Remedios estadísticos
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Números. Aritmética simple.
Operaciones que siempre resultan exactas y formalmente útiles para
desdibujar unos de los países más cercanos a la felicidad plena de todos
sus habitantes. Sobre ese perfil continúa el (sub) desarrollo de la idea
del socialismo a ritmo de guaguancó y patriotería, de marchas
combatientes y cantos de sirena, de repiques populistas y redobles de
triunfalismo.
Sin las estadísticas los directores de la orquesta revolucionaria se
hubiesen quedado colgados a un pentagrama sin partitura. ¿De donde iban
a sacar la música que aún se cuela por los vericuetos del sentido común
e insiste en formular una melodía ajena a la fúnebre sinfonía
existencial? Millones de cubanos oyen las síncopas del oficialismo con
el agravio a flor de piel. Saben que esas notas son puro fraude,
melodías sin la menor posibilidad de trascendencia.
No se acostumbran a esas tonadas escritas sobre periódicos y revistas o
interpretadas por señorones que alcanzan registros de tenores desde sus
escenarios.
¿Cómo ocupar el tiempo en escuchar o leer que la tasa de desempleo en
2007 disminuyó hasta el 1,8% de la población laboralmente activa? ¿Es
serio publicar presuntos avances en la productividad del trabajo sin que
existan cambios estructurales que destierren la burocratización y la
extendida ineficiencia en el ámbito económico?
De tal repertorio se decanta la trompetilla o la indiferencia, el chiste
corrosivo o el enojo más crudo que se pueda imaginar.
El asunto no es el "globo" inflado. A fin de cuentas de novedad no tiene
nada. Las molestias o la apatía ante nuevas incursiones en el arte de
confundir – a priori- al pueblo con falsedades y manipulaciones, radica
en la reiteración del estilo, en la forma cruel de mentir como si todos
fuéramos alumnos del kindergarten.
Es demasiado el contenido trágico de las realidades para persistir en el
ejercicio de ilustrar un país que no se parece, ni por asomo, al otro
donde la supervivencia dicta las pautas de destinos azarosos y presentes
con el color de las tormentas.
Si algo es deseable y posible en Cuba -aparte de la oportunidad de
fundar empresas privadas, la derogación de la doble circulación
monetaria causante de distorsiones y corruptelas, y el cese del
apartheid turístico- es el hecho de que la población tenga acceso a una
prensa seria y con un sentido más claro de la objetividad.
Conservar el monopolio de la información es precisamente el caldo de
cultivo para el desprestigio de periodistas de larga experiencia y
noveles que toman patrones, bien por miedos o torcidas convicciones,
sobradamente antagónicos a un saludable ejercicio de la profesión.
Aludir el término productividad -con carácter positivo- en referencia a
la Cuba actual, constituye un disparate mayúsculo.
El pleno empleo, los planes sobre cumplidos, las batallas por la
eficiencia ganadas con holgura. A golpe de números se construye una
república de barro, una nación de ficciones y pachangas.
A los hacedores de la farsa, a los saltimbanquis de bombachos y
camisones, a los compositores del guión y la banda sonora de esta
tragedia. Es hora de que vayan con sus estadísticas y sus trapisondas a
otra parte.
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