2010-8-11
Por José Azel*
"ICCAS" <iccas@MIAMI.EDU>
Gutenberg Martínez Ocamica, ex presidente de la Cámara de
diputados de Chile, y hasta 2006, presidente de la Organización
Demócrata Cristiana de América, señala en su "Manual de la perfecta
transición latinoamericana" que nada atemoriza mas a un dictador que una
oposición pensando en el futuro. (1) Martínez Ocamica hace eco de la
exhortación de Václac Havel: "Piensen el futuro" y presenta diez
condiciones para una transición exitosa en vista a la experiencia chilena.
Tristemente, la mayoría de los requerimientos de la formulación
de Martínez Ocamica de la "perfecta transición latinoamericana" están
ausentes hoy en Cuba. Él postula, por ejemplo, que para preparar y
llevar a cabo una transición exitosa, una oposición unida es requerida;
una oposición que pueda proyectar una imagen de ser una alternativa
poderosa al gobierno existente.
Para Martínez Ocamica la oposición tiene que de hecho constituir,
y ser percibida como una viable y probable alternativa gobernante. Él
razona que la oposición será considerada una opción cuando los coroneles
cubanos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) perciban que su
oportunidad para hacerse generales dependerá de una oposición gobernando
en un entorno democrático. Esto presupone acuerdos construidos sobre
gestos de flexibilidad; un consenso centrado en la libertad y en mejorar
el bienestar de la ciudadanía. Estas señales de flexibilidad política,
acomodación, y preocupación con el bienestar del pueblo cubano no
parecen ser prioritarias para los Castro.
En otras palabras, no es suficiente para la oposición luchar
contra la opresión, también es necesario que la oposición sea vista como
una alternativa viable que ofrece una gobernabilidad honesta, capaz y
juiciosa. Martínez Ocamica argumenta que la oposición que sabe y
articula como quiere gobernar facilita una transición removiendo la
incertidumbre y reduciendo en la población el nivel de ansiedad, y temor
de lo desconocido.
De igual manera, una oposición vista como una alternativa de
gobierno responsable debe ofrecer un programa con respecto a los abusos
de los derechos humanos por el régimen castrista. Toda transición
pacífica enfrenta este espinoso dilema. Agendas revanchistas no
promueven un proceso de transición. Sin embargo, la justicia es una
condición necesaria para construir un estado basado en la ley, y la
verdad tiene que triunfar. Este es un tema en el que la oposición
necesita ejercer sabiduría, prudencia, coraje, y una tolerancia heroica
para armonizar valores éticos con lo que es posible y necesario para la
reconciliación nacional.
En mi libro, Mañana in Cuba, yo argumento que "el pasado es
prologo," y el castrismo no terminara con el fallecimiento de los
hermanos Castro quienes legaran a los cubanos un sistema
político-económico decadente y una herencia de una sociedad civil sin
preparación para las exigencias ciudadanas de una democracia liberal y
una economía de mercado competitivo. Un legado muy pernicioso de la
historia cubana, exacerbado por el castrismo, es que la sociedad civil
cubana no ha aprendido a apreciar las vicisitudes de gobernar
democráticamente y se aferra a la creencia histórica en la violencia
como método legitimo para el logro de objetivos políticos. En la
mentalidad política cubana, el liderazgo mesiánico triunfa siempre sobre
las instituciones democráticas.
Estas condiciones presentan un desafío muy difícil para la
planificación de una transición. Este es precisamente el primer punto en
la tesis de Martínez Ocamica; las transiciones tienen que ser
configuradas de antemano siguiendo un camino pacífico y democrático. No
es posible, ni prudente, el concebir un camino del totalitarismo a la
democracia compuesto por etapas independientes y no relacionadas.
La oposición cubana (dentro y fuera de la isla) es una oposición
que no se aproxima a reunir los requisitos de Martínez Ocamica de
unidad, proyección de fuerza, y de estar en una posición de ofrecer una
alternativa político-económica viable y cohesiva ante el castrismo.
