INTERNET
¿Desinformados o pobres?
YUSIMÍ RODRÍGUEZ LÓPEZ | La Habana | 19 Ago 2013 - 8:17 am.
La blogosfera, la prensa oficial, el dinero… Un recorrido por el acceso
a la información en la Cuba de hoy.
Hace un par de días, dos vecinos conversaban bajo mi casa sobre una
noticia publicada en el periódico Granma, órgano oficial del Partido
Comunista. No sé cuál era la noticia, pero uno decía al otro: "Salió en
el Granma, léelo", como prueba de veracidad. El otro respondió: "Yo no
creo en lo que dice el Granma; yo leo internet".
Un año atrás, me habría sido difícil escuchar una conversación como esta
entre vecinos, no creo que alguien hubiese hablado tan alto para
cuestionar la credibilidad de la prensa oficial nacional. Tampoco sé si
mi vecino podía conectarse a internet hace un año o solo un par de
meses, ni por qué vía, en caso de que pudiera hacerlo.
Muchos cubanos se conectaban antes de que el acceso a la red de redes se
generalizara de forma legal para los nacionales. ¿Cómo? Algunos desde
sus centros de trabajo, de forma legal y gratuita, contaban con acceso a
las páginas que el Gobierno consideraba. Otros accedían desde embajadas,
lo que es absolutamente legal, pero mal visto por nuestras autoridades:
muchos no recurrían a esta vía por miedo a un estigma, a que alguien
pudiera echarles en cara, por ejemplo, haberlos visto entrar en la
Oficina de Intereses de Estados Unidos.
Otros compatriotas accedían a internet "por la izquierda". Alguien te
susurraba "fulanito tiene internet, pero no se puede saber, es por la
izquierda". Nada extraño en un país donde la ilegalidad parece ser un
requisito previo para que las cosas alcancen el ansiado estatus de
legales. Por ejemplo, la gente ya vendía sus casas y sus carros antes de
que fuera legal hacerlo, nada extraño en un país donde se puede ir preso
por una ilegalidad justo el día antes de que esta deje de serlo. Así
pasó con la tenencia de divisas: un día marcaba la diferencia entre un
ciudadano integrado y cumplidor de la ley y un delincuente; al día
siguiente la marcaba entre un muerto de hambre y un ciudadano con
privilegios.
Porque al final, todo es una cuestión de dinero. Es el dinero lo que
marca la diferencia. ¿No queríamos tener el derecho de entrar a los
hoteles de nuestro propio país, a viajar, a adquirir una casa o un
carro, sin necesidad de ser deportistas de alto rendimiento ni figuras
importantes de la cultura? Pues ahí están nuestros derechos, vamos a por
ellos. ¿Qué nos detiene? El dinero.
El Gobierno parece estar tan consciente de que no lo tenemos que, según
la vox populi (que casi siempre lleva algo de razón) cuando un ciudadano
cubano residente en Cuba se ha hospedado en hoteles con una regularidad
fuera de lo considerado normal, lo anotan en una lista y luego se le
cuestiona cómo puede darse ese lujo. Pero esto puede ser un rumor. A
nuestro Gobierno se le atribuyen muchas cosas malas y buenas. No todas
son ciertas (ni las malas ni las buenas).
Lo cierto es que el dinero ahora no solo nos divide en cubanos que
pueden hospedarse en un hotel y cubanos que ni lo sueñan; entre cubanos
que pueden comer en restaurantes como Doña Eutimia, El Decamerón o La
Mimosa, y cubanos que solo pueden costear una pizza de diez pesos (con
dolor). Ahora el dinero también nos divide en cubanos que pueden acceder
a internet, y cubanos que nunca lo harán ni les importa, porque primero
deben pensar en comer. Usted no puede pensar en tener información, si
antes no tiene el estómago lleno y ropa más o menos decente para
vestirse y vestir a la familia.
Supongo que esa es la diferencia entre mis dos vecinos. Uno de ellos
puede costear internet y desechar el Granma como fuente de información
(no sé si está consciente de que tampoco todo lo que se publica en
internet es confiable); al otro le toca conformarse con la prensa
nacional oficial que no cuesta más de dos pesos, incluso si se le compra
a revendedores.
