Perrerías
La izquierda caviar habanera infla velas como defensora de la raza
canina, sin poner mientes en los pobres del Cerro, La Lisa y
Guanabacoa…, y menos en los presos.
José Hugo Fernández, La Habana
martes 1 de mayo de 2007 6:00:00
A inicios de los años noventa, cuando el máximo apogeo de lo que
llamaron Período Especial, las calles de La Habana estaban erizadas de
perros recién abandonados por sus dueños. Como en cualquier otra ciudad,
siempre hubo aquí perros echados a correr su suerte. Pero aunque nunca
antes se vieron tantos de una vez, no iba a ser el número, sino el
aspecto y los rasgos físicos de aquellos desamparados, lo más, digamos,
significativo de la ocurrencia.
En proporciones absolutamente inéditas, se trataba de perros de "clase":
cocker spaniel, pulis, bóxer, salchichas, chow chow, doberman… es decir,
no eran los perros de la gente pobre, que siempre pertenecieron al grupo
de los que por acá reconocemos como "satos", denominación retozona donde
las haya para definir la raza de animales o de cualquier otra cosa sin
raza definida.
Parece que también en aquella ocasión nuestros conciudadanos mejor
alimentados (bien se sabe quiénes son y cómo viven y por qué y a costa
de qué), habían dado un paso al frente en la tarea de defender hasta la
última gota sus magras raciones.
Y así quedaba patentizado, también una vez más, que aunque los perros
sean los mejores amigos de los seres humanos, no todos los humanos somos
por igual sus amigos. Tal vez porque para comportarnos como buenos
amigos y solidarios con los perros, antes necesitamos probar que lo
somos con nuestras propias almas, y además con el resto de los seres
humanos.
Sucedió entonces algo muy curioso, perfectamente demostrable hoy día, y
es que la mayoría de aquellos perros botados por sus dueños de, digamos,
alcurnia, fueron recogidos por los pobres (y no pregunten cómo los
alimentaron, porque sigue siendo un misterio). De manera que en la
actualidad resulta ya corriente ver cocker spaniel y bóxer en los
solares y cuarterías del Cerro o de La Lisa. Incluso, resulta muy común
una nueva clase de perro sato, en el cual se distinguen clara y
graciosamente los cruces de pulis con cocker con salchichas con doberman
y/o bóxer, todo mezclado, como diría el poeta.
Como perros mordedores
Y he aquí que ahora nos encontramos ante una especie de paradoja (en
versión farsa) de aquel suceso de hace unos tres lustros: los pobres
continúan siendo los mejores amigos de los perros, pero sin algarabía,
como corresponde al auténtico cariño. En tanto, la gente de alcurnia ha
resuelto armar campaña propagandística en defensa de los perros
callejeros, pero sin poner mientes en los mejores amigos (de los
perros), o sea, los pobres del Cerro, La Lisa, Luyanó, Guanabacoa… los
cuales continúan sobreviviendo no menos abandonados y hambrientos que
los perros, pero con menos esperanza, en tanto no consiguen librarse de
la tutela de sus dueños.
Lo mejor que podría suceder es que a los simpáticos y expurgados y bien
bañados (con champú de marca) y perfumados y bien peinados y vacunados y
amaestrados y bien abrigados y bien comidos y bien paseados perros de
esta claque de la rancia habanera, les fuera posible albergar (a razón
por lo menos de uno por cabeza) a la gente menesterosa de La Lisa, el
Cerro o San Miguel del Padrón. Eso por no complicar el asunto
mencionando a los miles de ejemplares de aquella otra raza sin raza que
están botados en las cárceles.
Pero ya sabemos que para los copetudos aristócratas, los perros no son
sino adornos, a los que no hay que concederles la realización de sus
legítimos deseos. Con todo y que les importen más que la gente
menesterosa (no hablemos de los presos, Dios nos libre), los cuales no
sólo resultan contraindicados como adornos, sino que además suelen
comportarse como perros mordedores.
Así las cosas, les conviene (no a los perros, sino a sus dueños de
alcurnia) detenerse en la pose de santurrones naturalistas y, oh,
ecologistas. Nuestra izquierda caviar habanera infla velas entonces como
defensora de la raza canina.
Tal vez sería oportuno representarnos a estas señoronas y señoritos como
estampas actualizadas de aquel Cancerbero, el de las tres cabezas, todas
sobre ejes cogotudos y en función de un solo objetivo: proteger,
preservar los muros del infierno.
En fin, perrerías. Pero seamos piadosos con los piadosos. Veámoslos
apenas como las Clitemnestras de nuestra tragedia (por más que algunas
simulen resistirse), en tanto su principal papel en la obra se resume en
la intención de hacer pasar por realidades las ilusiones de sus mentes
¿dormidas?
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/perrerias/(gnews)/1177992000
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