Reguetón, la banda sonora de la realidad
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | Diciembre 27, 2016
El vehículo está a punto de desarmarse en cada bache de las deterioradas 
calles habaneras. Los pasajeros del taxi colectivo vibran con el 
traqueteo de la estructura y un reguetón que suena en el reproductor. Es 
la banda musical de este principio de siglo, un género de letras crudas 
y sexualidad explícita que acompaña cada minuto de la realidad.
Con una paternidad compartida entre Puerto Rico y Panamá, este sonido 
urbano marca el nacimiento del milenio. Le ha agregado a los tiempos que 
vivimos un toque descarnado y cierto ritmo de lascivia. En las letras de 
sus canciones se venera la aparatosidad como virtud. Ensalzan un mundo 
donde el tamaño del reloj y el grueso de la cadena de oro cada vez 
importan más.
El reguetónn ha vencido a la canción protesta que tantas ilusiones 
sociales, la mayoría fracasadas, levantó en América Latina. Su cruda 
materialidad ha desplazado también a esos antológicos boleros que hacían 
llorar en la barra del bar y a los villancicos que aguardan cada fin de 
año. Los cantantes de esta música feroz no quieren ser vistos como 
héroes ni como enamorados de corazón roto. Más bien desean transmitir 
una imagen de cínica supervivencia, de calculada liviandad.
De ahí la polvareda que levantó en algunos la impúdica letra de Cuatro 
Babys, la canción del intérprete colombiano Maluma en las que 
fanfarronea por disponer a su antojo de cuatro mujeres. La repulsa que 
ha recibido el tema se disuelve en los 200 millones de reproducciones 
que exhibe el videoclip en YouTube. Son tiempos de hits... no de 
indignación.
Las aseveraciones de Maluma no escandalizan a los seguidores del ritmo, 
más bien lo ven como el cronista de una realidad tangible y conocida. No 
es el reguetón, es la vida la que no ha cuajado como debería. El 
colombiano solo es el altavoz de un mensaje tan preocupante pero 
cotidiano que no despeina ni una sola ceja por estos lares. Los sonrojos 
no cambian el entorno.
El reguetón se ha convertido en una manera de mirar la vida, en una 
cosmogonía sin delicadezas ni medias tintas. No importa si se sigue o 
no, si gusta o no, no hay manera de taparse los oídos y obviarlo. Está 
aquí, por todos lados. Nuestros hijos tararean sus estribillos. "Tengo 
money", repetía una niña de siete años en un aula cubana; y sus colegas 
completaban la frase de una popular canción de reguetón. Minutos antes, 
habían gritado en el matutino escolar la consigna "Pioneros por el 
comunismo, seremos como el Che".
Hablar y comprender los códigos del reguetón resulta indispensable para 
comunicar con la generación más joven, pero también con muchos de sus 
padres. Minimizarlo y censurarlo solo lo potencia, porque se ha vuelto 
el compás que expresa la rebeldía. Ha durado más que cualquier otro 
género aupado por las casas discográficas o las políticas culturales.
A finales del siglo pasado muy pocos hubieran vaticinado que este ritmo 
urbano dominaría por varios lustros la música que se difunde en las 
discotecas, las fiestas privadas y los reproductores a los que nos 
aferramos a través de un par de audífonos. Sin embargo, se quedó, nos 
atrapó en su desmedida impudicia. Quizás solo interpretó lo que latía 
más abajo, lejos de las luces de las ceremonias, los trajes para la 
ocasión y el oportunismo.
¿Quién lo hubiera dicho? De las canciones de Víctor Jara a las pegajosas 
frases de Don Omar, del utópico Silvio Rodríguez a los descarnados 
músicos cubanos Yomil y El Dany.  El unicornio azul pasta ahora en una 
pradera de minúsculos bikinis y billetes de cien. Aquellos que 
tarareaban que venían a "entregar su corazón" han decidido canjearlo por 
una piscina en la que retozan mil y una ninfas que ni siquiera hablan.
Negarse al reguetón, ese ritmo incubado en el "Nuevo Mundo", viene a ser 
como rechazar la patata domesticada en el altiplano. Tarde o temprano 
terminarán comiéndola, tarde o temprano terminarán bailándolo. Hasta en 
las fiestas de más  glamour, los vestidos se suben, el maquillaje se 
descorre y los pijos, los pinchos, los "niños bien" terminan bailando al 
estilo perreo, sudando en un espasmo de lujuria y olvido.
Peleados muchas veces con el diccionario, la academia y tanto sabio de 
café con leche, los reguetoneros son ídolos de adolescentes y dictan 
moda, costumbres y maneras de decir. No viajan en submarinos amarillos, 
sino en autos de lujo, rodeados de alcohol y besos. Estos no son años de 
sicodelia sino de aterrizar, cuanto más abajo se caiga y más profunda 
sea la zambullida en los abismos de los excesos más discos venderán.
El reguetón es también una lengua franca, un lenguaje común como una vez 
lo intentó el esperanto y lo logró el código html. Todos sus seguidores 
descienden o ascienden al mismo nivel cuando lo baila. Las caderas que 
se tocan bajo su influjo no entienden de ideologías, clases sociales, 
explotación del hombre por el hombre ni plusvalías. Es el idioma 
universal de la gozadera, la jerga aprendida antes de nacer y con la que 
transmitimos el desparpajo.
No por gusto, Barack Obama durante su histórico discurso en La Habana 
hizo alusión al contagioso ritmo cuando aseguró: "En Miami o en La 
Habana, se pueden encontrar sitios para bailar el chachachá o la salsa y 
comer ropa vieja. La gente en ambos países ha cantado junto a Celia Cruz 
o Gloria Estefan, y ahora escuchan reguetón o a Pitbull".
Batalla lírica, en la que escala la enemistad de escenario y el 
enfrentamiento por los micrófonos, los reguetoneros luchan por la 
audiencia y lo hacen como en un reality show. Las letras crudas y los 
sonidos de metralleta en sus producciones refuerzan la sensación de 
combate. Una contienda donde todo se logra con el sudor de la pelvis.
El reguetón ha resultado ser el inesperado antídoto contra el malestar 
de la cultura diagnosticado por Sigmund Freud. Representa, como pocos 
fenómenos, el fin de la inocencia. ¿Acaso quedaba alguna? Un tirón 
animal que nos devuelve a ese estado del que tal vez nunca hemos salido, 
un momento en que somos solo carne y vísceras.
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Nota de la Redacción: Este texto ha sido publicado este martes 27 de 
diciembre en el diario El País.
Source: Reguetón, la banda sonora de la realidad - 
http://www.14ymedio.com/opinion/Reggaeton-banda-musical-realidad_0_2131586841.html
 
 
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