El hombre nuevo del Neandertal
¿Histeria colectiva? ¿Mala leche? ¿Falta de educación formal? La Habana
es un campo de batalla verbal
Miércoles, junio 1, 2016 | Víctor Manuel Domínguez
LA HABANA, Cuba.- Se disparan alarmas educativas. Suenan tiros de
control estatal. Los amanuenses del poder escriben, parlotean, regañan
desde cualquier borroso papel, plaza o reunión. Los cancerberos
ideológicos y sus tracatanes políticos lanzan mensajes a la nación. Pero
el hombre nuevo del Neandertal cubano, sigue ahí, como el dinosaurio de
Monterroso.
Y no es para menos. Luego de varias décadas demonizando palabras o
expresiones como "permiso", "señor", "buenos días", "por favor",
consideradas aburguesadas o fuera de moda en nuevos tiempos de igualdad
cultural y social, los patanes y trucutús se multiplican y crecen
robustos como el marabú, sin que haya nada que los pueda detener.
Plazas sitiadas por el rumbón
En numerosos artículos y reportajes publicados en diversos frentes de
las trincheras políticas abiertas en la batalla ideológica que libra la
revolución, sólo muere el papel, atravesado por consignas patrioteras,
lamentos nacionalistas, gemidos de identidad y toda esa monserga de
palabrería y patrañas que pasado un minuto nadie puede recordar.
La cuestión es que la disciplina social es un caos. Una bomba de tiempo
que les explotará bajo las narices al poder. Quien siembra lluvias,
recogerá tempestades, como señala el refranero popular. Y el supuesto
desenfado educativo impuesto como signo de virilidad en el
comportamiento nacional, naufraga en el mar rojo de la mediocridad.
Según señalara la doctora Graciela Pogolotti en un artículo, "le
perturba andar por nuestras calles. Empleados indiscriminadamente, los
equipos de audio suman y muchas veces multiplican una sonoridad
avasallante, muchas veces indeseable. Agrede e interfiere la
comunicación humana". Diga usted qué pensarán los que andan a pie.
Pero no es sólo equipo de audio a toda voz, sino también las llamadas a
grito pela'o en medio de una cola, un concierto, la calle o un velorio.
El despelote grupal donde mezclan su arsenal de ofertas, pregones,
palabrotas y vaya usted a saber: buquenques, borrachos, proxenetas,
estudiantes, obreros… y no dude si un monaguillo en comunión.
La Habana es un campo de batalla verbal. Una cueva donde en cualquier
esquina esgrime su macana el cromañón, orina o defeca en una escalera,
detrás de una columna por donde transita la población, pone en práctica
su primitivismo sexual en la vía pública, escandaliza, duerme la mona,
carterea, tima, ensordece y nada suele pasar.
Felicidad cortada o malaleche. De película
Rápidos y furiosos, como en las escenas rodadas en La Habana de una
película que los puso a soñar, los cubanos se alejan del sermón
revolucionario, arrollan a ritmo de conga las normas de convivencia
social, y se sumergen en un rumbón enajenante detrás de un dólar, una
visa, un negocio, un músico, una estrella de cine, un tabaquero de
Tampa, un sacudidor de alfombras de Teherán, como sátiros, bufos o
carneros detrás de lo banal.
El maltrato, la histeria, la burla, son para sus congéneres del
interior. No existe un sector de los servicios, la educación, la salud o
la cultura del cual la población no se suela quejar. Lo mismo para
comprar una croqueta, solicitar las notas o un diploma, extraerse una
muela, que ir a un espectáculo teatral, debe tener billetes o amigos si
quiere resolver sin que medie el peloteo, la mala cara y la demora en
recibir una adecuada atención.
En una ¿carnicería? de Centro Habana, el vendedor agredió a cajas
destempladas a un anciano que le reclamó una novena de pollo de la
semana anterior. Un bodeguero se lio a puñetazos con un cliente a quien
supuestamente le había robado tres libras de arroz. En un P-8 se formó
una pelotera de chupa y déjame el cabo de padre y señor mío porque
alguien le pidió al chofer que bajara el estridente reguetón que hacía
una bulla infernal.
Asimismo, y en cualquier parte donde se aglomere o busque asistencia la
población el ambiente se torna tenso por la "felicidad cortada o la mala
leche", cómo tituló su artículo publicado en Tribuna de La Habana, una
periodista que hablaba de la pérdida de valores en la sociedad, el
estado agresivo de la población y la indisciplina social.
Una taxista expresó para CubaNet que, al conducir un paciente al
hospital Pando Ferrer (Liga contra la ceguera, en Mariano), y ver que la
doctora entraba y salía de otras consultas que no era la suya, o
conversaba en los pasillos, la llamó, y esta, en forma descompuesta le
preguntó qué necesitaba de ella, a lo que le respondió: "seguro que no
es teñirme el pelo, o arreglarme las uñas de los pies: es para que
atienda el ojo a este señor".
De ahí a la discusión fue un paso, pues la doctora decía que había sido
vanguardia en el exterior, su evaluación profesional eficiente, su
militancia en el partido, ni hablar, los cargos en… y el bla, bla, bla
habitual que, a ritmo de gesticulaciones, palabras groseras, más parecía
desarrollarse en el lavadero de un solar y no en el pasillo de un hospital.
Y por ahí anda el comportamiento, los buenos modales y la disciplina
social: en peligro de extinción. Todos viran la cabeza ante la vista de
una cromañona o un cromañón. La cuestión es pasar debajo de una roca el
vendaval. Disfrutar que las ruinas de La Habana fueron declaradas ciudad
maravilla, y ensordecer con un grito a quien se pase de fino.
¿Histeria colectiva? ¿Mala leche? ¿Falta de educación formal?
¿Corrupción? ¿Amiguismo? ¿Desinterés? Quién sabe. El hecho es que la
población cubana se mueve hacia el interior como una manada de búfalos
espantados dentro de un corral. No así hacia el exterior. Ni con quien
puede pagar. Todavía, el Neandertal cubano sigue ahí.
vicmadomingues55@gmail.com
Source: El hombre nuevo del Neandertal | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/el-hombre-nuevo-del-neandertal/
No comments:
Post a Comment