Carlos Echemendía, CPIC
CIEGO DE ÁVILA, julio, 2004 (www.cubanet.org) - La década de 1960 estuvo
impregnada de sangre en Cuba. Muchos son los testimonios que hoy día
ofrecen sus propios protagonistas.
Corría el año 1967. El servicio militar era obligatorio y los
adolescentes ideaban trucos inauditos para zafarse de lo que más odiaban.
René Basulto Basulto, pastor adventista en Miami actualmente, fue
llamado el 9 de junio de 1967 a la unidad especial 5005, en Acueducto de
Camagüey. Tenía entonces 17 años. Era sábado y para René su día sagrado.
Quien sería su verdugo, el sargento Francisco Rizo, se dispuso a romper
reglas morales y someter al adolescente a una prueba delante de sus
compañeros de dormitorio: "humillación y victoria comunista" serían las
palabras de orden.
Rizo llamó a su víctima, ordenándole limpiar un área del campamento,
según recuerdan sus contemporáneos.
- Mi religión -le dijo el joven- no me permite realizar trabajo alguno
hasta después de las seis de la tarde, señor.
Se imaginará el lector la respuesta del altanero oficial. René fue
llevado a una pequeña loma cerca del campamento. Parecía que lo llevaban
al calvario, y sus colegas de batallón fueron también obligados a
presenciar la vejación.
A René Basulto se le ordenó pararse en atención ante todos, en aquella
loma, frente al sol. A las 11 de la mañana el sargento Rizo le ordenó
quitarse la camisa. Ya el sol quemaba con intensidad y las gotas de
sudor corrían por todo del cuerpo de Basulto. No le fue suministrada
agua, aunque todos sabían que la necesitaba.
Sobre las 4 de la tarde el sargento lo llevó al comedor ante las
protestas murmuradas por los demás, y le permitió ingerir un caldo de
chícharos que más bien era agua con sabor a chícharos, y las sobras del
almuerzo.
Al concluir, fue nuevamente llevado a su tortura. La "reeducación" tenía
que ser terminada. Ante todos los presentes el sargento Rizo le gritaba:
- ¿Y tú no te quejas, coño?
René, con plena sonrisa y corazón valiente le respondió.
- ¿De qué me voy a quejar si usted no me ha hecho nada?
El oficial se enfureció. Todos admiraban los principios invariables de
aquel muchacho de 17 años.
Poco antes de las seis de la tarde se le ordenó abrir un hueco.
- Te voy a fusilar por querer resquebrajar la moral de la tropa. Vamos a
ver si tu Dios te salva de ésta -le dijo el verdugo.
- Le abriré el hueco luego que el reloj marque las 6 en punto; pero me
fusila, no me haga abrirlo por gusto -exclamó René.
Todos, perplejos, miraban al adolescente frente al forzudo sargento.
Cuando hubo suficiente espacio para ser enterrado, René alertó a su
torturador:
- Arriba, estoy listo, fusíleme, si no quedará mal ante la tropa.
René Basulto fue llevado al calabozo. Días más tarde fue juzgado
militarmente y lo condenaron a dos años de prisión.
Publicado en Bitácora Cubana, 4 de mayo de 2007
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=4680
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