En la UNEAC, con escritores irlandeses
YANIA SUÁREZ | La Habana | 28 de Febrero de 2017 - 08:46 CET.
Este año la Feria del Libro de La Habana prometía no distinguirse mucho 
de las demás, en el sentido de pretender pasar por una actividad 
comunitaria para la familia cubana y no por un evento donde se habla de 
literatura y sus mercados. Sin embargo, casi al final del programa se 
informaba de una actividad que, por una vez, nos acercaría a importantes 
escritores contemporáneos, y esto no solo a través de una presentación 
distante, sino también con promesa de diálogo con ellos.
Habían llegado a La Habana, en efecto, como parte de la comitiva que 
acompañaba al presidente de Irlanda en visita oficial, Colm Tóibín y 
Joseph O'Connor, entre otros. Coincidentemente, la editorial Arte y 
Literatura lanzaba este año una novela del segundo, y todos se 
involucrarían en una jornada de presentaciones, charlas e intercambios. 
De manera que todo parecía propicio, ese día, para seguir el rastro de 
los irlandeses.
De los hechos que ocurrieron, y que pasaré a referir a continuación, no 
observaré el orden cronológico, sino que los arreglaré según su 
importancia, de menor a mayor, dejando para el final lo que debió ser 
culminante.
El primer evento, entonces, sería la presentación de la novela  El 
crimen del Estrella de Mar del famoso Joseph O'Connor, que tuvo como 
orador principal a Michael Higgins, presidente de Irlanda. Ahora bien, 
Irlanda es una nación de escritores, no es de extrañar entonces que el 
presidente mismo sea poeta, aunque de modo general y a primera vista 
parezca un vendedor de pociones ambulante, simpático y desaliñado.
Su presentación estuvo inspirada por el entusiasmo del país y el trato 
frecuente con sus autores, como se esperaba. No estuvo mal. Fue esta 
además, posiblemente, la primera vez que se hablara en gaélico en La 
Habana en acto público. De modo que con la etiqueta y la seguridad 
típicas transcurrió esta actividad, sin mayores contratiempos. Debo 
advertir no obstante, que si uno abre la novela presentada por Michael 
Higgins, nota que, quizás por la prisa al imprimirla, una misteriosa 
página aparece anunciando un prólogo y luego no hay rastro del prólogo 
en todo el libro (no sé si el presidente lo habrá notado).
La siguiente y última actividad del día fue un panel sobre literatura 
irlandesa en general. Los participantes ya habían hablado esta mañana, 
así es que aquí salvaron tiempo y ahorraron palabras. Dos momentos 
interesantes tuvo. El primero fue la evocación de Joseph O'Connor de los 
años 80 en Irlanda, cuando una nueva generación de escritores combatió 
la censura desde revistas como Magill o periódicos como el Sunday 
Tribune y descubrieron que la función de la prensa era pedirle cuentas a 
los gobiernos, cosa hoy dan por sentado, pero que en aquel entonces fue 
novedad.
En este impasse la traductora —que hasta entonces había hecho muy buen 
trabajo— tuvo un episodio de desmemoria y como una sensación de polvo en 
la garganta que la hacía toser un poco. Dijo que la generación de 
O'Connor quería ajustarle cuentas a su gobierno. No había demasiada 
gente en la sala, de cualquier manera, para sorprenderse por la diferencia.
El otro momento interesante fue cuando entendimos que eso que hacía 
Michael McCaughan allá arriba en el estrado era la presentación de su 
libro sobre Rodolfo Walsh. "Aquí está el libro, aquí estoy yo. No sé qué 
hacer", murmuró atribulado al fin el autor, antes de leernos un 
fragmento. Añadiré que la presentación ni estaba anunciada en el 
programa, ni creo que se haya vuelto a hablar del asunto en toda la Feria.
Pero todo había empezado esa mañana en la sede de la Unión de Escritores 
y Artistas de Cuba (UNEAC), en una actividad en la sala Villena llamada 
"Encuentro con los escritores irlandeses", donde se suponía íbamos a 
tener la oportunidad de hablar con ellos. La ocasión era invaluable, en 
efecto,  porque forzadamente vivimos al margen del mundo. Sin apenas 
internet y otras muchas formas de intercambio regulares,  nuestra 
actualidad es precaria, y quizás nos hemos acostumbrado a ello. De 
manera que estos visitantes fungirían también como mensajeros del 
presente para nosotros.
