orientados al mercado van a
servir, igualmente, para generar recursos en la economía privada a
través del ejercicio de la libre profesión y la libre empresa, aunque
prosperarán en estos sectores las empresas de economía social, las
cooperativas de trabajo asociado que se dispersarán rápidamente por la
Isla a partir de las empresas estatales existentes.

En el sector de los servicios sociales, Cuba tiene igualmente un gran
camino recorrido gracias a la existencia de una población muy
cualificada, de modo que existen grandes perspectivas de desarrollo en
estas actividades en el tratamiento de todo tipo de problemas relativos
a la intervención social que, con el actual proceso de globalización,
beneficiará notablemente a la Isla.

Las actividades agrícolas ganarán rápidamente cuota de mercado, como
consecuencia de la privatización de las tierras y la necesidad de
alimentar a amplios sectores de la población, si bien el tradicional
componente importador de la economía cubana seguirá siendo un lastre
para el comercio exterior. Sin embargo, sería deseable que el nuevo
gobierno apostara por un determinado tipo de agricultura ecológica, con
actividades ecosostenibles que no deterioren en principal patrimonio de
la Isla que es su naturaleza, su medio ambiente. En ese sentido, las
actividades industriales existentes deberán ser sometidas a controles
rigurosos para evitar el deterioro atmosférico o la contaminación de los
recursos hidráulicos o de los suelos. La apuesta por un modelo
sostenible de desarrollo debe ser una prioridad del gobierno si se desea
progresar con el resto de actividades antes referidas.

La construcción de viviendas e instalaciones tiene un campo formidable
de desarrollo en Cuba. La recuperación de los edificios deteriorados por
la parsimonia del régimen debe ser una prioridad, fomentando la
instalación de empresas multinacionales, centros de servicios, y
cualquier otro tipo de actividad productiva que garantice el
mantenimiento y conservación de los mismos. Experiencias de
rehabilitación de centros urbanos deberán ser trasladadas a la Isla, y
para ello habría que apostar por premios internacionales de recuperación
del patrimonio que atrajeran a los principales equipos de arquitectos
del mundo a establecerse en las principales ciudades de la Isla, como
plataforma de servicios hacia todo el continente.

La necesidad de construcción de viviendas debe seguir un modelo adecuado
para evitar la agresión al territorio. Los cubanos deben tener derecho a
una vivienda digna y accesible y los poderes públicos deberían
esforzarse en que ello fuera así. Generosas ayudas y sobre todo,
financiación sostenible a través de entidades crediticias similares a
las cajas de ahorros españolas que tienen una importante obra social,
debería permitir a los cubanos acceder rápidamente a una vivienda y
evitar la actual situación de degradación que les permite disfrutar un
derecho que es básico.

La construcción de viviendas en las zonas turísticas, hoteles,
apartamentos, marinas, bungalows, y demás oferta hotelera deberá guiarse
por criterios de calidad que no distorsionen el patrimonio ambiental y
natural de la Isla.

El motor de actividad económica que es la construcción va a ser una
fuente primordial de crecimiento del empleo y la mejora de las rentas
salariales, pero al objeto de evitar que se generen distorsiones en los
procesos de eslabonamiento con el resto de sectores, no conviene
acelerar los esfuerzos a corto plazo, sino que se debería apostar por un
Plan de expansión a cuatro años que permita impulsar igualmente las
necesarias obras en infraestructura eléctrica, hidráulica, energética y
de diversa índole que urgen al país.

La fiscalidad y las relaciones con los organismos internacionales

Hay que intensificar, al menos durante la primera fase de la transición
y en relación directa con las reformas políticas e institucionales que
otorgarán credibilidad democrática a la Isla, las relaciones con los
organismos internacionales continentales e internacionales de los que el
régimen castrista se autoexcluyó. En ese sentido, será necesario definir
la participación de Cuba en la OEA y en los procesos de integración
económica regional, las relaciones con la Unión Europea, Naciones Unidas
y sus diversas agencias de cooperación al desarrollo, Fondo Monetario
Internacional, Banco Mundial y todo ello para conseguir la normalización
de las relaciones geoestratégicas en el menor tiempo posible.

La creación y puesta en marcha de un nuevo sistema fiscal, equitativo y
estable, capaz de generar recursos financieros para las reformas que
desde el sector público se deberán acometer es otro de los retos. Crear
una agencia especializada en la recaudación que flexibilice y humanice
el marco de las relaciones fisco con el ciudadano es un elemento
fundamental para mejorar el espíritu de creación de empresa de los
cubanos y darle el máximo impulso a los procesos económicos.

La capitalización de las remesas de los emigrantes es otro de los retos
del nuevo sistema financiero que se va a impulsar en la Isla. Es preciso
que las instituciones crediticias de clara vocación social se mantengan
y se consoliden en los planes del nuevo gobierno para facilitar créditos
y ayudas a las familias y empresas que garanticen una rápida salida
adelante. Ello debe ser combinado con la presencia de instituciones de
crédito internacionales capaces de impulsar proyectos de inversión
sólidos y solventes que apuesten por el futuro de la Isla.

Retos formidables

Nadie ha dicho que la adopción de este conjunto de medidas vaya a
resultar fácil. No cabe esperar resultados de un año a otro. El impacto
de los cambios y transformaciones será más lento de lo deseable, por
cuanto uno de los principales retos será la reconstrucción del capital
social de la Isla, prácticamente inexistente en la actualidad como
consecuencia de la política de vacío sociológico ejecutada durante
décadas por el castrismo.

Los retos que van a surgir son formidables, desde la lucha contra las
mafias organizadas, al aumento del desempleo en las actividades más
ineficientes, pasando por el desmantelamiento de las organizaciones de
masas improductivas y la red de mecanismos de espionaje y control del
sistema. Retos que tendrá el gobierno y que le van a obligar a actuar
con valentía, celeridad y contando en todo momento con el máximo apoyo
social.

De forma simultánea, el gobierno se tendrá que emplear a fondo en la
reconstrucción de la sociedad civil, elemento fundamental del dinamismo
económico, actuando en todas las actividades para fomentar la libre
participación y asociación de los ciudadanos, las elecciones libres y
democráticas, el espacio para la competencia partidista y la libertad.

http://www.diariodecuba.net/a-fondo/88-a-fondo/1436-objetivos-e-instrumentos.html

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