Lunes 08 de Marzo de 2010 09:35 José Hugo Fernández, La Habana
La siguiente anécdota podría ser apócrifa. Pero tiene toda la traza de
lo creíble, de lo posible y aun de lo común. Me llegó mediante cierto
amigo de un amigo:
No hace mucho, en La Habana, durante una reunión de funcionarios
presidida por uno de los llamados Comandantes de la Revolución, se
charlaba en torno a posibles variantes de reformas económicas. Es de
presumir que entre los reunidos no faltara algún que otro gracioso
perfeccionador del socialismo. El caso es que en el momento en que con
mayor entusiasmo aquel corro barajaba sus ilusiones, el anciano
comandante dio un golpe en la mesa y, con el lenguaje entre rudo,
cariñoso y aleccionador de los abuelos cascarrabias, advirtió:
"Compañeros, eso que ustedes dicen es muy bonito, pero creo que no han
captado el nervio del problema. Lo que está en juego aquí es nuestra
cabeza. No hay que darles más vueltas al asunto. Todo está inventado ya,
compañeros. Es la cabeza".
Apócrifa o no, esta pincelada nos recuerda que a veces intelectualizamos
demasiado las cosas, sobre todo las relacionadas con la burda política,
y muy en particular con la política (si es que así puede llamársele) del
régimen cubano.
Visto desde la perspectiva del comandante en cuestión (¿y quién dudaría
que es esta realmente la perspectiva de la gerontocracia que domina hoy
en Cuba?), tal vez no sea necesario buscarle la quinta pata al gato
tratando de concluir cuál es la racionalidad de su comportamiento,
contrario a emprender cambios en el sistema, aun cuando quizá sospechen
que éste tiene sus días contados.
Y no es que no sea ciertamente aplastante la gravitación que ejerce
Fidel Castro en el drama. Como también es verdad que aquí toda la claque
del poder, ya que ve por los ojos del líder y ¿razona? mediante su
postulado, se crispa ante el menor síntoma de cambio, asumiéndolo como
derrota, aunque tal vez no sin razón, desde su ángulo. Mas, no obstante
y aun por encima de todo, está la cabeza.
Por lo demás, se sabe que ellos nunca fueron ni medianamente regulares
como gobernantes. Su fuerte fue el discurso y la barricada populista,
apuntalados por las subvenciones soviéticas o las bolivarianas. Entonces
también por esa banda podría resultar desmedido buscar en sus actos
alguna racionalidad.
Eso por un lado, al tiempo que por el otro muestra su tediosa jeta el
tan manoseado tema de la sustitución, o (como a ellos les gusta
llamarle) la continuidad generacional.
Mucho más engañoso de lo que pueda suponerse tal vez sea creer que el
régimen ha decidido postergar la realización de cambios y reformas con
la intención premeditada de encomendárselos, como legado, a su potencial
relevo.
Ya que de racionalidad se trata, la razón concreta —la que muestran los
hechos de nuestra vida cotidiana—, indica que la joven clase política
que hoy se apresta a ocupar posiciones en el poder, trae congénita la
misma cola de cerdo de sus padres, tíos y mentores. No sólo porque fue
formada a su imagen y semejanza, sino porque a fin de cuentas tienen un
interés semejante.
Podrían darle agua al dominó mediante tres o cuatro cambios, de molde,
más que de sustancia. Podrán desmontar la barricada, hasta cierto punto.
Podrán incluso frivolizar los discursos. Pero en el fondo, que es la
superficie para los políticos, el nervio del problema va a continuar
siendo el mismo para ellos: la cabeza.
La cabeza de los comandantes (8 March 2010)
http://www.diariodecuba.net/cuba/81-cuba/588-la-cabeza-de-los-comandantes.html
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