Qué dicen los panegíricos de Fidel Castro
MAYKEL GONZÁLEZ VIVERO | Sagua la Grande | 1 de Diciembre de 2016 -
19:36 CET.
Rafael Correa justificó la intolerancia del régimen con la oposición
política en el panegírico que dedicó a Fidel Castro. El presidente
ecuatoriano recuperó la noción de "plaza sitiada" en su infortunada
paráfrasis. En el caso de Cuba —dijo, enfático— la disidencia es un crimen.
Ciertas izquierdas latinoamericanas, en su empeño de tener brújula, han
exigido sacrificios al pueblo cubano que ellas mismas no están
dispuestas a pagar en sus países. Las metáforas de Cuba como faro y de
Fidel Castro como oráculo de la Revolución, seducen a las izquierdas
hasta el extremo de negar a la Isla los mismos recursos democráticos que
han ganado gobiernos para los socialistas de América Latina.
Si seguimos la lógica de esta operación mental, Cuba es la meta.
Concluida la carrera, cualquier grado de democracia es un escollo para
la realización de la utopía.
Cuando Rafael Correa niega la existencia a los disidentes cubanos frente
al catafalco de La Habana, ya no parece trasnochado el temor de tantos
grupos sociales que han acogido con sospecha a estas izquierdas. Que se
demande a los cubanos la renuncia a derechos políticos y civiles para
que el sueño revolucionario continúe alentando a los proyectos
latinoamericanos, siquiera en una dimensión irreal, es una actitud
hipócrita.
Los panegíricos de Fidel Castro evidenciaron el utilitarismo de buena
parte de los signos políticos concurrentes en el funeral celebrado en la
Plaza de la Revolución.
África, razonablemente, recordó su deuda con la intervención militar en
el conflicto de Angola, en el mismo tono que usaron los dignatarios
árabes para evocar el compromiso del gobernante cubano con la causa
palestina. Los cañones cubanos acudieron a la guerra de Yom Kippur en
gesto épico que escoltó a muchos gestos políticos.
Entender el ajedrez de la Guerra Fría ayudará a comprender las
presencias y ausencias de este funeral. Conocidas las empatías y
animadversiones del último medio siglo, sabremos por qué Alá acogerá a
Fidel Castro entre las huríes, a solicitud de su amigo el emir de Qatar.
Sabremos, desde luego, a qué sustancia afín alude el enviado de Irán
cuando compara a la revolución islámica con la revolución verdeolivo. El
caudillismo, los modales autoritarios, el fanatismo mesiánico hacen de
La Habana y Teherán las capitales de sendas teocracias, no importa que
la primera se diga atea.
El encomio de los mandatarios en ningún caso se ocupó —no tenía por qué
hacerlo— de las consecuencias domésticas del Gobierno de Fidel Castro.
En la Cuba voluntariosa del fidelismo se dio una extrañísima paradoja:
el éxito de las políticas exteriores, la estrategia de prestigio
internacional, sirvió para compensar los fracasos administrativos, los
vaivenes de la represión política y el impúdico menosprecio por algunos
derechos humanos.
Por parte de Fidel Castro emparentaron en La Habana las monarquías
árabes, la teocracia, los estados postcoloniales y las izquierdas
populistas. Es padre para unos, hermano para otros. Involucra en la
misma genealogía a los más disímiles, siempre que abracen el talante del
líder, los alcances de su carisma, la timidez de la democracia y la
desconfianza ante la sociedad civil.
Enrique Peña Nieto, el único que se permitió sugerir la apertura
económica y política, bajó vacilante de la tribuna. Saludó a sus
homólogos con turbación. El suyo no fue un panegírico convencional.
Evitó las consignas, se ahorró la estridencia del aplauso. Cuba, por
supuesto, lo celebró menos que a Daniel Ortega. Porque Cuba, modelada en
el énfasis, sólo comprende el parentesco por parte de Fidel Castro.
Los panegíricos dicen, a fin de cuentas, que la realpolitik no hace
ascos del mito. Dicen, ante la urna cineraria, que la democracia es el
paño tibio y apenas sirve para ir calentando la mano.
Source: Qué dicen los panegíricos de Fidel Castro | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1480617374_27107.html
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