Lipidias cubiches: liderazgo
La discusión insistente y fastidiosa sobre el liderazgo político en la 
nación cubana viene marcada desde sus orígenes por el hombre fuerte
Arnaldo M. Fernández, Broward | 04/04/2017 9:20 am
Este 4 de abril el Movimiento Democracia presenta en conferencia de 
prensa una hoja de ruta proactiva hacia la transición democrática, a 
través de elecciones libres o plebiscito vinculante, con ánimo de 
impedir la sucesión de dictadores a dedo tras el anuncio por Raúl Castro 
en 2013 de que se jubilará como jefe de Estado y Gobierno el 24 de 
febrero de 2018.
Tal como todos los demás ademanes declarativos, pasados y futuros, de la 
oposición pacífica o cívica, esta hoja de ruta no conduce a nada. El 
anticastrismo tardío —imagen especular del castrismo tardío— no tiene 
fuerza política dentro de Cuba ni suficiente apoyo fuera para impedir la 
sucesión cantada por la realidad socio-jurídica. Y la clave de esta 
situación estriba en que no hay liderazgo opositor más allá de la 
desesperación y el embullo con que ciertos sectores del exilio empollan 
líderes sin masa.
Para llegar a orígenes
La discusión insistente y fastidiosa sobre el liderazgo político en la 
nación cubana viene marcada desde sus orígenes por el hombre fuerte. Al 
relatar la Guerra de los Diez Años, Enrique Collazo tachó de idiota la 
politiquería opositora contra el gobierno colonial español y lamentó que 
la Cámara de Representantes mambisa perdiera de vista el fin inmediato 
—la independencia— al dejar que cundiera el desorden. Este desembocaría 
en el Pacto del Zanjón por faltar "un hombre que por sus cualidades 
morales o por las circunstancias arrastrara y se sobrepusiera a todos" (1).
Collazo dejó claro que la política exige racionalidad de medio a fin. 
Igual razón instrumental se nota en José Martí, quien justificó que 
Carlos Manuel de Céspedes se había hecho llamar Capitán General por 
tener sus miras en las masas de campesinos y esclavos: "A ese nombre 
están acostumbrados a respetar; pues yo me llamaré con ese nombre" (2).
¿Qué república era aquella?
No en balde la república poscolonial arrancó con partidos políticos 
formados por clientelas de caudillos, como informó la Comisión 
Consultiva de cubanos al gobernador americano Charles Maggon en 1908. 
Más adelante, Alberto Lamar Schweyer dictaminaría que "el caudillismo, 
vicio social y carácter psico-biológico, persistirá siempre" y el 
dictador prevalecerá como "paliativo crónico del desorden" (3).
Tras irse a bolina el dictador Machado y enseguida aquella revolución 
que acabó con él, un sargento llamado Batista se transfiguró en hombre 
fuerte. Hacia 1940 condujo a la verbena democrática que a la postre 
determinaría su recurva como hombre fuerte. El 10 de marzo de 1952, el 
general Batista se proclamó paliativo del desorden: "Preocupado por la 
falta de garantías para la vida y haciendo de los habitantes de este 
país y la corrupción política y administrativa imperantes, y por sólo 
eso, he aceptado la responsabilidad de permanecer en el Poder por el 
tiempo indispensable para restablecer el orden, la paz y la confianza 
públicas" (4).
Este golpe de Estado acabó por invalidar la legitimación electoral del 
orden político y desplazó sin remedio la justificación del poder hacia 
la violencia (5). Así quedó allanado el camino para que la nación cubana 
encontrara la horma dictatorial de su zapato político: el primer —y 
único— exiliado de la historia de Cuba que desembarcó en zafarrancho de 
combate y tumbó al gobierno.
Sin haber bajado aún de la Sierra Maestra, Fidel Castro despachó el 14 
de diciembre de 1957 a los Señores dirigentes del Partido Revolucionario 
Cubano, Partido del Pueblo Cubano, Organización Auténtica, Federación 
Estudiantil Universitaria, Directorio Revolucionario y Directorio Obrero 
Revolucionario —firmantes del Pacto de Miami el 15 de octubre de 
1957—con que "se encuentran en el extranjero haciendo una revolución 
imaginaria" y reclamó para su grupo político [MR-26-7] "la función de 
mantener el orden público y reorganizar los institutos armados" (6). Así 
fue.
¿Qué República es esta?
Antes que graduarse de Derecho en la Universidad de La Habana, Castro se 
hizo allí Doctor en Demopsicología del Pueblo Cubano. Batista había 
entrado de madrugada sin disparar un tiro en el Campamento Militar de 
Columbia; Castro principió su revolución con asalto a tiro limpio al 
cuartel Moncada. Lo demás es historia. Tras derrotar decisivamente al 
ejército batistiano en el verano de 1958, Castro se consagró con el 
honor militar, tan preciado por la nación cubana que hasta Martí, sin 
haber sido jamás en la vida ni siquiera jefe de escuadra, se dejó 
enganchar el grado de mayor general el 15 de abril de 1895 en un 
platanal de Vega Batea.
