Nuestro producto estrella
Hoy, en Cuba, la bulla parece inventada sólo para aplastar el valor de
las palabras y bloquear el pensamiento.
José Hugo Fernández, La Habana
jueves 10 de mayo de 2007 6:00:00
En la escuela primaria Frank País, ubicada en los límites de dos
municipios habaneros: Plaza y Cerro, cada mañana se inicia la jornada
con un acto político en cuya apertura, los niños, compulsados a
imponerse a sí mismos la máxima atención, deben gritar en multitud y a
todo gaznate la palabra "silencio".
Ejecutan sus alaridos tres, cuatro, cinco, seis… veces consecutivas,
procurando los más atronadores registros que pueda alcanzar la voz
infantil, hasta que el director de la escuela (que es quien impone y
dirige personalmente el coro) se cerciora al fin de que "la tropa" está
lista para guardar silencio y escuchar las proclamas y las convocatorias
combativas del día.
Tal vez los tintes fascistoides del procedimiento no sean sino
iniciativa del director en cuestión. Aun así, resulta obvio que éste
actúa (por lo menos) con el visto bueno de sus instancias superiores en
el sistema nacional de educación. Tampoco es lo más importante para el
caso. Se trata apenas de un ejemplo, otro, no por tremendista, fuera de
lo corriente, que sirve para ilustrar el modo en que hoy la bulla
asalta, rodea, penetra, posee, embarga y domina a la gente en nuestra
isla, desde la misma hora en que nos quitan el culero.
Y no es una bulla cualquiera. De hecho, no es ya esa tendencia (dicen
que distintiva del cubano) a desbordarlo todo estirando alegremente los
arcos de la discreción y la prudencia. Nuestra bulla de estos tiempos no
se prodiga desenfadada. No es reflejo de relajamiento, ni aun de
ligereza para exteriorizar cosas. Es crispación, amenaza, eczema de la
animosidad. No es el conjunto de aquellas jácaras que suelen extrañar
los viejos. Es trueno que asusta, tal vez porque brota asustado, hijo
del medio. Así que arroja sólo lo que puede: ruido.
Diríamos que dejó de ser vehículo del alegre revuelo que nos endilga la
costumbre para convertirse en carapacho de estrépito sin sustancia,
ebullición aturdidora que no sirve más que para sacar al aire lo único
que nos ha ido quedando por dentro: algarabía. Es una bulla que parece
inventada sólo para aplastar el valor de las palabras y para bloquear el
pensamiento.
No por casualidad sus más entusiastas practicantes son los jóvenes, cuya
formación ha corrido íntegramente a cargo del régimen, mediante
programas destinados a establecer dicen que nuevos enfoques, nuevos
órdenes, que se sustentan en la negación, postergación y joroba de todos
los órdenes tradicionales.
El bullanguero cubano del minuto (de cada minuto del día y de casi toda
la noche) no discierne, aúlla. Mucho más que en su expansiva identidad,
se afinca en la imitación de lo que le han dicho que es, o sea, no se
afinca sino en sus pobres capacidades para armar ruido. Es la resonancia
de una atronadora pero vacía invención. Por ello se siente con fuerzas
pero no capaz. Ha venido al mundo para ser dirigido, influido,
representado y organizado. Así que lo suyo es gritar. Mientras más alto,
mientras más bronco, mientras más nutrido el coro, mejor, porque mejor
alimenta sus trémulas sugestiones.
La culminación del hombre nuevo
Es un Golem con bulla: nuestra única probable culminación hasta hoy del
hombre nuevo.
Recordamos el Golem de la leyenda judía, aquella estatua de barro a la
que se da vida por medio de una fórmula mágica y que adopta con
frecuencia el aspecto de una especie de muñeco, un autómata. La palabra
significa embrión o algo que no está totalmente desarrollado. Así que
nos cae justa para el caso. En la Biblia y en el Talmud también es
descrito con el significado de una sustancia amorfa. Otra definición
ilustrativa de nuestro Golem.
Pero, en fin, la cuestión es que aquellas infelices criaturas fueron
diseñadas para que actuaran estricta y exclusivamente según la norma de
sus creadores. Otra similitud. Por más que tampoco es posible pasar por
alto al más legendario de los Golem, obra del rabino praguense Juda Löw,
quien creó al bicho para usarlo como su sirviente personal. Sin embargo,
el invento se le tornaría incontrolable, al punto que Low se vio
obligado a destruirlo porque le estaba echando ruido en el sistema. Y
eso que no era un Golem con bulla.
En cambio, los nuestros, que sí lo son, no violentan jamás las cercas
del control. Les basta y sobra con las estrecheces de su bulla, lo cual
no sólo indica simplicidad y miseria espiritual. También, sobre todo,
impostura y careta.
Sea en una de las llamadas concentraciones populares, sea en una fiesta
o en un acto solemne. Sea dentro de un camello, en un aula, en un
teatro, en un parque o en un hospital. Sea en la calle, en medio de la
vecindad o aun dentro de la propia casa. Da lo mismo. La bulla de los
Golem con bulla es ciega y sorda. Y al igual que los demás microbios, se
adapta fácilmente al hábitat.
También el objetivo de su bulla es siempre el mismo: ninguno. Pareciera
que por no ambicionar más que aquello que les toca, nuestros Golem no
persiguen siquiera llamar la atención. O no son conscientes de que la
llaman. La inocencia es para su estulticia lo mismo que el ruido para su
inutilidad.
Sin embargo, representan hoy por hoy nuestro producto estrella. Y como
tal está siendo enviado en masa y de regalo a los países hermanos. Al
régimen de Cuba se le acusa de haber exportado muchas calamidades, desde
la violencia guerrillera o el terrorismo jubiloso de los mítines de
repudio, hasta una fórmula para la pobreza cuyo único pretexto, remedio
y aliciente es la pobreza.
Pues bien, podría suceder que tales rubros no fueran todavía los peores.
Al menos no resultan tan irreparables como este tipo de hombre nuevo,
sin duda la más indigesta de nuestras producciones, sea para comer aquí
o para llevar.
"Sin un nuevo poder espiritual, nuestra época, que es una época
revolucionaria, producirá una catástrofe", anotó Augusto Comte hace como
doscientos años, sin sospechar que estaba profetizando también para
nosotros. Y aquí tenemos al Golem con bulla: fotografía de la época, a
cuerpo entero y con la boca abierta.
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/nuestro-producto-estrella/(gnews)/1178769600
No comments:
Post a Comment