El "cuentapropismo" ¿solución o problema?
Ponencia de Miriam Celaya en la  XXIV reunión de la Asociación para el 
Estudio de la Economía Cubana en Miami
MIRIAM CELAYA, Agosto 05, 2014
La puesta en marcha del grupo de reformas económicas bajo el programa 
oficialmente etiquetado como "actualización del modelo", impulsado por 
el General-Presidente, Raúl Castro, se inscribe en una estrategia 
destinada a la solución de numerosos problemas de orden económico y 
social que mantienen en crisis al sistema cubano. Se trata de un intento 
de hacer productiva una economía largamente estancada tras décadas de 
férreo centralismo, así como de desembarazar al Estado del peso que 
implica el sostenimiento de las prestaciones sociales y los subsidios 
establecidos cuando existía el respaldo del desaparecido "socialismo 
real" de Europa del Este.
De hecho, el gobierno pretende justificar la excesiva carga tributaria 
que pesa sobre el sector cuentapropista argumentando que este tributo ha 
de ser el sostén de las prestaciones sociales que durante décadas se 
nutrieron de aquellos inmensos subsidios procedentes del exterior.
Así, el gobierno aspira a fomentar "una nueva mentalidad", en virtud de 
la cual la población cubana ha de recuperar la cultura tributaria, 
perdida por más de 40 años de paternalismo de Estado, tras la Ofensiva 
Revolucionaria que en marzo de 1968, en pleno apogeo fidelista, demonizó 
y suprimió la pequeña propiedad privada en Cuba.
Sin embargo, el verdadero reto para el General-Presidente es tratar de 
introducir cambios en el sistema económico sin modificar en lo más 
mínimo el sistema político; es decir, mantener incólume la capacidad del 
Gobierno-Estado-Partido para retener el poder en cualquier 
circunstancia, para lo cual pretende aplicar una fórmula condenada de 
antemano al fracaso: aspirar al crecimiento del sector "no estatal" 
(privado) y a la vez evitar el surgimiento y consolidación de un 
empresariado nacional independiente. Dicho en otras palabras, "cambiar" 
para impedir o retrasar los cambios, lo que explica que la esperada 
apertura mantenga demasiados cierres, y que el General Raúl haya 
adoptado un ritmo tan sui generis como ajeno a las urgencias de los 
cubanos: sin prisa, pero sin pausa.
De esta manera, las reformas raulistas constituyen una ruptura respecto 
del orden fidelista, absolutamente centralizado, gracias a medidas que 
rompen el inmovilismo y a la introducción de cambios legales de 
relevancia, pero en la práctica los cambios han sido más nominales que 
reales para los cubanos de la Isla.
Un balance negativo
Según indicadores publicados en la prensa oficial, hacia mediados de 
2012 existían alrededor de 400 mil cuentapropistas registrados en la 
Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), cifra que se 
mantiene más o menos estable en los discursos, a pesar del cierre de 
numerosos pequeños negocios, en especial los que se dedicaban al 
comercio de prendas de vestir, calzado, bisutería y otros artículos 
importados, que constituían mayoría.
La página web de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información 
(ONEI), sin embargo, no ofrece la actualización precisa ni publica datos 
sobre aquellos cuentapropistas que en un número indeterminado, pero 
importante, se han visto obligados a devolver sus licencias debido a las 
numerosas trabas oficiales que lastran el desempeño del sector y 
asfixian a los más frágiles, es decir, a los de menor capital. Es sabido 
que en ausencia de información libre y de la posibilidad de contrastar 
datos, las cifras oficiales siempre son cuestionables.
No obstante, el mencionado cierre de numerosos comercios es un fenómeno 
visible y perfectamente verificable en el escenario urbano, aunque no se 
pueda respaldar con números exactos debido a que las estadísticas 
oficiales también se subordinan a la política gubernamental. Fuentes 
autorizadas con reserva obligada aseguran que aproximadamente la cuarta 
parte de los cuentapropistas que estaban registrados por la ONAT en 
2012-213 –momento en que se alcanzó un pico de entrega de licencias–, 
las han devuelto, y consideran que las causas de esto son la 
insostenibilidad de los negocios por la alta tasa impositiva, las 
numerosas prohibiciones y frenos oficiales, las cuantiosas y elevadas 
multas, la corrupción de inspectores y funcionarios, la indefensión 
jurídica de los inversores, etc.
