Cuba y la conciencia
Eduardo Gomien
"La condena debe ser firme y abierta frente a este tipo de hechos, y la
comunidad internacional debe hacer esfuerzos serios para la liberación
de todos aquellos que han sido encarcelados, torturados y calificados de
disidentes por tener una opinión propia."
2010-04-04
Cuba es un país a todas luces maravilloso. Tiene playas paradisíacas,
hoteles de lujo, una cultura e historia riquísima y un patrimonio
arquitectónico envidiable, entre muchas otras cosas. Sin embargo, nada
de esto puede ser aprovechado por sus propios habitantes, producto de la
escasez de recursos y de libertad.
Pero lo anterior no es más que una pequeña parte del verdadero drama que
ha vivido el pueblo cubano desde hace más de medio siglo. La verdadera y
tal vez más importante parte de esta tragedia proviene del acoso y
constante control por parte del Estado y de sus organismos de
inteligencia sobre la mente y la conciencia de cada persona, en donde
cada cosa que se dice (o se deja de decir) puede ser tomado como una
traición a la ideología única, que domina y vigila cada esfera de la
vida de las personas.
Así, desde los inicios de la revolución, cuando Fidel y sus amigos
detectaron que el mayor enemigo serían los propios cubanos, crearon
distintos tipos de organizaciones para vigilar a la población. Entre
ellos, por ejemplo, están los CDR (Comités de Defensa de la Revolución),
que son formaciones de vecinos, quienes llevados a la desesperación,
traicionan y delatan a los que en otros tiempos fueron sus amigos de
barrio, a cambio de pequeños beneficios. Estos movimientos, encargados
de ayudar a la policía y a los elementos de seguridad del Estado deben
detectar cualquier asomo de disconformidad o pensamiento propio que tome
un camino distinto al señalado por las autoridades.
Este verdadero horror de la constante vigilancia, que para cualquiera
que lo viva se hace insoportable al poco tiempo (pueden leer las
vivencias de chilenos como Jorge Edwards o Roberto Ampuero en la isla),
es lo que han vivido un país entero durante más de cinco décadas. En
este sentido, las palabras que valientemente enrostró Solzhenitsyn a los
líderes soviéticos hace algunas décadas son muy ilustrativas: "No es el
autoritarismo en sí lo que resulta intolerable, sino las mentiras
ideológicas con que diariamente se nos manipula en forma subrepticia". Y
es ésta realidad la que ahora están tratando de mostrar a los ojos del
mundo, para terminar con cualquier posible indiferencia, los disidentes
Orlando Zapata (que murió en huelga de hambre) y Guillermo Fariñas,
ambos acosados desde hace años negarse comulgar con "las mentiras
ideológicas" del día a día.
Esta situación no debe ni puede dejar a nadie sin tomar una posición
clara al respecto, pues las violaciones a los derechos humanos deben ser
condenadas siempre y en todo lugar. Esta condena debe ser firme y
abierta frente a este tipo de hechos, y la comunidad internacional debe
hacer esfuerzos serios para la liberación de todos aquellos que han sido
encarcelados, torturados y calificados de disidentes por tener una
opinión propia.
De lo contrario, todos los esfuerzos por recordar a las nuevas
generaciones la tragedia del holocausto o de los campos de concentración
de la Unión Soviética y de otras atrocidades cometidas por dictaduras y
totalitarismos serán en vano. Pues de nada sirve horrorizarse frente al
pasado y hacer la vista a un lado en el presente.
Paradójicamente, quien mejor hace un llamado de atención sobre la
situación actual de los presos políticos en Cuba es el mismísimo Fidel
Castro, quien dijo que "es concebible que los hombres honrados estén
muertos o presos en una república donde está de presidente un criminal y
un ladrón" durante su enjuiciamiento por el asalto al cuartel Moncada,
tiempo antes de tomarse el poder por las armas.
Curiosamente, es ahora él quien encierra y tortura al pueblo al que
prometió liberar. No sigamos apáticos frente a esto.
http://www.libertaddigital.com/opinion/eduardo-gomien/cuba-y-la-conciencia-54127/
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