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Wednesday, June 08, 2011

La práctica, el más severo de los jueces

VI Congreso, Cambios

La práctica, el más severo de los jueces

Las medidas económicas tomadas no se diferencian mucho de las que
hubiesen tomado los economistas de cualquier país capitalista desarrollado

Rafael del Pino, EEUU | 08/06/2011

Después de concluido el VI Congreso del PCC y de la aparición de nuevas
ampliaciones a los lineamientos hemos leído o escuchado miles de
interpretaciones, dudas, críticas, halagos y todo tipo de
especulaciones. Que si es más de los mismos engaños; que los
gobernantes, en su mayoría de la tercera edad, solo quieren ganar tiempo
para morirse en el poder; que Raúl lo que busca es la santificación del
partido a sus reformas, para cuando fracase como han fracasado todas,
echarle la culpa a la organización; y decenas de especulaciones más que,
de enumerarlas, no alcanzarían las cuartillas de este escrito.

Hace unos días un amigo que aprecio mucho me preguntó cómo yo pensaba
que se saldría del aparente callejón sin salida, cómo sacarlo de la
ruina económica y moral más grande que ha tenido en toda su historia.
Antes de contestarle le pregunté si, después de extraer un corcho de una
botella de vino empleando un tirabuzón, le era posible separar el corcho
sin sacar el utensilio dándole vueltas en la dirección contraria en que
se introdujo. "Claro que no, se destruiría", me contestó sin vacilar.
Pues eso es lo que me da la impresión que ha comenzado a hacer Raúl con
esta "actualización del socialismo" como han querido llamarle al
desmontaje, le respondí.

No han faltado las críticas del sector más ortodoxo de la izquierda
señalando que los famosos lineamientos son una traición a los principios
marxista-leninistas, ya que uno de los postulados de dichos principios
es la erradicación de la explotación del hombre por el hombre. Por otra
parte, aparecen también las críticas de los sectores más conservadores
de la derecha calificando las reformas como curitas de mercurocromo para
ganar tiempo. Ambos sectores basan sus argumentos en que Raúl ha
manifestado que la economía continuará siendo planificada, que este
camino no es un desmantelamiento del socialismo, sino una "actualización
del modelo", y que nadie quedará desamparado.

Todavía es muy prematuro para predecir el fracaso de las reformas en
curso, indudablemente habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los
acontecimientos. Es posible que no se tengan todavía todos los elementos
de juicio, pero por lo que he visto hasta ahora las medidas económicas
tomadas no se diferencian mucho de las que hubiesen tomado los
economistas de cualquier país capitalista desarrollado que desee salir
de una crisis económica similar o parecida a la de Cuba. Es más, este
tipo de medidas en sentido general serían muy parecidas a las que
aplicaría cualquier gobierno de transición en Cuba independientemente de
su ideología política.

Las criticas y los escepticismos tienen diferentes orígenes y matices.
En primer lugar, están los que siempre han vivido ilusionados con la
explosión social que posibilite la intervención militar de Estados
Unidos y le siguen los que no desean que nada cambie, que continúe la
misma situación que en la actualidad les proporciona un modo de vida ya
sea que radiquen dentro como fuera de la Isla.

También están los que han sufrido inmensamente bajo el régimen, con sus
heridas todavía abiertas negándose a aceptar que quienes han destruido
material y espiritualmente a la nación tengan la moral de componer lo
que destruyeron en medio siglo.

Entiendo a estos perfectamente. Durante 30 años de vida militar
aprendimos desde el principio que la efectividad y objetividad de los
jefes se mide por el resultado final de su trabajo o del cumplimiento de
la misión asignada. Y el resultado final de medio siglo de gobierno
comunista es un país destruido por completo moral y económicamente.

Pero los tiempos han cambiado y nuestra cultura dista mucho de la
asiática o la eslava. En los países de Europa del Este que fueron
comunistas ya nadie recuerda a los que hicieron tanto daño. En China, a
no ser una que otra foto de Mao por algún museo, nadie recuerda a los
millones de muertos bajo la colectivización forzosa. En Moscú o Hanói
solo un mausoleo utilizado más como atracción turística que como
veneración ideológica señala la existencia de aquellos líderes que tanto
influyeron en la utopía socialista de sus respectivas sociedades. En
Cuba el máximo responsable que condujo al país al caos actual, aunque
camina, se mueve y dicen que escribe, está más dentro de un mausoleo que
afuera.

