El fin de los balseros en Cuba
agosto 14, 2014
Fernando Ravsberg*
HAVANA TIMES — Hace 20 años una salida masiva de balseros -fueron unos 
35 mil- marcaba el principio del fin de esa modalidad de emigración. 
Washington y La Habana se pusieron de acuerdo para devolver a la isla a 
todos los cubanos capturados en el mar.
EEUU aceptó entregar 20 mil visas anuales e inició la política de "pies 
secos-pies mojados", mediante la cual todo aquel que fuera capturado en 
aguas del Estrecho de La Florida sería devuelto a la isla. Cuba 
despenalizó la salida ilegal.
El acuerdo obligó a los emigrantes cubanos a fondear las balsas. 
Empezaron entonces a pagar U$D 10 mil para viajar en lanchas rápidas 
provenientes de Miami o de México, con motores y radares capaces de 
eludir a los guardafronteras de Cuba y al guardacostas de EEUU.
Pero ese es el final de una historia que comenzó en agosto de 1994 con 
un rumor: dicen que dicen que vendrán barcos desde Miami al puerto de La 
Habana para recoger a todo el que quiera irse, reeditando el éxodo del 
Mariel de 1980.
Ocurría en el peor momento económico, cuando el país había tocado fondo, 
con la gente sufriendo una escasez brutal de alimentos, sin ropa ni 
zapatos, con apagones eléctricos de más de 8 horas diarias y la 
paralización total del transporte público.
Como telón de fondo, la estrepitosa caída del mundo socialista europeo 
eliminaba cualquier esperanza de rescate. Nadie soñaba entonces que en 
América Latina se instalarían gobiernos amigos de Cuba o que Chávez 
sería presidente de Venezuela.
CUBA ARDE
Desde la mañana del 5 de agosto, ríos de gente bajaban corriendo por las 
calles de La Habana Vieja y Centrohabana cada vez que alguien anunciaba 
la llegada de los barcos pero chocaban con una cadena de policías que 
les impedía acercarse al puerto.
Nunca supe cuál fue la chispa que provocó la explosión pero en el 
momento en que pasaba con mi automóvil por la calle San Lázaro se desató 
la violencia. La gente se fue a pedrada limpia encima de los policías y 
estos disparaban al aire sin asustar a nadie.
Al rato llegaron los antimotines del socialismo, obreros de la 
construcción armados con cabillas y palos. El enfrentamiento fue lo más 
violento que he visto en Cuba y parecía que nunca se iba a acabar porque 
ninguna de las partes cedía terreno.
De repente, en medio del tumulto, apareció Fidel Castro caminando solo 
con Felipe Pérez Roque. Como una película detenida en un cuadro todo se 
congeló por un instante. Pasado el primer shock sus seguidores 
comenzaron a vitorearlo y los opositores dejaron de lanzar piedras.
Estando a medio metro de los periodistas apareció su escolta y, casi por 
la fuerza, lo subieron en un Jeep abierto. Así recorrió el malecón 
amenazando a los gringos con dejar de cuidarles la frontera si permitían 
que las radios de Miami continuaran con los rumores.
Unas horas más tarde el jefe diplomático de los EEUU en Cuba comete el 
error de enviarle una amenaza. Fue más que suficiente, el propio Castro 
anuncia en la TV nacional la apertura de las fronteras para todo aquel 
que quisiera abandonar la isla.
A toda máquina se construyeron miles de balsas, algunas se fabricaban en 
la misma costa, otras eran trasladadas desde las barriadas y se lanzaban 
en el malecón. Se dispararon los precios de las cámaras de automóvil, 
los bidones vacíos, la lona, la poliespuma y las brújulas.
Habían pasado 14 años desde la salida de Mariel pero el cubano era mejor 
persona, no hubo tiradera de huevos, insultos ni agresiones. Por el 
contrario, abundaron los abrazos, las lágrimas y los deseos de una buena 
travesía. Por haber había hasta fiestas de despedida.
Washington advirtió a los balseros que serían internados en la Base 
Militar de Guantánamo y lo hizo pero no los desalentó. Un vecino mío, 
electricista, fue trasladado a una base en Panamá donde se enfrentaron 
con los marines y terminaron presos dentro de las perreras.
Cuando el Presidente Bill Clinton comprendió que ninguna de sus amenazas 
detendría el flujo de emigrantes se sentó a negociar con La Habana y 
meses después se firmaron los acuerdos migratorios que siguen vigentes 
hasta el día de hoy.
Pero para entonces ya 35 mil cubanos habían emigrado, entre ellos muchos 
de los que protestaron en las calles, tiraron piedras a los hoteles y se 
enfrentaron a la policía. Washington había librado a Fidel Castro de su 
oposición más violenta, decidida y radical en el momento más difícil de 
la revolución.
Source: El fin de los balseros en Cuba - Havana Times en español - 
http://www.havanatimes.org/sp/?p=98259
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