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Monday, October 30, 2006

Detras de la Fachada

Detrás de la Fachada
2006-10-28
Juan Carlos Linares Balmaseda, Periodista Independiente
27 de octubre de 2006.

La Habana – El día 9 de octubre me citó la policía política. A las 15
horas tenía que presentarme en la sede nacional de la Seguridad del
Estado: la tétrica Villa Marista. Puntual crucé el umbral de la verja; a
sabiendas que una vez adentro de este cuartel ya no podía salir sin
autorización.

Desde el interior de una pequeña área, tapiada con mármoles y cristales,
un militar me ordenó esperar en el salón. Ellos (Los agentes
"entrevistadores" que me citaron) aparecieron una hora y media después.
Así iniciaban su labor conmigo, aplicándome la técnica de la impuntualidad.

En casa yo pasaba por otro calvario hacía seis días. Mi esposa había
enfermado con el virus del dengue. La fiebre no le bajaba de 38 grados y
los incesantes dolores en la cabeza y en otras partes del cuerpo hacían
de ella una postrada, y de mi, su cuidador. En la mañana del 7 de
octubre hubo que hospitalizarla casi deshidratada.

El mediodía del día 9 le dan el alta; aún convaleciente y con la
prescripción médica de que en el hogar debía hacer reposo absoluto. En
ese inoportuno momento llega la citación de Ellos; cuando yo cotejaba la
limpieza domestica, elaboraba la alimentación, al tiempo que cargaba
agua de la cisterna hacia un primero piso, pues para completar la
tragedia, nuestra turbina estaba en reparación. Ellos sabían de mi
dilema familiar.

Para Ellos, una disculpa al soslayo sería suficiente en la tardanza de
la hora y media de espera mía dentro de aquel recinto de Villa Marista.
Acto seguido me condujeron a una edificación contigua. Cruzamos una
calle. Caminamos bajo un portal techado con tejas metálicas, a las
sombras de una arboleda de mangos en alineación con la edificación. Nos
detuvimos ante una puerta blindada. Uno de ellos marcó un código
numérico en un teclado pequeño. Penetramos por un pasillo estrecho, el
cual comunica con varias habitaciones. Instantáneamente percibí un frío
muy fuerte proveniente de los equipos de climatización. Entramos en una
sala bien pintada y amueblada, y encima de una mesa de centro estaban
los mismos objetos que me quitaron el pasado 6 de septiembre.

El 6 de septiembre 27 periodistas independientes en Cuba participamos en
una tele-conferencia con los periodistas en Miami Jorge Luis Hernández y
Clara Domínguez. Cuando salimos, alrededor de las cuatro de la tarde,
noté acechanza en la mirada de dos patrulleros de la Policía Nacional
Revolucionaria. La colega Amarilis Cortina y yo caminábamos despacio.
Íbamos en busca de la parada de ómnibus. Conversábamos. Mientras, la
patrulla nos seguía de cerca. A unas cuadras de allí, en la intersección
de las calles L y 15, la patrulla nos interceptó y me introdujeron en el
auto.

Soy un cubano de a pie. Rara vez he tenido el placer de andar por las
calles del residencial barrio El Vedado montado en un auto, y mucho
menos dentro de un Lada nuevo, pero reafirmo que prefiero callejearlas
hasta en un fúnebre -vivo, valga la aclaración- antes que ir montado en
una patrulla y esposado.

Las esposas impedían recostarme al duro asiento plástico; además,
trozaban mi muñeca izquierda. Unos minutos después estaba dentro de la
unidad policial en 21 y C, donde me esperaba el oficial de la Seguridad
del Estado que planificó mi "captura". Me quitaron las esposas. Luego
trascurrirían como dos horas metido en una oficina interrogándome al
estilo "conversación", para finalmente quedarse con todo lo que me
habían obsequiado en la tele-conferencia: un pequeño radio marca Tecsun,
una linterna, fotocopias del periódico El Nuevo Herald, una revista
Cubanet, una revista Casa de Cuba, una revista Misceláneas de Cuba, un
lápiz, dos pegatinas que decían CAMBIO, un sobre con algunos artículos
periodísticos bajados de Internet y dos libros. De todo, sólo me
devolvieron las cinco o seis galletitas dulces.

Tanto en el interrogatorio del día 6 de septiembre como en el del 9 de
octubre el plato fuerte fue la intimidación, junto con un caldo de
filosofía arbitraria. Y de postre, una empalagosa propuesta para que
sirviera de confidente de ellos. El postre no lo probé, y mi abstinencia
parte de dos simples razones: por un lado prefiero ser fiel al principio
ético del periodista, y por el otro, que mi vocación no es por el
espionaje sino por el periodismo. Asimismo desearía que este párrafo
fuese mi declaratoria testamentaria.

Durante el interrogatorio del día 9 en la sede Nacional de la Seguridad
del Estado otras dos tentativas se sumaron a las expuestas en el párralo
anterior.

Primero: Ellos querían que yo firmase un documento con varias
incoherencias sobre mi vida en el accionar opositor y en el
periodístico; y que incorrectamente perseguían una extraña vinculación
con la sección de Intereses de los Estado Unidos en Cuba, en particular
con algunos funcionarios actuales y pasados. Esto lo rechacé y sólo
rubriqué el texto con los detalles verdaderos. También me responsabilizo
con la firma de una nueva acta de confiscación, o "acta de ocupación",
dicho acorde a la semántica penal oficial según insistencia de ellos.

Segundo: Querían filmarme un video ante el cual yo leía las tres
cuartillas redactadas por ellos, y nuevamente me negué. Accedí a que
filmaran mi interrogatorio.

Corroboro que nada tengo que ocultar. Ejerzo el oficio de corresponsal
independiente por voluntad propia y no tengo ni jefes ni subordinados.
Colaboro con varios órganos de prensa, entre los que están PayoLibre,
Bitácora Cubana, Misceláneas de Cuba, Radio Martí y algún que otro medio
informativo y especialmente escribo desde 1999 para la página digital
Cubanet, de éste el único medio que percibo una modesta ayuda monetaria.
Dije.

Sin complejos de culpas, ni con aprensión moral declaro sobre cualquier
actividad derivada de mi actual profesión. Empero, no descarto que de
estos interrogatorios se quiera manipular o distorsionar el sentido de
mis palabras en perjurio mío, las cuales sostengo y mantendré conforme a
la responsabilidad íntegra de lo expresado por mí; pese a cualquier
riesgo y consecuencia. Tengo la total convicción, de que tanto los
objetos incautados como la labor que realizo son argucias jurídicas,
tomando de referencia los valores universales de nuestra civilización
moderna y de las sociedades democráticas. Ellos no son mis enemigos, son
mis adversarios.

Próximo a las diez de la noche del 9 de octubre ellos dieron por
concluida mi retención, porque según sus palabras textuales yo no había
sido detenido. Me entregaron un salvoconducto y pude salir de Villa
Marista; gravitándome un presentimiento de que mis días en la calle
están contados.

**********

Nota de Misceláneas de Cuba: El artículo anterior es una colaboración
del periodista independiente Juan Carlos Linares Balmaseda con este
medio informativo. Agradecemos al compatriota Pablo Rodríguez,
www.payolibre.com, el reenvío del mismo y también la foto de su autor.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=7526

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