Por eso he insistido tanto en que se hace impostergable una
reconciliación entre cubanos. Que gobernantes, gobernados y exiliados se
sienten a dialogar para trazar el camino que evite la catástrofe. Raúl
sabe muy bien que los máximos responsables de la debacle son Fidel y,
por supuesto, ese partido que ignoraron por 14 años y del cual él fue
eternamente su segundo secretario.

Para lograr el propósito de terminar exitosamente con la colectivización
que ha arruinado a nuestro país se necesita el apoyo de todas las
corrientes políticas del escenario cubano y para que esto sea posible
tiene que producirse un cambio radical en la forma de escuchar y aceptar
las criticas y sugerencias de toda la sociedad sin exclusión alguna.

Para que el sector de economía privada que se pretende crear fructifique
tiene necesariamente que existir confianza empresarial. No es un mero
capricho el que en las principales economías del mundo existan
instituciones encargadas de medir e informar periódicamente los índices
de esta confianza. Cuando esos índices bajan, se produce inmediatamente
el desplome de los mercados de valores.

Sin devolver esta confianza empresarial difícilmente se logrará el
primer objetivo de, por lo menos, evitar el hundimiento de la nave.
Después le sigue la tarea más gigantesca. La de reeducar a todo un
pueblo que ha perdido por completo todo concepto de lo que el derecho
significa. Tarea que abarcará desde los escalones superiores del Estado,
donde lo mismo se encuentra un ladrón fungiendo como Ministro de la
alimentación que como Director de la Aeronáutica Civil, hasta el simple
empleado de limpieza que en combinación con sus propios superiores se
encarga de sustraer lo más que puedan robar de sus centros de trabajo. A
lo que se debe agregar el total analfabetismo legal que corroe todo el
andamiaje jurídico del país, desde el que se le ocurrió tipificar la
libertad de expresión como propaganda enemiga hasta el que reprime a un
escultor famoso en Pinar del Río por ejercer ese derecho, y, por
supuesto, llegando hasta el recién graduado agente del orden que desde
que sale en su ronda se cree con todo el derecho del mundo de parar,
registrar y hasta arrestar a cualquier ciudadano sin causa probable alguna.

Cuba cuenta con valiosísimos jóvenes, inteligentes y capaces, que pueden
ayudar tremendamente al inmenso y difícil reto que tiene el país. Los
cuadros de las Fuerzas Armadas que tanto se esmeraron en diseñar las
directivas del perfeccionamiento empresarial desde hace más de una
década y que no ha podido funcionar como se esperaba están libres del
obstáculo principal. El elefante de la cristalería ya ni caminar puede y
aunque se le dé vaselina en algunas actividades, en realidad, ni pincha
ni corta. Aunque depositar demasiadas esperanzas en cuadros de las
Fuerzas Armadas es peligroso. Nosotros, por necesidad de la profesión,
resultamos ser buenos organizadores pero también pésimos dirigentes
políticos. El autoritarismo que necesariamente convoya a las cualidades
organizativas suele revertirse en contra nuestra. La observación que
Martí le hizo al Generalísimo Máximo Gómez de que: "Un pueblo no se
funda (…) como se manda un campamento" es una ley tan exacta como las de
Newton. Mientras más lejos se nos mantenga de las decisiones políticas,
más saludable será el civilismo que la nación necesita. Ojalá Raúl
aprenda la lección de que gobernar el país desde el Palacio no será lo
mismo que dirigir el organismo que tan bien dirigió desde el edificio
que le queda al pasar de la calle.

Los cuentapropistas podrán quizás calafatear un poco el casco del barco
que se hunde, pero difícilmente puedan reparar bien el velamen para que
la nave avance. Especialmente cuando se tiene un viento de frente con
una intensidad de 20.000 millones de dólares en deuda y ráfagas
huracanadas con un descomunal déficit comercial y productivo como jamás
se vio en nuestro país. Ojalá que pueda resolverse exitosamente la
gigantesca tarea por el bien de nuestro pueblo y por las terribles
consecuencias que traería un descalabro más. Pero solos, sin la
participación de todo el espectro ideológico de la sociedad cubana, será
imposible.

Ha llegado la hora de la verdad. La hora de demostrar en la práctica la
realidad en que se sustenta el pensamiento. Ese será el más severo de
los jueces.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-practica-el-mas-severo-de-los-jueces-263889

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