Miriam Leiva
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Que Raúl Castro ha tenido 
tiempo suficiente para prepararse a asumir el poder, es incontestable. 
Tuvo que esperar 47 años para  alcanzar la provisionalidad y un año 9 
meses antes de lograr  la consolidación.  Pero no parece posible que en 
Cuba vuelva a existir un mando personal absoluto.
Contó desde pequeño con un hermano decidido a obtener sus objetivos, 
quien gobernó Cuba sin limitaciones e influyó en la política 
internacional,  ya fuera en América Latina y África o poniendo el mundo 
al borde de una confrontación nuclear. Fidel Castro movió al pueblo 
cubano y mantuvo el ardor en Europa y Estados Unidos.
Sus cálculos sagaces fueron destruidos por la corrosión de la Unión 
Soviética.  Andropov lo comprendió, Gorvachov ejecutó, y ambos se 
proponían reformas para preservar el sistema.  Hubo que abandonar la 
imposición militar en los países  del "socialismo real", que se 
independizaron,  sucumbió Moscú con  Boris Yeltsin y se desmembró la URSS.
Cuando cesó el oroducto y el sostenimiento militar, la economía y los 
aliados se desvanecieron para Cuba. Fue la mayor oportunidad tras 
bambalinas de Raúl Castro para poder liberalizar tímidamente, lograr el 
auge del turismo, el trabajo por cuenta propia y la agricultura.  Pero 
en cuanto llegó al poder en Venezuela el discípulo  Chávez, tallado 
cuidadosamente durante años, se garantizaron el  oleoducto y los 
petrodólares. El envío de médicos y maestros solidarios y 
propagandistas, se tornó  una lucrativa exportación neta. Vuelta a la 
tuerca para los isleños y atrás todo viso de independencia económica.
Hasta el perfeccionamiento empresarial aplicado fuera de la industria 
militar fue paralizado. La caída en picado de la sociedad cubana resultó 
imparable;  la destrucción económica y material  continúo carcomiendo 
hasta los valores espirituales de quienes habían sido convencidos 
soportes del régimen y sus descendientes, generaciones criadas en la 
doble moral y las ilusiones perdidas.
La ley de la vida se impuso un trágico día.  El comandante en jefe casi 
muere, y sólo una semana después de la urgente operación se anunció al 
pueblo su gravedad y pronóstico reservado.  Comenzó ese 31 de julio de 
2006 la provisionalidad o interinato de Raúl Castro y su equipo de 
militares, el soporte de un poder que parecía nunca podrían ejercer. Se 
apreciaban movimientos de las fuerzas armadas, agentes de la Seguridad 
del Estado, informantes y  los Comités de Defensa de la Revolución por 
todas partes, mientras el pueblo estaba expectante.
Indudablemente, lograron impresionar a la comunidad internacional, crear 
incertidumbre sobre el derrotero que tomarían ante el probable 
fallecimiento de Fidel Castro y estimular ansiedad por mantener buenas 
relaciones con los probables nuevos dirigentes.
Transcurrió más de año sin que las medidas auguradas por Raúl Castro 
llegaran.  Todo parecía indicar que se desarrollaban contradicciones y 
acomodo de posiciones entre los talibanes aferrados al poder y quienes 
debían afianzarse.  El General llamó al pueblo a discutir su discurso 
del 26 de julio de 2007 y plantear  críticas y sugerencias en el momento 
y el lugar oportunos.  Por entonces, la gente ya perdía nuevamente las 
esperanzas de que comenzara algún cambio.
La consolidación fue lenta y a paso firme.  La marcha de las antorchas 
en enero de 2008, guiada por Raúl con miles de jóvenes universitarios 
alrededor, mostraba el despegue. La Asamblea Nacional lo aclamó 
Presidente de los Consejos de Estado y Ministros, él desplazó de la 
proximidad al Comandante con la aprobación de que sería únicamente quien 
tuviera la comunicación directa para los asuntos de gran importancia, y 
estableció un Consejo de Estado con personas muy allegadas a ambos, pero 
sobre todo antiguos pilares de su Segundo Frente durante la insurrección 
y posteriormente.
Este 28 de abril sorprendió a la población el anuncio en el noticiero de 
televisión sobre la realización de un pleno del Comité Central del 
Partido Comunista de Cuba, pues desde hacía mucho tiempo no se 
realizaba.  El Segundo Secretario del Partido desde esa reunión sólo lo 
será nominalmente hasta el VI Congreso acordado para finales de 2009, 
pues el mismo Raúl Castro expresó que "la provisionalidad ha concluido" 
y  que Fidel se mantendría como "guía ideológico".  Se destaca su 
referencia a las decisiones adoptadas por él conforme a las facultades 
que le confieren la Ley al nombrar a José Ramón Fernández como 
vicepresidente del gobierno a cargo de la educación incluyendo las 
escuelas militares y el deporte, así como las decisiones del Pleno de 
incorporar tres nuevos miembros al Buró Político: Ramiro Valdés, 
Salvador Valdés Mesa y el General de Cuerpo de Ejército Álvaro López Miera.
Sin embargo, de la mayor importancia es la Comisión del Buró Político 
integrada por Raúl Castro, José Ramón Machado Ventura, Juan Almeida 
Bosque, Abelardo Colomé Ibarra, Carlos Lage, Esteban Lazo y Julio Casas 
Regueiro, quienes son también presidente, primer presidente y 
vicepresidentes del Consejo de Estado, para hacer "más operativo y 
funcional el proceso de toma de decisiones que requieran un rápido 
tratamiento y al mismo tiempo permitan una evaluación colectiva".  Es el 
poder consolidado para ejercer el mando y aplicar las medidas.
Se redondea el mando sobre el partido con las siete  comisiones 
permanentes ejercidas por los secretarios del Comité Central y 
subordinadas al Buró Político, y puede preverse el anuncio del nuevo 
Consejo de Ministro o la remoción paulatina muy probablemente con 
personas vinculadas a los equipos de trabajo de Raúl Castro.
Aunque dentro y fuera se comenta con mucha fuerza que no ha habido 
renovación, sino consolidación de los ancianos históricos, debe 
suponerse que promuevan el reemplazo generacional respondiendo a 
sinceridad, honestidad y conocimientos.  Es una oportunidad única para 
que en el ocaso de sus vidas comiencen la recomposición de Cuba con la 
participación de todos.
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