Cesar Gonzalez-Calero
LA NACION
Martes 10 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa
Si Luis Grass viviera todavía en Cuba, tal vez lo pensaría dos veces 
antes de lanzarse al mar Caribe con un camión flotante para tratar de 
alcanzar las costas de Florida, tal como hizo en julio de 2003 con un 
viejo Chevrolet del 51. Como Grass y sus "camionautas" (el grupo que lo 
acompañó en esa fallida aventura), miles de cubanos llevan años 
echándose al agua y encomendándose a Yemanyá o a la Virgen de la Caridad 
del Cobre para poder salir de la isla.
Ahora, por primera vez en medio siglo, el régimen cubano ha incluido en 
un documento oficial la posibilidad de facilitar los viajes al 
extranjero, una medida ampliamente demandada por la sociedad. Todavía es 
pronto para saber el alcance de esa flexibilización en política 
migratoria. En la versión definitiva de los "lineamientos de política 
económica y social" (hoja de ruta de Raúl Castro para los próximos cinco 
años), el gobierno se compromete a estudiar una política que facilite a 
los cubanos viajar al exterior como turistas. Un enunciado ambiguo que 
no habla de tiempos ni aclara si se eliminará la tristemente célebre 
"carta blanca", o permiso de salida, expedida por los funcionarios 
gubernamentales.
Los cubanos hoy deben transitar por un auténtico vía crucis burocrático 
para poder viajar fuera de la isla. Además de la carta de invitación del 
país de destino, deben contar con el permiso de salida y varios 
requerimientos más. El proceso, largo y tedioso, no está al alcance de 
cualquiera, ya sea por motivos económicos (el papeleo y los sellos se 
llevan unos 400 dólares, una cantidad astronómica para un cubano) o 
ideológicos (estar en la lista negra de los omnipresentes Comités de 
Defensa de la Revolución).
Los permisos se limitan normalmente a 30 días, prorrogables si el 
bolsillo lo permite (50 dólares por mes), pero no durante más de once 
meses consecutivos. A aquellos que no regresan al país pasado ese plazo, 
el Estado cubano les puede requisar todos sus bienes, vivienda incluida. 
Además, determinados profesionales, como los médicos, y los cargos 
públicos o militares con acceso a información sensible tienen 
restringida su salida del país. El régimen siempre adujo en su descargo 
que quería evitar así la "fuga de cerebros" formados por la revolución. 
Queda por ver todavía qué pasará con esas categorías de ciudadanos.
La inclusión del posible fin de las restricciones a los viajes al 
exterior en el plan de reformas impulsado por Raúl Castro y refrendado 
por el VI Congreso del Partido Comunista refleja la lentitud con la que 
se mueve todo en la isla. Hace tres años, cuando Raúl tomó las riendas 
del país de manera permanente, la flexibilización de la política 
migratoria ya figuraba entre las aparentes prioridades del gobierno.
El entonces canciller, Felipe Pérez Roque, dijo públicamente que el 
régimen tenía el "firme compromiso" de flexibilizar los trámites 
migratorios para los cubanos residentes en la isla. Pero desde entonces 
no sólo no se volvió a hablar del asunto, sino que el propio Pérez Roque 
también dejó de viajar, al ser defenestrado en marzo de 2009, acusado de 
"deslealtad" a la revolución por haber sucumbido a la "miel del poder", 
en palabras de Fidel.
Si el régimen avanza en su compromiso de flexibilizar la política 
migratoria, la hipotética supresión del permiso de salida podría acabar 
de una vez por todas con el drama de los balseros.
Desde los años sesenta, miles de cubanos trataron de abandonar la isla 
por razones políticas o económicas, enganchados a un neumático o 
apiñados en una embarcación precaria, o transformando un viejo Chevrolet 
del 51 en un catamarán artesanal, como hicieron Luis Grass y sus 
"camionautas" al no conseguir la ansiada "carta blanca".
http://www.lanacion.com.ar/1371984-adios-a-los-balseros-cubanos
 
 
No comments:
Post a Comment