Otro dato que no registra la ONEI es el retorno al mercado ilícito –del 
que procedían– de al menos una parte de esos comerciantes, lo que 
implica un obstáculo a la declarada lucha contra la corrupción y genera 
un panorama social complejo en el cual coexisten elementos que, creados 
con el objetivo de establecer un mecanismo capaz de animar la economía y 
funcionar armónicamente, constituyen universos antagónicos con fines 
contrapuestos: el sector privado, que lucha por sobrevivir a contrapelo 
de las trabas oficiales y de las extorsiones de funcionarios 
inescrupulosos, para lo cual incurre en violaciones de las normas 
establecidas; el gobierno, que intenta activar la economía interna e 
imponer una cultura tributaria onerosa que le permita desprenderse del 
peso de los subsidios sociales, a la vez que frenar la corrupción 
galopante utilizando para ello un enorme cuerpo de inspectores y las 
fuerzas del orden; y estos últimos, cuyo desempeño comúnmente conduce a 
la corrupción, toda vez que en Cuba ningún salario ni compensación 
material resulta suficiente para encarar el costo de la vida. En 
condiciones de supervivencia, todo individuo es potencialmente corruptible.
Como corolario, se debilitan el sector empresarial y la credibilidad de 
la población en las políticas gubernamentales, a la vez que se consolida 
la corrupción y se debilita más aún la economía.
Los cambios pendientes
Más de un lustro después de la asunción al poder por el general Raúl 
Castro, y de la implantación del experimento gubernamental que éste 
denominara "actualización del modelo", puede afirmarse que las reformas 
raulistas han fracasado. La economía interna no ofrece avances de 
consideración, a nivel social no se registran beneficios y la carga 
tributaria –pese a su elevado monto– no puede asumir el costo de las 
prestaciones sociales, que continúan deterioradas.
En el último año se ha hecho evidente que el trabajo por cuenta propia, 
en particular en la esfera de los pequeños negocios familiares, 
comercios y restaurantes o cafeterías, está sufriendo un proceso de 
ralentización-contracción.
El intento gubernamental de introducir cambios en la economía sin 
reconocer libertades y derechos ciudadanos y pretendiendo mantener 
inamovible la política del país, ha demostrado ser irrealizable y no 
hace más que profundizar la crisis y aumentar el desaliento y la 
insatisfacción social.
La realidad cubana impone realizar un viraje sustancial y profundizar 
radicalmente en el programa de reformas, partiendo de los siguientes 
pasos esenciales:
- Entregar la tierra en propiedad (y no en usufructo) a los productores, 
como primer paso para el aumento de la producción agraria.
- Implementar una política de bajos impuestos, en particular en los 
primeros años de establecido un proyecto inversionista.
- Creación de un mercado mayorista real y efectivo, capaz de satisfacer 
la demanda y, en consecuencia estimule la producción y propicie la baja 
de los precios de los alimentos, así como la sustitución de importaciones.
- Crear un adecuado (y realista) sistema de créditos bancarios con 
intereses y plazos razonables, que faciliten las inversiones, apoyen la 
mejor recuperación del capital y mitiguen los riesgos de los 
inversionistas nacionales.
- Reconocer y legalizar los derechos de información, comunicación y 
libre asociación. Es imposible producir y prosperar a espaldas del 
conocimiento y de las nuevas tecnologías. Es irracional impedir que los 
individuos que producen se asocien en defensa de sus intereses.
- Eliminar los condicionamientos ideológicos y la exigencia de 
compromisos con la política del gobierno, implícitos en las actividades 
del sector privado. La coacción ideológica actúa negativamente sobre el 
desenvolvimiento de las actividades productivas y comerciales y refuerza 
la doble moral, ya entronizada en la sociedad cubana.
Por supuesto, la aplicación de estos principios daría paso a un nuevo 
escenario político donde el ciudadano fungiría como protagonista 
empoderado de derechos y libertades, y no como un rehén del gobierno 
para obtener ganancias, algo que sabemos no se puede permitir la cúpula 
pues su índole dictatorial no sobreviviría a la existencia de espacios 
de libertad ciudadana. Tal es la contradicción esencial de las reformas 
raulistas.
De cualquier modo, el proceso de "actualización" emprendido por el 
gobierno ha permitido vislumbrar la voluntad de emprendimiento y las 
ansias de prosperidad de los cubanos, así como la incapacidad 
gubernamental para cumplir estas expectativas.
Cambiar para no cambiar, es el dilema que no ha podido resolver la 
cúpula. Cambiar profundamente las estructuras de la economía, utilizando 
para ello las herramientas que ofrecen los derechos, es el experimento 
imprescindible que espera por su implementación.
Source: El "cuentapropismo" ¿solución o problema? - 
http://www.14ymedio.com/opinion/economia-cuentapropistas-reformas_raulistas_0_1609639026.html
 
 
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