Publicado el martes, 07.24.12
¿Fue Oswaldo Payá asesinado?
Nicolás Pérez
Mucha gente está equivocada, la revolución castrista evita matar a sus 
enemigos. Prefiere neutralizarlos o dejar que se exilien en Miami. Solo 
aplica la solución final cuando el enemigo es terco. No hay cosa que la 
revolución más odie que la terquedad de un opositor, porque para 
intransigencias, las revolucionarias.
El castrismo ha utilizado diversas formas de volar sin lastres, la más 
conocida es el fusilamiento. Acto que cumple las formas. Se enjuicia al 
acusado donde hay tribunal, fiscal, abogado defensor y una carpeta que 
muestra que la víctima es un enemigo irreconciliable de una revolución 
que fue instaurada para hacer a un pueblo feliz, lograr la igualdad 
social y salvaguardar la soberanía nacional. Cuando termina el juicio, 
el fiscal advierte generalmente que el acusado no actuó solo sino que 
fue un instrumento del imperialismo yanqui. La sentencia tiene una 
diferencia con la de los países democráticos: no tiene nada que ver con 
lo que dijo la defensa o la fiscalía, ni se discute en una habitación 
cerrada por los miembros del tribunal. Siempre llega de arriba, como 
sucedió el 20 de abril de 1961 cuando fusilaron a Rogelio González 
Corzo, "Francisco", o en julio de 1989, cuando fusilaron al general 
Arnaldo Ochoa y a Tony de la Guardia.
En los fusilamientos de La Cabaña, cuando se dicta sentencia, varios 
soldados cerca del condenado saltan sobre él, lo inutilizan para evitar 
cualquier sorpresa desagradable y lo llevan a una celda llamada Capilla, 
y porque la revolución es generosa inmediatamente le comunican la pena, 
no hay por qué hacer sufrir a nadie. En los 60 y 70 se podía seguir 
desde las galeras incidentes del espectáculo a través de los fosos que 
comunican directamente con el paredón. Siempre se fusila de noche. 
Apenas corre brisa. Primero se escucha el ruido del motor de un jeep, 
luego silencio mientras atan al hombre al palo, inmediatamente voces de 
mando, descarga de fusiles y segundos después el sordo y seco tiro de 
gracia coronado por una multitud de risas y aplausos, porque la justicia 
revolucionaria es algo que merece disfrutar el pueblo como un día de 
playa en Guanabo o Varadero. Esto lo viví: en 1962, desde la galera 10 
de La Cabaña, en una noche escuché 16 de estos fusilamientos.
Tampoco la revolución mata por placer, lo hace con el propósito de 
infundir miedo o como escarmiento. Y no solo ha utilizado el paredón 
para que se respire aire puro en la isla, también ha matado con 
impunidad a bayonetazos o disparos a decenas de presos desarmados e 
impotentes. Y ha ultimado en huelgas de hambre a Pedro Luis Boitel, 
Orlando Zapata Tamayo y muchos más. Muertes con las que el castrismo no 
se responsabiliza, y seamos comprensivos, ¿es culpa de ellos que tengan 
opositores con tanto corazón, dignos, y de nuevo, tan 
contrarrevolucionariamente tercos?
Otra forma poco conocida de desaparecer enemigos ha sido recurrir a 
accidentes de tránsito. He sido testigo de dos.
En 1961 llegué a La Habana y fui a visitar a un hospital a Manuel Sabas 
Nicolaides, "El Griego", que había sido arrollado en un rarísimo 
accidente. Al pie de su cama encontré afectado a su segundo al mando en 
la Nacional de Abastecimientos Jorge Medina Bringuier, "El Mongo", su 
lógico sucesor en el cargo. Pero Seguridad del Estado propone y Dios 
dispone: me nombraron a mí para que sustituyese al Griego. Solo un año 
después, cuando El Mongo con su uniforme de capitán del G2 salió a 
detener a sus antiguos compañeros, entendí que habían intentado asesinar 
a Sabas Nicolaides para que Seguridad penetrara la Nacional de los 
estudiantes cubanos.
En 1968, el sacerdote Miguel Ángel Loredo sale de prisión tan rebelde 
como había entrado, arengando a la juventud desde el púlpito y no había 
manera de cerrarle la boca ni neutralizarlo. En la página 198 del libro 
Después del silencio, en París, en abril de 1986, en el Tribunal sobre 
Violaciones de los Derechos Humanos en Cuba, el cura dice después de 
hacer varias denuncias: "Por último un accidente, en el cual fui 
atropellado por un camión de carga y cuyo chofer no fue juzgado, lo cual 
ha hecho pensar a muchos que se trató de un accidente provocado, el cual 
requirió intervención quirúrgica y buen tiempo de recuperación en silla 
de ruedas y muletas".
No hay dudas de que Oswaldo Payá era el más inteligente y efectivo 
disidente cubano. Cada declaración internacional suya lastimaba a la 
dictadura en sus entrañas.
Semanas atrás Paya había sido víctima de otro espectacular choque en La 
Habana, estaba advertido. No escuchó. Esta vez dicen que un camión en 
Bayamo intentó sacar el auto de la vía embistiéndolo en todo momento.
Aún quedan puntos por aclarar; puede haber sorpresas, pero todo indica 
que el castrismo pudo haber asesinado a Oswaldo Payá.
Nicop32000@yahoo.com
http://www.elnuevoherald.com/2012/07/24/1258589/nicolas-perez-diaz-arguelles-fue.html
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