Lo que no sabe Cuba
M. Á.BASTENIER 03/03/2010
Cuba es la peor enemiga de sí misma. Y si cupiera alguna duda, la muerte
de Orlando Zapata sería la prueba irrefutable. Tanto si el Estado
castrista ha dejado con su indiferencia que muriera el disidente, 85
días en huelga de hambre, como si ha colaborado con torturas o malos
tratos -que La Habana desmiente-, su gesto puede marcar un antes y un
después, en la medida en que ha provocado el repudio del mundo y la
reacción en cadena de otros presos políticos, que se suman a esa
durísima forma de protesta.
Cincuenta años de amurallamiento nacional producen una pérdida de masa
crítica. La Cuba de 1959, aunque terriblemente injusta, poseía un
excelente conocimiento del mundo exterior, ignorancia que si es grave
para cualquier país democrático, mucho más para las dictaduras que pagan
un altísimo precio por no estar siempre sobre aviso. Y Cuba en 2010
ignora cómo es el mundo, porque si los recuerdos de las aventuras
internacionalistas en Angola y Etiopía tenían un sentido hace cuatro
décadas, dejaron de tenerlo con la desaparición de la URSS en 1991 y el
fin de la división del planeta en dos bloques; de igual forma que es
imposible comparar hoy lo que significó para la izquierda la guerra de
Vietnam en los años sesenta y setenta con los conflictos de Irak o
Afganistán, en los que no sólo no juegan ningún papel la extinta Moscú
ni la reformulada China, sino que todos los Gobiernos del Tercer Mundo
aceptan la intervención de Estados Unidos.
Cuba no ha respondido a la con todo modesta apertura del presidente
Obama, que en abril de 2009, en vísperas de la Cumbre de las Américas en
Trinidad, liberalizó la posibilidad de viajar a la isla y enviar remesas
de dinero y especies. El segundo Castro, Raúl, ungido presidente hace
dos años por enfermedad del primero, Fidel, no quiere entender que para
que Washington normalice la relación y acabe con el embargo, debe
primero instaurar libertades concretas que pueda saborear el ciudadano,
aunque sólo sean de carácter económico.
El castrismo creó gracias a los subsidios de Moscú el mayor sistema de
atención social de América Latina, pero esa munificencia entró en coma
al mismo tiempo que la URSS, provocando la caída del PIB cubano un 24%
en 1991 y un 15% en 1992, pese a lo que La Habana tiene que gastar 600
millones de euros al año en subvencionar alimentos, de los que importa
un 80%, y 275 millones para comedores obreros. Los dos grandes pilares
en los que se sustentaba su legitimidad eran esa preocupación por el
bienestar ciudadano, y la defensa de la soberanía frente a Estados
Unidos. A Raúl Castro es probable que le tiente el modelo chino, que
también extrae uno de sus grandes flotadores del crecimiento económico,
pero con el Estado Providencia en precario, se ha limitado a inyectar
racionalidad en un poder constantemente cortocircuitado por lo que la
analista María Teresa Romero llama "factores telúricos" -como pertenecer
a la vieja guardia de sierra Maestra- con el fin de conseguir que la
cadena de responsabilidad y mando sea la única que tome decisiones. Y si
no ha hecho más puede deberse a que cree que vuelve a haber futuro. En
los últimos tiempos, numerosos dirigentes latinoamericanos han visitado
la isla, el brasileño Lula con frecuencia, y el venezolano Chávez
prácticamente vive allí; Cuba será parte de una nueva OEA sin EE UU,
como proyectan Brasilia y Caracas; y Venezuela se ha convertido casi en
una segunda URSS, pagando a los técnicos cubanos que inundan el país, y
fiando el crudo a la isla. Raúl Castro deja que mueran los disidentes
porque desconoce el mundo y cree que conoce a los cubanos. Como escribe
Jorge I. Domínguez: "En Cuba la soberanía es un artículo de consumo, y
su goce un fin en sí mismo". La rebeldía castrista es el último bien
fungible que esgrime el régimen, entre el espejismo chino y las dádivas
chavistas.
Y no falta en medio de todo ello una diversidad de razones para condenar
la muerte de Zapata. Para cualquier ciudadano, porque es de estricta
justicia; para la derecha ideologizada, porque así se siente plenamente
democrática; y para la coalición del resentimiento porque es una forma
de atacar al presidente Zapatero por no haber batido el récord de
velocidad en pronunciar esa condena. Pero no se puede condenar a Cuba
sin hacer lo propio con el embargo norteamericano.
Lo que no sabe Cuba · ELPAÍS.com (3 March 2010)
http://www.elpais.com/articulo/internacional/sabe/Cuba/elpepiint/20100303elpepiint_7/Tes
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