Chong Chon Gangsters, S. A.
ORLANDO LUIS PARDO LAZO | Pittsburgh | 2 Ago 2013 - 12:36 pm.
El buque norcoreano detenido en el canal de Panamá rebasa el terreno del
terrorismo de Estado para ubicarse en el campo mucho más explosivo de la
ficción.
El buque norcoreano Chong Chon Gang, con la barriga caramelizada de
armas y detenido en el canal de Panamá, rebasa el terreno del terrorismo
de Estado para ubicarse en el campo mucho más explosivo de la ficción.
Como títere de un Tarantino totalitario —al igual que con los 5
Espías/Héroes de la Red Avispa en EUA, aquí todos los roles son
relativos—, el supuesto capitán cogió un cuchillo salido del director
¿de arte? y trató de cortarse el cuello, acaso para ahorrarle luego esa
molestia al Gran Camarada de la tercera camada: Kim Jung-Un.
El Gobierno cubano se apresuró a negociar un arreglo en secreto con el
de Panamá, antes de que la mierda llegara a los medios. Dada la magnitud
del contrabando —por menos que eso muchas capitales han sido
bombardeadas—, no sería de extrañar que desde La Habana ofrecieran
licencia gratis para abrir en Cuba no uno, sino mil canales de Panamá a
lo largo y estrecho de la Isla. Benicio del Toro lo prometió en Vietnam
y Alfredo Guevara casi lo cumple en el Caribe.
El presidente panameño en persona, con su neorrealista nombre de Ricardo
Martinelli, fue quien dio la voz de alarma, como golpe de efecto ante su
electorado. Y lo hizo, por supuesto, en Twitter, que es la medida de
todas las cosas, y donde incluso Dios ya tiene cuentas verificadas en
distintos idiomas.
Nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores hizo entonces su mea Cuba, y
reconoció que había embarcado algunos cohetes viejos y aviones que, a
estas alturas de la historieta, no podrían hacer más daño. Se les dio el
trato de armas de utilería, esas que de vez en cuando matan por
accidente a algún extra o doble, cuyo tributo queda fuera hasta de los
créditos del film.
Después, aparecieron más y más contenedores, incluidos algunos con
explosivos. Era el clásico cut to the chase pues no hay dramaturgia
decente sin una bomba como colofón. Los tanques en pena más que
pensantes de La Habana y Pyongyang debieron sentarse a toda carrera a
reescribir el final. Incluso en democracia hay líderes que trabajan así,
sin que todo esté amarrado de antemano por el guión gubernamental.
Los sacos de azúcar fueron embalados molecularmente en un puerto
clandestino de Cuba, por lo que deberán ser retirados ahora de manera
manual, uno a uno. Al inicio, iba a tardar días. Por el momento, tardará
unas cuantas semanas. Nadie sabe a ciencia cierta la cifra natural de
sacos, por lo que ningún experto se atreve a descartar la eventualidad
de que esta constituya un número irracional. O infinito. En ese caso,
los estibadores de Panamá han caído en una trampa borgeana. Acaso en una
Caja China. En cualquier caso, su faena de descarga a perpetuidad es
otro hallazgo del aleph.
En las postrimerías de la Revolución, es pertinente borrar las
evidencias de la barbarie. Debajo del azúcar, las armas como elemento
para desviar la atención. Debajo o dentro de las armas, podría estar
camuflada la clave narrativa de toda esta debacle.
¿Qué están sacando realmente los norcoreanos de la Cuba de Castro 2.0?
Reconozco que empieza aquí mi desesperación de escritor.
Cadáveres, para empezar, esa fuente de suspense insustituible: muertos
insignes —o falsamente desaparecidos— cuyos restos de ADN se quieren
mandar al cosmos o hacerlos plasma gracias al programa nuclear de Kim
3.0. Por supuesto, podría tratarse de una fuga de dinero al por mayor,
sacado de las remesas completas del exilio cubano, para burlar por
millonésima vez al embargo comercial de Washington (otra arma obsoleta,
en este caso en contra de la Revolución).
Según las interminables toneladas de azúcar, es posible que estén
sacando también a familias dinásticas enteras, que acaso ni se enteran
de que el buque no se mueve más, y aún siguen en sus contenedores
hi-tech, jugando go o golf digital, sin saber que Pyongyang ya no los
espera. Ricardo Martinelli debería de twittear un poco menos y
garantizar la seguridad de estos polizones que, hasta hace muy poco,
eran los polizontes políticos de la patria. Si es "con todos y para el
bien de todos", los emigrantes de élite y los represores revolucionarios
tampoco han de estar excluidos.
Es cierto que el Chong Chon Gang pudo estallar por su no declarada carga
criminal —en Cuba hay tradición de aviones y barcos civiles que volaron
por esa causa—, pero no es menos cierto que la tragedia hubiera ocurrido
en la región más estrecha del continente americano, lo que en buena ley
rebajaría cualquier condena internacional solo al rango de terroristmo.
Es cierto que se violaron varias disposiciones de Naciones Unidas,
siempre tan controvertidas y manipuladas a la hora de votar, pero ya
sabemos que muchas potencias las desconocen según sus bloques de
intereses. Es cierto que en Cuba hoy apenas se produce azúcar para
consumo de nuestra población, pero nadie ha probado literalmente todavía
un granito de esos sacos (¿qué tal si es sal de Caimanera, por ejemplo,
o arena de Varadero para de paso exportar ese rubro de lujo?). Es cierto
que Cuba podría terminar más aislada junto al bloque del ALBA u obligada
a pagar millones por lo que podría considerarse una agresión militar en
tiempos de paz.
Pero la obsesión de lo verdadero no debe cegarnos ante lo trivial de lo
verosímil, sin lo cual ningún arte es auténtico. Condenadlos, no
importa: Hollywood los absolverá.
Source: "Chong Chon Gangsters, S. A. | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1375439761_4476.html
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