Aquellos cafés de barrio
Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - A un cubano, mayor de sesenta
años, le resulta imposible no sentir nostalgia por su pasado. No importa
si todavía vive o no en Cuba.
Jacinto, un vecino mío, que nació en la capital hace 69 años, recuerda
como si fuera hoy La Habana de los años cuarenta y cincuenta. Lo que más
le gustaba, me dice, eran aquellos cafés de barrio, bien plantados en
cualquier esquina, limpios, con sus normas de salubridad bien cumplidas
para evitar las multas, sus ventiladores de techo, y sobre todo, el buen
trato de los empleados. Allí se disfrutaba no sólo de un buen café con
leche y pan tostado con mantequilla, sino también de batidos elaborados
con frutas frescas y unos pasteles deliciosos que en 48 años no se han
vuelto a ver.
En aquellos cafés, todos con precios populares, accesibles al trabajador
más humilde, reinaba la tranquilidad y el respeto mutuo. En primer lugar
porque no se vendían bebidas alcohólicas y también porque las personas
eran más educadas. Daba gusto sentarse en un café habanero de las calles
San Lázaro, Obispo, Galiano, San Rafael, Neptuno, Belascoaín…
Cualquiera de ellos era visitado por periodistas, abogados y artistas de
radio y televisión. Lo mejor que en ocasiones ocurría es que de forma
espontánea se presentara un trovador con su guitarra, un trío o un dúo
para alegrar aún más el ambiente del café de barrio, iluminado por las
noches y muy ventilado, porque permanecía con sus puertas abiertas de
par en par las 24 horas del día.
Hoy, prácticamente todo ha desaparecido. Lo que más duele a mi vecino
Jacinto es no poder desayunar un café con leche y pan con mantequilla,
como lo hacía de joven. En el dinero de su jubilación no hay un centavo
en divisa, y tanto la leche, el café y la mantequilla, tienen altos
precios en las tiendas recaudadora de divisas.
Por los años sesenta el gobierno dejó la leche a los muchachos; también
la mantequilla y el pan. Pensó que todo se arreglaría. Jacinto recuerda
las palabras del jefe de gobierno en 1964: "Nosotros vamos a tener,
dentro de diez años, una producción de leche superior a Holanda. Para
esa fecha pensamos que se sobrepasen las cantidades de 30 millones de
litros de leche". Dos años después aseguró que tendríamos alrededor de 8
millones de vacas y terneras. "Habrá tanta leche -dijo- que se podrá
llenar la bahía de La Habana".
La bahía de La Habana no se llenó con leche, sino de suciedad. Y
Jacinto, como todos los cubanos, no puede tomar su café con leche y pan
con mantequilla. Es por eso, entre otras cosas, que siente nostalgia del
pasado, sobre todo, de aquellos cafés de barrios.
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