La sagrada plaza o el éxito de una performance en La Habana
Puede considerarse que, pese al intento de impedirla, se llevó a cabo la 
actividad de Tania Bruguera, quien ha pagado con la cárcel por su 
esfuerzo en favor de la libertad en la Isla
Alejandro Armengol, Miami | 31/12/2014 10:22 am
Apenas hay tiempo para imaginar las paradas militares, los desfiles 
gloriosos y el despliegue de banderas. Unas enormes pantallas tratan de 
llamar la atención del visitante, pero lo que se percibe con mayor 
fuerza es la presencia de un aparato disuasivo donde la represión no 
solo es una presencia inmediata sino también un espectáculo: militares 
en patrulla marchando alrededor del sitio; policías en vehículos 
motorizados personales recorriendo el área; ciudadanos vestidos de civil 
que no ocultan que son otra cosa y soldados aislados, que marchan y se 
detienen en atención a los pocos pasos, como si de pronto se les hubiera 
agotado una cuerda breve. Todos son jóvenes, la mayoría de una altura no 
común en el país y de una marcialidad que intenta borrar la dulzura que 
unos pocos años atrás caracterizaba sus rostros. Por todas partes, 
rodeándolo a uno, cámaras y más cámaras de vigilancia instaladas en postes.
Pero si se camina a lo largo de la avenida Dongchang'an Jie y se llega a 
la Wangfuing Dajie, el panorama cambia por completo. El emblemático 
restaurante McDonald no es una puerta ni un puente, como los que han 
quedado atrás tras pabellones y dioses guardianes en la Ciudad 
Prohibida, sino la entrada a un mundo con la ilusión de transpirar lo 
contrario a prohibición y censura. Se inicia entonces un largo 
recorrido, donde establecimiento tras establecimiento define la 
imitación mayor de Times Square que hay en el mundo ―y que a veces 
incluso se aproxima a superarla― como si el único objetivo fuera 
construir tiendas de lujo mayores a las de París y Nueva York.
Si es cierto como dicen analistas, que el futuro de Cuba pasa en buena 
medida por una imitación de China y Vietnam, la Plaza de la Revolución 
será entonces una Tiananmen tropical.
Una Tiananmen como la actual en China, pero sin sangre que recordar, 
aunque ese recuerdo no signifique arrepentimiento sino simplemente falta 
de "precaución y pericia".
En una ocasión, Fidel Castro le afirmó a un oficial de alto rango de la 
seguridad del Estado cubana que la conducta del gobierno chino en la 
plaza de Tiananmen demostraba que no sabía como reprimir al pueblo de 
forma adecuada, y por lo tanto éste se había visto forzado a la 
"dolorosa y poco placentera" tarea de "eliminar" a miles de sus ciudadanos.
La dictadura militar de los hermanos Castro no ha escatimado recursos en 
una maquinaria represiva eficaz, silenciosa y omnipresente. Pero no ha 
sido suficiente. En ocasiones la situación escapa de control y hay que 
recurrir a medios más burdos.
En un proceso que tiene como única razón de existencia el perpetuar en 
el poder a un reducido grupo, el mecanismo de represión invade todas las 
esferas de la forma más descarnada, y sin tener que detenerse en los 
tapujos de supuestos objetivos sociales, que en el proceso cubano 
desaparecieron o pasaron a un segundo o tercer plano hace ya largo tiempo.
Esa represión que no se detiene —aunque ahora prefiere lo momentáneo y 
pausado cuando es posible— y que no distingue, ha vuelto a manifestarse 
en Cuba. Reprimir hoy el más leve intento, para cumplir con la norma de 
que dar un respiro traerá mañana la necesidad de apagar con tanques 
cualquier esfuerzo mayor.
Ayer en La Habana —al impedir las autoridades que la artista Tania 
Bruguera realizara una performance en el lugar, en que intentaba colocar 
un micrófono abierto para que las personas discutieran sobre el futuro 
del país— no se dio un primer paso en este sentido; simplemente se 
reafirmó una tradición. Para los gobiernos totalitarios comunistas o 
poscomunistas las plazas son sagradas, como las catedrales católicas en 
el medioevo. Y al igual que las catedrales hoy, ni el cobro de la 
entrada ni la venta de recuerdos anulan el ritual: más bien lo sostienen.
La permanencia de gobiernos, el paso de sistemas, muertes, sucesiones y 
dinastías han hecho poca mella en ese carácter sagrado, porque 
precisamente se antepone a los cambios terrenales. No ha sido así en la 
Plaza de la Revolución, Tiananmen ni en la Plaza Roja de Moscú —cuyo 
rojo es anterior a la Revolución de Octubre— como tampoco ocurre en el 
mayor centro de poder del mundo encerrado al aire libre: la plaza de San 
Pedro. Basta colocarse junto al obelisco, en su centro, y no dejarse 
avasallar por la magnificencia. sino recordar el detalle del Passetto, 
que une la Ciudad del Vaticano con el Castillo Sant'Angelo: la vía de 
escape, esa que el papa Clemente VII conoció tan bien durante el asedio 
y saqueo de Roma en el año 1527, cuando tuvo que refugiarse en la fortaleza.
Un régimen totalitario busca siempre una vía de escape, sobre todo tras 
el mal recuerdo que dejó Hitler, un empecinado enloquecido que hizo todo 
lo contrario: se refugió en un búnker. El búnker es una mala solución en 
estos tiempos, y quienes lo han intentado y multiplicado en fecha 
reciente terminaron muertos y humillados: Sadam, Gadafi.