Colm Tóibín (autor de Brooklyn y The Master, novela memorable, finalista 
del premio Booker, considerada por Los Angeles Times como novela del 
año, etc) empezó proponiendo que la literatura estaba condicionada por 
la sociedad, y por esto la de Irlanda, que ha sido un país pobre y 
subalterno por siglos, padece de un tono de melancolía del que es 
difícil librarse. Quería saber si la literatura cubana se distinguía en 
ese sentido de otras de habla hispana, si tenía también un tono particular.
Joseph O'Connor contó que en su país la literatura es cuestión de 
orgullo nacional. Sintiéndose derrotados en casi todos los sentidos por 
mucho tiempo, los irlandeses buscaron consuelo en ser la tierra de 
Joyce, de Shaw, de Yeats… No es raro en esa nación que un joven quiera 
ser escritor, ni deshonroso.
La novel autora Lisa Mclenerney dijo preferir los temas obreros y habló 
del vigor de los jóvenes autores irlandeses. Estaba el historiador 
Dermot Keogh que vino a presentar un libro sobre la revolución 
irlandesa  y argentina, el investigador Michael McCaughan que vino a 
presentar su biografía de Rodolfo Walsh y la traductora mejicana de 
Michael Higgins. Después de estas introducciones, se abrió la charla (es 
decir, el momento en que debía comenzar la charla).
Debo decir que la pequeña sala de la UNEAC estaba aceptablemente llena. 
Pero los escritores que había no ocupaban más de diez sillas. Daba la 
impresión, más bien, de que el lugar había sido infundido con 
trabajadores de la institución para hacer quórum o (alguien más suspicaz 
diría) de que la sala estaba discretamente intervenida por "personal 
confiable", como sucede cuando vienen visitantes distinguidos. Apenas 
había jóvenes.
Cierto señor mayor de nombre José Pérez Gómez pidió la palabra para 
romper el hielo, advirtiendo que su comentario estaría dirigido al 
"compañero que hizo la biografía de Walsh". A este lo había conocido de 
cerca, dijo el señor, y había tenido la oportunidad de seguir su 
evolución política, por eso puede decir que cuando Brézhnev visitó Cuba, 
Walsh pudo constatar el amor del pueblo cubano hacia la URSS.
Levantóse entonces Armando Cristóbal Pérez, escritor, que solicitó que 
los visitantes le explicaran cómo se refleja la identidad nacional de 
Irlanda en su literatura. Cierto otro señor latinoamericano pidió a los 
presentes que  describieran la relación entre la colonización de Irlanda 
y las Malvinas,  y para finalizar una señora protestó, acercándose a los 
invitados, porque a su hija se la llevaron unos irlandeses y al 
principio se llevaban mal, pero ya hicieron las paces, y ahora va mucho 
al Hotel O'Farrill a festejar el Saint Patrick y su nieto se llama 
Patrick Manuel.
La única pregunta literaria correspondió a Desiderio Navarro, quien se 
confesó un admirador de Joyce y quiso saber el lugar que este ocupa en 
el canon literario actual de Irlanda, considerado en otras partes como 
prototipo de la "irlandidad". Entonces O'Connor habló del Bloomsday, 
fiesta que se celebra en honor a James Joyce y que él mismo ayudó a 
reinstaurar en 1983. Habló de Joyce como lugar común turístico; también 
de que todos los escritores posteriores a él sufrieron por su influencia 
o por querer distinguirse de él, y que muy interesante son sus cartas, 
donde se comprueba que el autor solo pensaba en escribir, sin importarle 
la pobreza o la reserva.
En un abrir y cerrar de ojos ocurrió el intercambio. Ya no había tiempo 
para más, de modo que tuve que hacer mis preguntas en privado a Tóibín. 
He tratado de dar cuenta de todo este día literario porque va y en el 
futuro nos haga falta la memoria.
Source: En la UNEAC, con escritores irlandeses | Diario de Cuba - 
http://www.diariodecuba.com/cuba/1488237776_29276.html
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