¿Cómo entonces puede la oposición cubana preparar una transición exitosa?
Un paso requerido es el reconocimiento pleno de que una transición
debe responder a los intereses y aspiraciones de la ciudadanía y que en
un sistema que ha negado por largos años libertades básicas, la sociedad
está debilitada y corrompida por un miasma de miedo. Por lo tanto, al
centro de estas aspiraciones están las libertades básicas que todos los
seres humanos desean, en particular; la de sentirse libre de miedo. Por
cinco décadas, el miedo ha sido una parte integral del quehacer diario
de la existencia cubana. La apatía política y falta de valores cívicos
mostrados por la sociedad cubana de hoy, pueden ser consideradas como
una manifestación siniestra de miedo. Es un miedo que, enmascarado como
sentido común, condena como tontos, imprudentes, o fútiles, los pequeños
actos diarios de heroísmo de los disidentes cubanos. Es un miedo que
debe ser conquistado para que un proyecto nacional de transición pueda
tener posibilidades de éxito.
Iniciativas que dejan al miedo en su lugar en la sociedad y buscan
primordialmente alterar políticas oficiales y mecanismos para mejorar
condiciones económicas y materiales, tienen pocas probabilidades de
éxito sostenido. La democracia es, fundamentalmente, un sistema político
que propone potenciar a los individuos. Sentirse libre de miedo es el
primer paso para una transición cubana genuina y exitosa. Sentirse libre
de miedo es una condición necesaria para vencer sobre la apatía
política; es a la vez método y fin.
La oposición cubana no disfruta de un reconocimiento nacional y
prestigio como el que la oposición chilena disfrutó, ni posee una
infraestructura organizativa comparable. La economía cubana, fallida y
en bancarrota, no es la economía chilena vibrante de libre mercado que
existía cuando ese país estableció un itinerario de transición. Todo
esto lleva a una transición cubana que es casi por dado que se origine
con la clase gobernante o con una improbable explosión social masiva.
Consecuentemente, una genuina transición cubana tendrá que esperar
hasta que los hermanos Castro ya no estén en el poder y será una en la
que la oposición tendrá que improvisar creativamente para ganarse una
medida de estatura política si pretende jugar un papel importante.
La perfecta transición cubana es una que procede legalmente y
pacíficamente; de ley a ley. Manteniéndonos dentro del marco de lo que
es posible, es una transición en la cual la clase gobernante decide
cambiar las reglas del juego y abre el proceso político llamando a
elecciones libres, justas, y competitivas para elegir un parlamento
nuevo que elaborará una nueva constitución según los patrones de la
transición española. Es así como la oposición cubana debe pensar el
futuro de Cuba.
Pero una transición negociada de arriba-abajo liderada por
oficiales gubernamentales requiere una pregunta: ¿Cómo puede una
oposición cubana inarticulada y débil persuadir a la clase gobernante
pos castrista a que emprenda reformas que posiblemente resulten en su
pérdida de poder político?
Principios modernos de técnicas de comportamiento y de la
"arquitectura del escoger" pueden ser utilizados para inducir a la
ciudadanía a abrazar los valores cívicos requeridos para una gobernación
democrática efectiva. (2) Los mismos principios científicos pueden ser
empleados creativamente por la oposición para inducir a un gobierno pos
castrista- seguramente renuente a abandonar su preferencia por el
estatus quo- a emprender reformas políticas rápidas para desmantelar las
instituciones comunistas. Eventualmente una nueva generación de líderes
cubanos asumirá el poder. Su tendencia será la continuidad, pero a
diferencia de los Castro, ellos serán más influenciables.
Aquellos oficiales militares esperando gobernar en el primer
interregno pos castrista han de heredar una economía en bancarrota,
paralizada y con instituciones disfuncionales; una ideología
desacreditada, enormes problemas sociales, y más. Tal vez podrán ejercer
control militar, pero económicamente y socialmente, Cuba estará muy
cerca de ser un estado fallido. Un estado fallido es, por definición,
uno que ya no puede reproducir las condiciones de su propia existencia.
