Chorro de plomo
Viernes, Agosto 2, 2013 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org - El tipo nos cayó pesado desde
la primera vez que lo vimos. No sólo por su repelente barriga (aquí los
barrigones resultan repelentes, quizá porque todos los jefes son
barrigones), o por su voz aflautada, que no le armoniza con el físico,
un rasgo propio de las personas sin clase. También, y sobre todo, por la
forma en que discursea, con el estilo de los dirigentes del decenio
gris, utilizando incluso su misma jerga y ese énfasis tan falso que
desmiente a priori todo cuanto dicen. Los frívolos de la prensa
empezaron a llamarle "El Zar de las reformas económicas", pero para la
gente de a pie nunca ha dejado de ser otro panzudo pancista que ni
pincha ni corta y que, para colmo, posee uno de los defectos que más nos
cuesta perdonar en las figuras públicas: la falta de gracia.
Gota que vino a colmar la copa fue su discurso en la Asamblea Nacional,
a principios de julio, donde se dio gusto regurgitando en torno a la
actualización del modelo económico cubano, algo que nadie sabe aún en
qué consiste, aunque se sospecha que tal vez sea como conservar en
carburo un aguacate podrido.
Zar o zarandaja, da lo mismo como le llamemos, porque al final no es
sino otro muñeco del ventrílocuo. Marino Murillo habló hasta por los
codos (para los diputados, para algún que otro jefe, y para la prensa
internacional, pues nadie más le presta atención en estos lares),
detallando las virtudes de la empresa estatal socialista. En fin, más de
lo mismo. Así que en nada hubiese mejorado o empeorado su imagen hacia
adentro, si no llega a ocurrírsele, casi a última hora, alebrestar a la
manada de los inspectores y los policías para que otra vez se lanzaran
en pos de los cuentapropistas. Con este traspié ha conseguido encabezar
la lista de los dirigentes del régimen que más odia la población cubana.
El zar de plomo podrían llamarle a partir de ahora los frívolos de la
prensa.
Al día siguiente de su discurso, muchos de los sitios donde han
concentrado a los merolicos –para que estén a mano de un tirón-, fueron
tomados por asalto, literalmente. Por ejemplo, en La Copa (42 y Primera,
en el municipio Playa), uno de los principales y más concurridos,
desembarcaron gendarmes e inspectores a primera hora y establecieron un
cerco del cual no se podía salir. Su objetivo: decomisar sin
contemplaciones todas las piezas y accesorios de plomería que estuviesen
en venta, sin que importase que sus comercializadores presentaran
documentos justificando la adquisición en forma legal.
En el concentrado cuentapropista de Cinco Palmas, en La Lisa, sucedió
otro tanto. De más está decir que ni en estos sitios, ni en ninguno de
los muchos otros que fueron allanados aquel día por las fuerzas
represivas de La Habana, los imputados contaron con el elemental derecho
humano de ser inocentes mientras no se compruebe lo contrario. De nada
les valió presentar facturas y papeles.Se les despojó violentamente de
sus pertenencias, y sin la posibilidad de reclamo.
Aburre ya repetir la misma cantaleta de que han creado un sistema de
comercio particular poniendo cuidado en no garantizarles una
infraestructura, con lo cual los mantienen siempre a su merced, para
cada vez que necesiten acusarlos de adquirir sus productos ilegalmente.
Sin embargo, en esta ocasión, ni siquiera acudieron a la mañuela de
inculpar sólo a los que no pudiesen probar su inocencia.
Caso lastimoso donde los haya es la cancelación de las licencias de un
numeroso grupo de merolicos (ancianos en amplia mayoría) que se
dedicaban a vender legalmente viejas piezas de plomería: tuercas,
tornillos, pedazos de tubos, flotantes, zapatillas… que recogían en los
basureros, o elaboraban en forma rústica, pero que dados sus bajos
precios, a tono con las necesidades y los escasos recursos económicos de
la gente, resultaban de gran demanda para remediar problemas domésticos.
El zar de plomo los ha dejado sin la única comida caliente (de chícharos
con alguna que otra croqueta) que ingerían al día.
No en balde se encuentra hoy en la punta de la ola en lo que a repulsión
popular se refiere. Total, a fin de cuenta, él no es menos tuerca
oxidada que las que vendían los merolicos, con la diferencia de que
aquellas nos servían para algo.
Source: "Chorro de plomo | Cubanet" -
http://www.cubanet.org/articulos/chorro-de-plomo/
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