La nueva política norteamericana
Queda claro con esta última negociación que la Iglesia católica se ha
convertido en Cuba en un poder con suficiente legitimidad como para
lograr algunos réditos a partir de la ayuda que le ha dado al gobierno
Jorge Camacho, Columbia | 19/12/2014 2:55 pm
En uno de los debates presidenciales antes de salir presidente, Obama
afirmó que él estaba dispuesto a discutir el embargo sin "condiciones
previas". En el mismo debate, Hillary Clinton dijo que había que
negociar con La Habana.[1] Seis años después el panorama político es
diferente. Hillary afirma que hay que terminar con las sanciones a Cuba,
y Obama, acaba de negociar con Cuba el restablecimiento de las
relaciones diplomáticas. Este cambio de opiniones es significativo y no
podemos obviar al analizarlo lo que ha sucedido entre 2008 y 2014. Es
decir, la fecha en que Obama fue elegido presidente y el momento en que
estamos ahora, caracterizado por la polarización más extrema, y el
aislamiento del Presidente en la Casa Blanca.
Por empezar, su decisión de normalizar las relaciones con la Habana
viene precedida de otra decisión no menos solitaria, la de "sacar de la
sombras" a cinco millones de indocumentados. Esto viene unido, a su vez,
a un incremento de las tensiones entre Rusia y Occidente, que han
reactivado los viejos mecanismos de la guerra fría. Por último, responde
a las exigencias de varios presidentes de Latinoamérica y grupos de
intereses, que le han pedido a EEUU que reestablezca sus relaciones con
la Habana. En este panorama complejo, no hay duda que Cuba ha sabido
mover fichas. Estableció una componenda con la Iglesia católica, que
primero le sirvió para deshacerse de los presos políticos, y ahora, para
reestablecer las relaciones diplomáticas con EEUU.[2] Convenció a
Brasil, para que invirtiera cifras millonarias en la modernización de su
Puerto del Mariel, apostando contra toda esperanza, a que levantaran el
embargo, y por último, tomó como cabeza de turco al contratista Alan
Gross, cuya situación movilizó intereses y grupos de poder que lograron
al final su liberación. Hace tres años ¿quién hubiera invertido un
centavo en el puerto cubano con la esperanza de que levantaran el
embargo? ¿Quién hubiera dicho que el Papa llamaría al Presidente de EEUU
para pedirle que reestableciera las relaciones con La Habana? Nadie.
Pero La Habana sabe lo que hace. Tradicionalmente ha obtenido mucho más
réditos de presidentes demócratas que republicanos. De ser un
republicano hubiera corrido el riesgo de haber sufrido un "ataque
quirúrgico" que levantara de cuajo al contratista de La Habana. Pero la
política de "olvido" de Bush, y más tarde, la política de no intromisión
en los asuntos de Hispanoamérica han provocado en gran parte de este
panorama, haciendo posible primeramente que Cuba estableciera estas
redes de intereses con Hispanoamérica, y que un presidente de Estados
Unidos se siente a negociar con el dictador de La Habana. Por otro lado,
Obama sabe también lo que hace, ya que reestableciendo las relaciones
diplomáticas con Cuba complace a países como Brasil y China, que ahora
tendrán pie asegurado en el Caribe para cuando pasen los super-tanqueros
provenientes de Panamá por La Habana, y entorpece asimismo los planes de
Putin, que busca aliados contra Occidente en el juego de pulso que tiene
con los países de la OTAN.
Rusia, recordemos, hace poco anexó la península de Crimea, y ha
hostigado sin cesar desde hace algún tiempo aviones y barcos europeos y
norteamericanos en un intento de que le levanten las sanciones y
posicionarse como un potencia mundial. Recientemente Putin le perdonó a
La Habana más del 90% de su deuda y dijo que quería reforzar sus
vínculos con los países latinoamericanos. ¿Podrá hacerlo ahora que el
presidente Obama ha prometido mantener relaciones más flexibles con
Cuba? ¿Podrá la disidencia aprovechar este nuevo contexto?
Hay que prestar atención a los dos aliados de Cuba en esta negociación:
Canadá y la Iglesia. Es probable que si se mantienen las nuevas medidas
que anunció el presidente Obama, las relaciones entre ambos países pasen
a ser algo parecido a las que han mantenido Cuba y Canadá por los
últimos 56 años. Canadá, por supuesto, no tiene la población de cubanos
que hay en EEUU, y los que viven allí tampoco tienen el poder económico
y político que sus compatriotas en Miami. Por otro lado, queda claro con
esta última negociación que la Iglesia católica se ha convertido en Cuba
en un poder con suficiente legitimidad como para lograr algunos réditos
a partir de la ayuda que le ha dado al gobierno. ¿Querrá capitalizar ese
poder en beneficios propios o ayudará con ello a favorecer quienes se
han opuesto al gobierno? Personalmente no lo creo. La Iglesia en Cuba
esta maniatada. Es un personaje cautivo con influencia externa pero poca
en la Isla. De ella se sirve el Estado para negociar con los poderes
extranjeros, pero la mantiene presa cuando se trata de su influencia en
los cubanos. En cualquiera de los casos el nuevo contexto político
revelará tarde o temprano los nuevos actores de este drama, del cual ha
sido excluido completamente el exilio y la disidencia en Cuba.
[1] Escribí sobre el tema hace varios años en esta misma revista. Véase
mi artículo "Sin condiciones previas"
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/sin-condiciones-previas-138113
[2] Véase mi artículo en esta revista "Sobre los intereses: la Iglesia,
el Estado y los disidentes"
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/sobre-los-intereses-la-iglesia-el-estado-y-los-disidentes-275487
Source: La nueva política norteamericana - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/la-nueva-politica-norteamericana-321279
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