París bien vale una risa
FRANCISCO ALMAGRO | La Habana | 2 Feb 2016 - 9:18 am.
El presidente cubano Raúl Castro acaba de ser recibido con honores en la
república francesa, cuna de la fraternidad, la igualdad y la libertad,
por François Hollande, primer ministro. La noticia sería intrascendente
sin el contexto donde se produce. Más allá de las muchas coincidencias
ideológicas entre ambos dirigentes, la situación socioeconómica de la
Isla y el futuro de su estabilidad política mucho dependen de este y
otros encuentros por venir.
El presidente cubano, aun sin la luz larga y el carisma de su hermano,
es mucho más organizado y concreto. Por si muchos lectores no lo saben,
y ahora que estamos a las puertas de un próximo congreso del Partido
Comunista, Raúl Castro fue el "supervisor en jefe" del llamado proceso
de institucionalización previo al Primer Congreso del Partido Comunista
de Cuba, inaugurado el 17 de diciembre de 1975.
Tema para otro artículo, el hermano menor de Fidel Castro reunió
entonces a un grupo de jóvenes economistas, filósofos, juristas y
sociólogos para crear nuevas instituciones, descentralizar la economía y
algunas decisiones políticas territoriales. Tuvo también la habilidad de
convocar a viejos comunistas y antiguos combatientes de la Sierra
Maestra para incorporarlos, simbólica y fielmente, a redactar una nueva
Constitución, a cooperar con los nuevos ministerios y comités estatales,
a darle al Partido el aire de democracia a la "vieja usanza" que tanta
falta le hacía. Años después Fidel Castro, invocando las mismas
carencias inherentes al socialismo real, centralizó el mando y retomó
las riendas absolutas del poder con el llamado proceso de "rectificación
de errores cometidos".
Una de las "rectificaciones" del Comandante en Jefe fue dejar de pagar
la deuda externa con los acreedores capitalistas del Club de París. Este
grupo informal de prestamistas están interconectados con el FMI y las
más grandes instituciones bancarias. A nadie en su sano juicio se le
ocurriría retarlo. Pero Castro pensó que la solidaridad soviética sería
eterna. Aun no se sabe si fue él quien pateó el tablero, o los
acreedores, nunca santos, se la pusieron, como se dice en el béisbol, en
tres y dos.
El caso es que el Comandante le declaró su propia guerra a los grandes
capitales. En su trinchera de ideas, Fidel Castro convocó congresos
internacionales contra la deuda externa; editaron libros, hicieron
documentales, y los niños aprendieron de memoria el lema de que la deuda
externa —no la interna— era inmoral e impagable. Por supuesto, fue
impagable: la pagamos los cubanos a quienes a partir de entonces ninguna
institución financiera capitalista nos prestó un peso más.
Ahora muchos se asombran de ver al general en París, sonriendo para la
foto. No debía causar sorpresa. A veces da la impresión de que Raúl
Castro, 40 años después, va en reversa: "re-institucionalizar" la Isla y
recomponer las relaciones económicas internacionales, heridas de muerte
tras el portazo en la cara que le dio su hermano y la inimaginable caída
del campo socialista.
El tiempo ha pasado y la mayoría de aquellos jóvenes profesores y
especialistas, los mejores en sus respectivos campos, y que fueran
reclutados en los 70 para reflotar la economía y el prestigio
internacional de Cuba, ya no están en el país, fueron jubilados,
permanecen en "pijama" o han muerto en el anonimato más procaz.
Los Lineamientos pudieran no ser otra cosa que una re-edición, ex
tempore, de aquel malogrado Sistema de Dirección y Planificación de la
Economía, de la Asamblea Nacional y la Constitución de la Republica, de
aquella División Político-Administrativa —ahora no 14 sino 16
provincias—, del diálogo con la Comunidad Cubana en el Exterior,
convertido hoy en embajadas y grupos anti-embargo. No dudemos de que el
próximo congreso del Partido Comunista sea una "actualización" de aquel
primero. Estará condenado al fracaso como entonces, por su errada
concepción marxista-leninista de la sociedad y la economía. Pero ha
quedado como el único intento serio en dar a la Isla una
institucionalidad más allá de la voluntad o el capricho de un hombre.
En toda esta nueva estrategia de sobrevivencia, Europa juega un rol
esencial. El régimen no necesita tanto lavar la cara política pues de
ello se han encargado misericordiosos visitantes en meses pasados. Lo
que el Gobierno más necesita es limpiar las finanzas accediendo a
créditos frescos con intereses bajos e inversiones urgentes en
infraestructuras vitales. Ya los asesores cubanos saben que será muy
difícil negociar con los norteamericanos en un año de elecciones. Esta
vez las reformas de Raúl Castro no tienen de enemigo a su hermano o a
los intransigentes de siempre, sino al tiempo. Y el tiempo es implacable
y se acaba.
París, es, sin lugar a dudas, un escenario crítico. Después de la
re-negociación de la deuda de la era soviética, era el paso siguiente.
La narrativa de la Isla rediviva: Cuba reinsertada en el mundo real.
París, la ciudad donde las reuniones de acreedores y deudores son
presididas por funcionarios de la tesorería francesa. París, la
modernidad y lo clásico en cada esquina, culta y medieval a la vez,
liberal y católica, gremial y sofisticada, altiva y olvidadiza. París,
sitio de convenciones, conveniencias y prioridades. París, la ciudad
donde las risas compartidas son tolerantes maneras de saltarse las
páginas de la Historia.
Source: París bien vale una risa | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1454399891_19911.html
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