Martes 13 de mayo de 2008 | Publicado en la Edición impresa
El gobierno de Cuba ha dado un ejemplo más de su fibra autoritaria al 
negarle a la joven e influyente blogger cubana Yoani Sánchez la 
autorización para viajar a Madrid a recibir allí el importante Premio 
Ortega y Gasset al periodismo digital. El hecho confirma que el 
apartamiento de Fidel Castro de la conducción de Cuba no se tradujo, 
como algunos suponían y ansiaban, en un aumento de las libertades.
Considerada por la revista Time una de las cien personas más influyentes 
del mundo, Sánchez no podrá recibir el galardón en reconocimiento a su 
calidad y coraje. La respuesta de las autoridades fue que necesitaban 
más tiempo "para estudiar" su caso.
El forzado retiro de Fidel Castro y su reemplazo por su hermano Raúl 
alentaron algunas esperanzas de que la lamentable situación de las 
libertades civiles y políticas, tanto tiempo negadas a los ciudadanos de 
Cuba, pudiera comenzar a mejorar en la isla.
Después de décadas de no haber adherido Cuba a las disposiciones del 
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones 
Unidas, aprobado por la comunidad internacional en marzo de 1976, de 
pronto el régimen de la isla decidió suscribirlo. Esa decisión fue 
naturalmente interpretada como una señal más de posibles cambios que 
ampliarían el ámbito de la libertad en una nación cuyo gobierno ha 
pisoteado, sin contemplación alguna, las libertades civiles y políticas 
de su pueblo por espacio de varias décadas.
Aquel pacto internacional garantiza expresamente, entre otras cosas, que 
toda persona tiene el derecho inalienable de salir libremente de 
cualquier país, incluyendo al propio. En contrapartida, aclara que nadie 
puede ser privado en forma arbitraria del derecho de entrar en su propio 
país. Dos libertades esenciales para la dignidad de la persona humana 
quedaron así aseguradas a todos los hombres y mujeres del mundo.
Lo mismo sucede con el llamado Pacto de San José de Costa Rica, de la 
Organización de Estados Americanos -de la que Cuba fue expulsada-, que 
garantiza idénticos derechos.
Pero lo cierto es que, pese a lo antedicho, la cruel dictadura cubana 
aún se burla abiertamente de lo que dicen las normas, incluyendo los 
tratados internacionales, cada vez que el régimen quiere atormentar a 
alguien, y muy especialmente a los disidentes.
Con el ensañamiento propio de los autoritarios, ahora el régimen negó el 
permiso a Yoani Sánchez con el cobarde argumento de que precisa más 
tiempo para analizar su caso. Al obrar así, desnaturalizó sin empacho la 
protección específica conferida al derecho de entrar y salir del país 
que ahora asiste a todos los cubanos por igual.
Una actitud lamentable, pero no sorpresiva, que es, a la vez, reprimenda 
e intimidación. Simplemente porque Yoani Sánchez no abraza el discurso 
único, propio de aquellos Estados que siempre creen tener razón y no 
toleran las críticas y, mucho menos, las disidencias. Se trata de 
regímenes que creen que las ideas de los demás pueden silenciarse y no 
vacilan en reprimir y coartar las libertades. Así ha ocurrido por 
décadas en Cuba y, según queda visto, sigue ocurriendo hoy.
 
 
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