15-05-2010.
Elías Amor
Economista, ULC
(www.miscelaneasdecuba.net).-Hoy comienza el X Congreso de la Asociación
Nacional de Pequeños Agricultores de Cuba. Sí, la misma que hace unos
días, expresaba su presidente que "buscaba pautas" para introducir
"nuevos mecanismos que conduzcan a incrementar la producción y la
eficiencia, mediante una mayor utilización de los limitados recursos
materiales, técnicos y humanos disponibles". Casi nada.
Históricamente, Cuba fue una gran potencia agrícola. Su especialización
en la producción de azúcar no significaba que otros productos pudieran
tener su acogida en el fértil campo cubano. Café, tabaco, viandas,
plátanos y frutales, pienso y forraje, eran, entre otras, las
principales producciones de la agricultura cubana, con las que se
satisfacían las necesidades internas y se atendían pedidos del exterior.
Ese auge de la agricultura, que arranca de los orígenes de la colonia,
se vio brutalmente frenado con la revolución comunista, y los planes que
transformaron la estructura de la propiedad en la Isla. La confiscación
de tierras, la usurpación de la legítima propiedad agrícola en la que
trabajaban y producían los agricultores cubanos y los empresarios del
campo, supuso un duro golpe a un sector en el que se necesita algo más
que demagogia y engaños del castrismo para alcanzar resultados.
La relación del régimen comunista con la agricultura fue una historia de
desencuentros. Desde las injustas confiscaciones del primer momento, que
tuvieron un elevado coste social y personal, pasando por los
experimentos ganaderos para conseguir vacas que produjeran más leche,
hasta aquel absurdo intento de alcanzar la "cosecha de los diez
millones" movilizando de forma enloquecida todos los recursos nacionales
en un objetivo que era evidente que no se iba a alcanzar, hasta la
experiencia más reciente, la decisión personal de Fidel Castro de poner
fin a la industria azucarera y su tradición cultural, toda la historia
agrícola del Castro comunismo ha sido una acumulación de fracasos.
La razón es sólo una. No es posible conseguir objetivos en la
agricultura, ni en sector productivo alguno, si no se establece un marco
jurídico adecuado y estable que consolide los derechos de propiedad, al
tiempo que se garantice el funcionamiento de la economía de mercado como
mecanismo de asignación. Lamentablemente, las autoridades no se dan
cuenta de que ésta es la única solución que les queda para dar de comer
a la población, para "asegurar el abastecimiento estable a la población
de viandas, granos, hortalizas y frutales".
En el comunismo cubano, los que venden sus productos libremente a los
ciudadanos son "delincuentes peligrosos", "especuladores" a los que hay
que perseguir y eliminar por la fuerza. Aun se recuerda la triste
experiencia tras el paso de los ciclones, cuando las medidas de
contención de precios lo que provocaron fue la falta de alimentos. Y aun
se siguen recibiendo críticas de impagos de productos a los campesinos
por parte de la distribución estatal. Todo un ejemplo de modelo fracasado.
El X Congreso de la ANAP, con sus 860 delegados y 150 invitados, debería
dar un golpe en la mesa y exigir al raulismo un giro de 180º y que
introduzca la economía de mercado en la agricultura cubana. Que ponga
fin al esperpento de esa demagogia barata de la "tierra para quien la
trabaja" de las reformas agrarias absurdas del régimen, y que se
garantice el ejercicio libre de la empresa privada en la agricultura cubana.
El sector cooperativo, uno de los pequeños resquicios que escapan a la
obsesiva presión estatalista del régimen, debe exigir a las autoridades
que abran espacios a la producción competitiva, a la comercialización y
la distribución logística y la fijación de precios libres en los
mercados. Eso es lo que hacen los empresarios en los países democráticos
y los gobernantes les escuchan, y tratan de dar respuesta a sus retos.
Pero claro, estamos hablando de Cuba.
La experiencia confirma que la política de entrega de tierras
establecida de mala gana por el raulismo, no va a dar los resultados
buscados porque nadie, en su sano juicio, va a arriesgar sus esfuerzos y
dedicación a una tierra que sabe que nunca será suya, que no puede
hacerla crecer, que no la puede vender o alquilar libremente.
Además, muchos de estos arrendatarios comunistas no pueden hacer las
reformas en sus tierras porque el régimen les niega aperos de labranza,
productos químicos o simplemente, los abandona a su suerte, sin más. El
fracaso está servido.
En vez de tanta reunión improductiva para recibir "pautas y consignas"
de los camaradas comunistas, los delegados de la ANAP tendrían que
plantar cara y demandar al régimen reformas en profundidad en el campo
cubano, para que la economía agrícola vuelva a ser mejor que la de antes
de 1959. Que actúen como auténticos empresarios que reivindican al poder
lo mejor para sus negocios, para su actividad.
Ese es el verdadero sentido de un congreso de una asociación de
productores agrícolas, y no servir de comparsa a las autoridades. Y yo
me pregunto, pero ¿qué tienen que enseñar los burócratas del Ministerio
de la Agricultura a los cooperativistas cubanos para analizar aspectos
de la producción, comercialización y los problemas económicos que atañen
al movimiento cooperativo? Eso no es más que una pérdida de tiempo y dar
vueltas al carrusel sin aportar nada productivo.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=27770
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