10-08-2010.
Byron Miguel
(www.miscelaneasdecuba.net).- Los partidos políticos son un fenómeno
reciente en la historia; ni en Grecia ni en Roma hubo partidos
políticos, tampoco en la Europa medieval.
Durante la Revolución Francesa destacados revolucionarios condenaron
implícitamente los partidos o facciones. Condorcet afirmaba que una de
las necesidades fundamentales de la República Francesa era no tener
ningún partido.
No será hasta la segunda mitad del siglo XIX en que comenzarán a
aparecer los partidos políticos. Los Estados Unidos fueron los primeros
en reconocer este tipo de organizaciones en 1866, a pesar del
tradicional temor de los "padres fundadores" por las facciones; George
Washington decía que los partidos eran peligrosos y había que evitarlos.
Poco tiempo después surge en Alemania el Partido Socialdemócrata Alemán,
cuya organización ha servido de modelo a partidos de diferente ideología
hasta nuestros días.
En España, al amparo de la constitución de 1876, ya terminada la guerra
carlista y en vías de pacificación la Isla de Cuba, la competencia entre
los partidos va a sustituir los pronunciamientos militares. Liberales y
Conservadores van a alternarse en el poder hasta la muerte de Cánovas a
fines del siglo.
En 1878, siguiendo más o menos el modelo de la península, se establecen
en Cuba los dos grandes partidos de la época colonial, el partido
Autonomista, mayormente el partido de los cubanos, y el partido Unión
Constitucional, un partido asimilista de fuerte militancia peninsular,
que años más tarde se dividió y dio lugar a la aparición del partido
Reformista de tendencia más moderada; durante veinte años estos partidos
van a dominar la política dentro de la Isla.
En 1892 José Martí funda el Partido Revolucionario Cubano. En el
preámbulo de los estatutos se expone que: "el Partido Revolucionario
Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana que aspira a
fundar, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la
Colonia, sino a fundar un pueblo nuevo, capaz de vencer por el orden del
trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales los peligros de la
libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud."
Durante la ocupación militar norteamericana, época de apasionadas
posiciones y discusiones, se establecen varios partidos, los más
importantes fueron el partido Unión Democrática, el partido Nacional y
el partido Republicano, éste último dividido por regiones y caudillos
con políticas diferentes.
Aquellos políticos y sus partidos no estuvieron a la altura que se
esperaba y la República no pudo consolidarse, el temor de Martí por los
peligros de la libertad repentina quedó plenamente justificado.
Pasada la segunda intervención el partido Conservador y el partido
Liberal van a dominar la escena política cubana hasta la revolución de
1933. Después de la caída de Machado aparece una gran variedad de
tendencias y organizaciones que compiten en el interregno de 1933-1939.
La elección de los delegados a la Convención Constituyente de 1940
culmina esta etapa.
Durante el período posrevolucionario se consolida el crecimiento de las
ideologías y los partidos de izquierda. En 1932 Jorge Mañach publica
Esquema histórico de pensamiento cubano, como contribución al "Número
Centenario del Diario de la Marina"; en este artículo Mañach declara:
Por un curioso ritmo histórico, el pensamiento cubano se encuentra
ahora, como al comienzo de su evolución, oscilando entre un relativo y
un absoluto nuevos. Entre un socialismo posibilista, que ajusta el grado
y tempo de la innovación a la peculiaridad cubana, y un comunismo
dominado por la teoría y afanoso de universalidad.
Esta tendencia se hizo patente en las últimas elecciones democráticas
presidenciales que hubo en Cuba, las de 1948; en estos comicios la
Alianza Auténtico-Republicana y el Partido Ortodoxo, ambos de tendencia
socialdemócrata, obtuvieron el 63% de los sufragios, que sumados al 7%
que obtuvo el Partido Socialista Popular, de filiación
marxista-leninista, constituyeron el 70% de los votos emitidos.
Hoy, más de cincuenta años después de aquellas elecciones, se está
fraguando en Cuba una nueva sociedad civil y la disidencia, como embrión
de nuestros futuros partidos políticos, tiene un poder generador
indudable en este importante proceso. Los partidos van a ser los
encargados de coordinar las vitales relaciones entre la sociedad civil y
el Estado, y debemos recordar que la fortaleza de un país depende del
éxito de estas relaciones.
En la era poscastrista van a presentarse muchas de las mismas
dificultades que hemos visto al principio de la República, exceptuando
quizá el caudillismo regionalista. Habrán muchas agrupaciones que
quieran hacer oír su voz sin que este legítimo y democrático deseo vaya
acompañado de un esfuerzo para dialogar y conciliar los intereses en
conflicto, esta carencia va, en muchos casos, a enmascarar un afán
desmedido de protagonismo.
Cuando existen desacuerdos lo más importante no son las diferencias,
sino el método con el que se aspira lograr un consenso, y en definitiva
eso es la democracia: un medio para llegar a compromisos y tomar decisiones.
Hay también algo muy concreto e importante sobre lo cual es necesario
comenzar a hablar desde ahora y es que, en la Cuba del futuro, el Estado
debe garantizar la igualdad de oportunidades en el ámbito de la
competencia partidista.
En los países democráticos esto se ha tratado de conseguir primero de
una forma negativa, es decir con una legislación que limita las
donaciones particulares a las campañas de los candidatos y partidos, a
la vez que se exige una transparente contabilidad sobre origen de los
recursos financieros y los gastos. Como esto no ha sido suficiente, se
han ido aprobando medidas positivas que llevan a la subvención del
sistema de partidos otorgando dinero público a los mismos.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=29296
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