La Plaza de la Revolución ha sido y es también un bunker, pero Raúl 
Castro está intentando trazar puentes que al mismo tiempo aseguren la 
vía de escape y la permanencia. Misión imposible porque requiere una 
nueva mentalidad, y aunque se refugie en la "actualización" rehúye de la 
modernidad. De lo que se trataría entonces no es de actualizar el 
modelo, ni siquiera de modernizarlo, sino desconstruirlo, porque lo 
claro y evidente de la revolución cubana ha dejado de serlo atrapado en 
sus paradojas.
De hablar con libertad de esas paradojas trataba en buena medida El 
susurro de Tatlin #6, una performance en dos actos celebrada con todo 
éxito ayer en Cuba. Si consideramos que el primer acto fue el intento de 
llevarla a cabo, el impedirla fue su segunda parte. La represión cumple 
entonces un objetivo teatral y aclara el futuro. No se agota en simple 
actividad represiva sino complementa la representación. Policías se 
convierten en actores que brindan su testimonio voluntario/involuntario 
no mediante la palabra sino al impedirla. Es también una visión de lo 
que le espera a los cubanos, en el mejor de los casos; McDonald y 
Tiananmen a unas cuadras de diferencia. La única pregunta que cabe es si 
se sentirán satisfechos.
¿Ha tenido consecuencias favorables, para la libertad de pensamiento, la 
avanzada mercantil de Occidente en China? La tienda de libros 
extranjeros en la calle Wangfujing Dajie es el mejor lugar para 
desplegar el discurso neoliberal de la libertad tras la Pepsi. Pese a lo 
limitado del muestrario, en lo que a pensadores contemporáneos se 
refiere, se encuentran obras que permiten afirmar un avance en las 
posibilidades de lectura para una clase intelectual y académica. Años 
atrás algo tan simple como dos libros del personaje de comics francés 
Tintín estaban prohibidos en China, El lotus azúl y Tintín en el Tibet, 
hoy no solo se encuentran en los estantes sino en ediciones hechas en 
China. Pero esa presencia de libros hasta hace poco prohibidos no anula 
los casos conocidos y divulgados hasta el cansancio de represión 
intelectual. Hay que añadir esa amplitud en la literatura y el arte no 
constituye, de por sí, el establecimiento de la democracia, aunque en 
cierta medida contribuye. La contrapartida al pesimismo es agregar que 
la vida se hace de pequeños gestos.
Sin embargo, apostar por sacrificar la libertad a cambio de pequeñas 
ventajas económicas casi siempre resulta una mala inversión a largo 
plazo. En otra plaza, la Plaza del Manezh en Moscú, más de un centenar 
de personas fueron detenidas ayer por protestar contra la condena del 
líder opositor Alexéi Navalni.
Por años la oposición al despótico Vladimir Putin ha tenido que luchar 
no solo contra la represión —que llega al asesinato— sino también 
marchar a la opuesta de la desidia de buena parte de la población rusa, 
que satisfecha con la posibilidad de poseer un automóvil o cierto grado 
de mejora económica del país gracias a los altos precios del crudo se 
consideraba satisfecha o al menos prefería "no buscarse problemas".
Al igual que China y Vietnam, Rusia es también un referente sobre el 
futuro cubano, y quizá un ejemplo aun más preocupante, ya que el 
establecimiento de un gobierno autoritario ha sido —y en buena medida es 
todavía— apoyado por buena parte de la población.
Lo que resulta aún más paradójico en el caso ruso es que ese 
autoritarismo no ha tenido que prescindir de todas las libertades 
ciudadanas, sino que puede darse el lujo de mantener algunas. Así, al 
tiempo que la televisión está completamente controlada o en manos del 
gobierno y corporaciones afines al Kremlin, los periódicos gozan de 
cierta independencia por la sencilla razón de que pocos los leen.
Pero con los años ese despotismo ha comenzado a afectar a los rusos no 
solo en sus derechos humanos, sino también en sus bolsillos. La crisis 
económica por la que atraviesa el país es consecuencia directa del mal 
manejo financiero de Putin y la falta de un sistema de control que le 
impida o limite en sus errores.
De nuevo en el caso ruso aparece un esquema similar al cubano: 
ciudadanos que protestan y son reprimidos, partidarios del gobierno que 
de pronto aparecen como contrapartida de los manifestantes y el temor a 
que quienes disienten ocupen una plaza.
Ese afán común al control de los lugares públicos es una manifestación 
de poder, pero también de miedo. Otorga a la plaza una posición única 
porque la convierte también en una ambivalencia: es un centro de poder, 
pero como tal también un lugar de desafío.
Estamos entonces ante una de las consecuencias que podría tener la 
performance que en última instancia, y de acuerdo a la ecuación 
libertad/represión, sí se celebró en La Habana. La Plaza de la 
Revolución ha pasado a ser no solo símbolo del castrismo sino lugar de 
desafío. Es posible que dentro de poco otros se lancen al intento de 
dejar oír su voz en el lugar. Ha dejado de ser simplemente el lugar de 
recuerdo de las glorias y los desfiles en honor de Fidel Castro, para 
ser una referencia hacia el futuro.
Source: La sagrada plaza o el éxito de una performance en La Habana - 
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