Hace un año, me quejaba de que los cubanos solo teníamos acceso a los
medios nacionales oficiales de información, que contenían aquella
información que al Partido-Gobierno le interesaba que consumiéramos,
procesada en la forma en que al Partido-Gobierno le interesaba que la
consumiéramos. Ahora se puede ir a esas salas que se han abierto en el
país, y contratar servicios de navegación por la red (nacional e
internacional) y de correo electrónico (nacional e internacional). No es
noticia que una hora de internet en Cuba cuesta 4.50 CUC la hora, poco
más de 5 dólares y poco menos de la mitad del salario mensual de un
trabajador. Lo más barato es la cuenta de correo electrónico nacional,
1.50 CUC la hora. Pero bueno, usted decide, tampoco es que lo estén
obligando a acceder a internet.
Me habían dicho que en estas salas de navegación era posible acceder
incluso a El Nuevo Herald, por poner un ejemplo, y es verdad. Tuve la
oportunidad de comprobarlo hace un par de semanas, cuando decidí hacerme
el harakiri y crearme una cuenta de internet. La conexión es rápida, al
menos comparado con lo que yo conocía; y sí, se puede acceder a
cualquier publicación, incluso, si critica al Gobierno. Esto es la
libertad de información, me dije. Ya no puedo hablar de cubanos
desinformados; hay simplemente cubanos pobres.
Estar informados cuesta, en Cuba y en el mundo. Solo que nosotros
estamos entrando al ruedo justo ahora. En el mundo hay sitios donde la
información es gratis, y sitios donde usted se suscribe para recibir
información, sitios donde usted lee parte de una información, y paga
para recibir el resto, y sitios donde usted paga para recibir
información de calidad. Los cubanos simplemente estamos entrando en el
siglo XXI. Lo que pasa es que a estas alturas del partido, todavía nos
asombra a veces descubrir que las cosas no son como nos hicieron creer
que eran; que en realidad, no todos somos iguales, y en el futuro
seremos menos iguales.
Esa era mi conclusión hasta que intenté algo tan simple como acceder al
blog Generación Y, de la bloguera Yoani Sánchez, que por increíble que
parezca no había leído nunca.
Pude leer un par de artículos suyos que fueron linkeados o publicados en
otros sitios, pero no a su blog. Lo peor es que me tomó tiempo darme
cuenta de que no podía acceder. Como estoy acostumbrada a que la
internet sea lenta, esperé, esperé y esperé, viendo cómo se me iban los
minutos y el dinero.
Intenté lo mismo con el blog Sin evasión, de Miriam Celaya, y con el de
Reinaldo Escobar. En todos los casos pude acceder a artículos y
entrevistas, pero no a los blogs. Repetí la operación con David Canela,
periodista de Cubanet. No pude leer ni sus artículos. Tampoco pude
acceder a dicha publicación. Pregunté a las trabajadoras que atienden la
sala si los blogs, como Generación Y, por ejemplo, estaban bloqueados.
No sabían qué era Generación Y, ni quién era Yoani Sánchez. Nada para
asombrarse; le pasa a mucha gente en Cuba. Les expliqué, con cierta
dificultad porque me di cuenta que no sé cómo definir a Yoani:
¿Disidente? ¿Opositora? ¿Ciudadana altamente incómoda para el Gobierno?
Finalmente me dijeron que ese tipo de sitios o blogs están bloqueados.
Luego supe que la página de clasificados Revolico está bloqueada también.
Pude haberme ahorrado dinero y tiempo, de haber leído el contrato de
internet que firmé:
El artículo 9 de las generalidades del servicio establece que "ETECSA
queda exonerada de responsabilidad civil por las limitaciones de acceso
a los contenidos, la veracidad, calidad y exactitud de la información
publicada en sitios...".
Ahora no estoy segura de que baste con tener dinero. Las cosas no
parecen ser tan simples. Usted puede pagar, pero eso no garantiza que
tendrá acceso a la información que le interesa. Usted no decide qué
información va a consumir. ¿Al final seremos solamente pobres, o
estaremos, además, desinformados?
Source: "¿Desinformados o pobres? | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1376573697_4658.html
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