Estos oficiales se convertirán en los herederos de una,
insostenible y peligrosa situación con pocas probabilidades y efectivos
para controlarla. Con una legitimidad cuestionable, y un aparato
represivo que puede estar en desorden o desacuerdo (y carisma no al
nivel de un Fidel Castro) ellos tendrán que enfrentar una oposición
interna y externa revitalizada dado el vacío político de los Castros. Su
abanico de opciones será muy limitado para refrescar este comprometido
ambiente sociopolítico y económico.
Los oficiales, mientras consideran como navegar entre orillas
opuestas del estrecho ideológico encontraran, como Odiseo, las amenazas
de sus propios monstruos del mar – Sila y Caribdis –; y como Odiseo,
necesitaran escoger a que monstruo enfrentar. Pueden mantenerse en el
curso totalitario y enfrentar el monstruo Caribdis de perdidas
catastróficas con un posible desencadenamiento de eventos culminando en
un resultado a la Ceausescu. O, pueden elegir convertirse en líderes de
una apertura democrática política y enfrentar, al otro lado, las
perdidas políticas más manejables de Sila.
Estos oficiales conocen íntimamente las brutales purgas que son
características de los regímenes totalitarios y se darán cuenta que,
para ellos, la prosperidad y la felicidad personal duradera pueden ser
obtenidas más fácilmente en un ambiente democrático, aun si esto
requiere el entregar algún poder político.
Preparar una transición exitosa – es decir, configurar de antemano
un rumbo pacifico hacia la democracia – significa discernir que la
oportunidad se presentará solo cuando los Castro estén fuera del poder,
y requiere desarrollar una estrategia para inducir a aquellos que asuman
el poder a gobernar democráticamente.
En términos prácticos esto significa que la oposición tiene que
rechazar toda iniciativa que pueda prolongar la existencia
política-económica del régimen de los Castro. Tiene también que
posicionarse para orquestar y facilitar un conjunto extraordinario de
asistencia internacional disponible a la petición de un gobierno cubano
decidido a emprender una transición autentica hacia la democracia y
oportunidades económicas de libre mercado para todos los cubanos. Tal
conjunto de asistencia no significa nada para los Castro, pero será
extremadamente popular con el pueblo cubano que busca liberarse de cinco
décadas de penurias y represión totalitaria. De esta manera, la
oposición puede presentarse auténticamente ante el pueblo cubano como
una alternativa viable y poderosa. Es una vía para llegar a las
condiciones delineadas por Martínez Ocamica.
Es importante señalar que esta no es una propuesta típica de
"zanahoria y garrote" diseñada a inducir un cambio en el comportamiento
del liderazgo. Ningún cambio es solicitado o esperado del régimen, y
absolutamente ninguna zanahoria o inducimientos son ofrecidos a los
Castro, o a cualquier régimen sucesor interesado solamente en mantener
el estatus quo. Iniciativas para asistir a un régimen con voluntad de
continuidad pueden eliminar o anular la oportunidad de inducir y motivar
a un régimen sucesor que este honestamente interesado en un cambio
democrático. Esta formulación explícitamente reconoce que la oportunidad
se presentará solo cuando desaparezca la perversa lógica de
intransigencia de los Castro. Tampoco se esgrime el garrote; tan solo se
afirma muy conciente y públicamente una orden medica de NR – No resucitar.
Notas
(1) Martinez Ocamica, Gutenberg. "Manual de la perfecta transición
latinoamericana." Comité Internacional para la Democracia en Cuba.
Prague. 2003.
(2) Para una discusión más amplia, ver: Azel, José. Mañana in Cuba: The
Legacy of Castroism and Transitional Challenges for Cuba. Authorhouse. 2010.
* José Azel es analista investigador del Instituto de Estudios Cubanos y
Cubano-Americanos de la Universidad de Miami. Es autor del reciente
publicado libro, Mañana in Cuba."
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