Castro prosiguió con su voluntad de poder para fundar una república como 
campamento militar y así desmentir al propio Martí. Tras ganar otra 
guerra civil (1960-65) y chotear a la CIA en Girón y otras operaciones 
de la guerra sucia, Castro sentó una sociedad panpolítica y panmilitar 
que al cabo de más medio siglo descansa sobre una red de caudillos en 
toda provincia y municipio, obligados a jurar por sus madres que 
guardarán fidelidad al caudillo centralizado en la capital, quien no 
podrá gobernar ya más de dos mandatos para que no se maree con ser otro 
Fidel.
De este modo la política seguirá centrada más bien en tareas 
administrativas, sin figura heroica que indique el destino de la nación 
ni acapare los espacios de radio y televisión. Tal es la dictadura de 
partido único en curso, que conserva su triple monopolio sobre las 
armas, los medios fundamentales de producción y los medios tradicionales 
de comunicación masiva, amén de abrazar el fidelismo como ideología 
oficial —presentada como martiana y marxista-leninista en el texto 
constitucional— y ejercer la represión política con normalidad, esto es: 
sin tener que apelar al estado de emergencia que autoriza la 
Constitución (Artículo 67).
¿Qué oposición fue aquella y es esta?
Los opositores beligerantes del castrismo se atuvieron a Lamar Schweyer: 
si la clave del poder político en Cuba son el caudillo y la dictadura, 
para salir de esta hay que terminar con aquel. El 11 de diciembre de 
1959, el jefe de la División para el Hemisferio Occidental, coronel 
Joseph C. King, notificó al director de la CIA que "muchas personas bien 
informadas creían que la desaparición de Fidel aceleraría la caída del 
gobierno actual". Sobre esta lógica de medio a fin se plantearon los 
atentados contra Castro, que fracasaron en su ejecución práctica.
Por el contrario, la irracionalidad de la oposición pacífica o cívica 
realmente existente emerge desde sus planteos teóricos y para colmo sus 
líderes, que no pueden encumbrarse con el honor guerrero forjado sobre 
las armas y los muertos, tampoco pueden hacerlo en el papel de víctimas 
martirizadas de la represión. Aparte de que en Cuba nadie sigue a las 
víctimas, el martirio quedó choteao tanto por la enésima huelga de 
hambre del inefable "Coco" Fariñas como por la extraña circunstancia en 
que él y los demás lidericos opositores salen afuera para hablar mal del 
Gobierno y regresan sin tener que arrostrar torturas ni desapariciones 
forzadas.
Así y todo, el quid radica en que mientras Castro tenía tan controlada 
la situación política interna que pudo dedicarse al juego político en el 
exterior, los lidericos opositores no tienen mínimo control de la 
situación política ni siquiera en sus cuadras, pero se empinan en el 
exterior como líderes por la simpatía de personalidades o instituciones 
extranjeras, que tampoco contrarrestan la aceptación del régimen por los 
demás Estados de la comunidad internacional.
Las constantes denuncias de violaciones de derechos humanos no frenaron 
a Washington para restablecer relaciones diplomáticas con La Habana ni a 
la Unión Europea para abandonar la Posición Común. De nada vale 
consolarse con que Obama fue un traidor, porque tampoco Trump resolverá 
nada. Ni cogerla con Europa por dar marcha atrás, porque ya viene 
llegando la sexta década del castrismo sin que la nación cubana marche 
adelante. Y este declive del interés internacional por la dictadura en 
Cuba no se podrá revertir contando detenciones arbitrarias ni muchos 
menos inflando desapariciones forzadas hasta con las víctimas mortales 
del hundimiento criminal del remolcador 13 de Marzo (8).
Coda
El imperativo político de la república poscolonial fue: A falta de 
votos, balas. La república actual no da más opción que proceder como 
Eliécer Ávila, quien anunció ya postularse como candidato a delegado a 
la Asamblea Municipal de El Cerro, porque "sin medirte en las 
elecciones, nunca sabrás cuántos hubiesen votado por ti". Todo lo demás 
es cuento, salvo que se pretenda echar mano a las armas o alguna 
modalidad de revuelta popular. Y si la gente no lo hace, pero tampoco 
vota por los opositores y contra el Gobierno, entonces habría que dar la 
razón a Lamar Schweyer sobre el tipo de liderazgo que viene bien al 
pueblo cubano.
Notas
1. Desde Yara hasta el Zanjón, Ciencias Sociales, 1990, 90 s.
2. Fragmento 349, Obras completas, Ciencias Sociales, 19752, XXII, 235.
3. Biología de la Democracia, Editorial Minerva, 1927, 91, 95.
4. Proclama al Pueblo de Cuba, Consejo de Ministros, 10 de marzo de 1952.
5. Cuba, ida y vuelta, Tirant Lo Blancht, 2010, 12-20.
6. Tradiciones Combativas, Dirección Política de las FAR, 1969, I, 39-48.
7. A tal efecto se falsea el requisito previo fijado por la convención 
internacional ad hoc para calificar la desaparición forzada: "el 
arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación 
de libertad que sean obra de agentes [directos o indirectos] del Estado" 
(Artículo 2).
Source: Lipidias cubiches: liderazgo - Artículos - Opinión - Cuba 
Encuentro - 
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/lipidias-cubiches-liderazgo-329045
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