Monday, May 2, 2011 | Por Frank Correa
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) – Posiblemente
contrarrevolucionario sea la palabra más temida en el vocabulario
cubano de los últimos 50 años, porque puede cerrar todos los caminos,
llevarte a la celda o a la tumba.
Disentir, hasta en lo más mínimo, te encasilla. O te vas del país o
enfrentas al régimen en la vida cotidiana. El Código Penal es pródigo
en artículos para encausar cualquier acción que se les ocurra calificar
como traición a la patria, actividades contra la seguridad del Estado,
propaganda enemiga.
Incluso los delincuentes comunes llegaron a ser considerados
contrarrevolucionarios. Aún corre la voz por las oficinas del Estado y
en los carteles de propaganda puede aun leerse: "El chanchullo y el
chisme son formas de hacer contrarrevolución".
Conozco dos casos singulares de individuos que cumplen largas condenas
relacionadas con el concepto de contrarrevolución. Uno se llama Catano,
el guajiro de Puriales; el otro es Sosa, un ex conductor del
transporte serrano que cubre el trayecto Guantánamo-Bayate.
Catano vivía en el valle de Caujerí con su familia, y criaba vacas,
propiedad del Estado, a las que alimentaba y cuidaba de los cacos.
Catano, de pronto, se sintió explotado, y un día que no tenía con qué
alimentar a su prole, despeñó una vaca por un risco, para simular un
accidente, a sabiendas de que le correspondería un tercio del animal. La
empresa trajo a sus peritos, que dictaminaron que se trataba de un
sabotaje contrarrevolucionario. El hombre fue sancionado a quince años.
El caso de Sosa, el conductor, fue más ingrato. Una tarde, al finalizar
un viaje, cuando los pasajeros bajaron del camión, Sosa realizo su
requisa habitual por los asientos, en los que siempre encontraba
algo. Esta vez fue un maletín lleno de cannabis, abandonado por un
traficante asustado en uno de los puntos de control que se encuentran
en la ruta. Entusiasmado con el hallazgo, Sosa tomó el maletín y fue
directamente a la dirección a pedir la baja del centro de trabajo.
Además, entregó el carné del partido comunista y su cargo de
secretario del sindicato.
Al administrador le pareció extraño el repentino cambio ideológico del
conductor y lo informó rápidamente a Seguridad del Estado. Sosa recibió
de inmediato la visita de dos agentes, que lo sorprendieron embriagado
con la hierba, con el maletín entre las piernas y sacando cuentas
millonarias. Fue sentenciado a veinticinco años.
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