Domingo 28 de Marzo de 2010 11:15 Ernesto Menéndez-Conde
A comienzos de los años 90, a medida que la sociedad cubana se internaba
en lo que de manera oficial vendría a conocerse como "período especial
en tiempos de paz", yo escuchaba, entre los improvisados y obsesivos
comentarios políticos que animaban las conversaciones, la siguiente
aseveración: el período especial ya ha terminado. Se decía a manera de
burla, dando a entender que el momento que había quedado atrás era el de
buena parte de la década de los ochenta, caracterizado por una relativa
prosperidad en las condiciones de vida de la población.
Lo que el gobierno llamaba "período especial" era, luego de una
transitoria temporada de bienestar, una vuelta a la "normalidad".
Resultaba difícil no tomarse en serio este subversivo punto de vista. La
carencia de productos alimenticios, la falta de bienes materiales, el
deplorable estado del transporte y los cortes de electricidad fueron
padecimientos crónicos que, salvo el momento excepcional de los 80,
habían afectado sistemáticamente la vida cotidiana de los cubanos. De
hecho, como sostiene Ariana Hernández-Reguant en sus palabras
introductorias a la antología Cuba in the Special Period, Culture and
Ideology in the 90's, al cabo de casi dos décadas de haber empezado a
implementarse, el "período especial" todavía no ha culminado de manera
oficial.
Período especial, ocaso de la 'revolución'
Sin embargo, el "período especial" era sustancialmente distinto a otras
etapas de la Revolución, aunque éstas hubiesen estado igualmente
caracterizadas por condiciones de vida insatisfactorias para la población.
En el "período especial", por vez primera, las penurias cotidianas
vinieron acompañadas del escepticismo generalizado hacia el proyecto
socialista. La ideología oficial, que hasta ese momento se había
presentado a sí misma como una triunfal proyección hacia el futuro,
entraba en una suerte de ocaso, con un horizonte apocalíptico que, de
forma muy directa y amenazante, podía vislumbrarse en la llamada opción
cero (una contra-utopía en la que, supuestamente, la sociedad tendría
que subsistir sin abastecimiento alguno de combustible).
Lo inédito del "período especial" era, más que las penurias por las que
atravesó la población, el irreversible declinar ético e ideológico de la
Revolución Cubana. Los comienzos de los noventa marcaron el momento en
que la imagen de un progreso ascendente, que había sido propugnada por
el gobierno, dio paso a la de un sistema cuya única aspiración parecía
reducirse a cómo posponer su definitiva agonía.
En esta dimensión crepuscular se apoyó Ariana Hernández-Reguant para
hablar de "socialismo tardío" a la hora de referirse a las dominantes
culturales de la sociedad cubana de los noventa en lo adelante.
En las páginas introductorias, la autora observa varios rasgos que
podrían caracterizar la producción cultural bajo este "socialismo
tardío". Merece la pena enumerarlos. 1) La cultura popular, más que las
nuevas tendencias artísticas, devino en espacio de crítica social. 2)
Las diferencias entre las llamadas "alta" y "baja" cultura se tornaron
todavía más borrosas. 3) Se asistió a una creciente comercialización del
arte. 4) Los creadores ofrecen visiones de la realidad que más bien
tienden a satisfacer las expectativas del público foráneo. 5) Se
deshicieron las distinciones entre ideología y mercancía. 6) Los
contactos con el exterior contribuyeron a acentuar la convicción de
vivir en una sociedad anacrónica.
Crítica social y mercado
En Cuba in the Special Period, Culture and Ideology in the 90's
Hernández-Reguant reunió a un grupo de investigadores que ofrecieron,
desde sus respectivos ámbitos de estudio, una visión de los entramados
entre ideología y campo cultural cubano durante los años del "período
especial".
La antología es un proyecto que habría que considerar como un conjunto
de textos interconectados, con los que se aspira a dar cuenta de
diversas aristas de la producción cultural cubana. Los autores, en su
mayor parte jóvenes académicos egresados de universidades
norteamericanas, realizaron sus pesquisas dentro de Cuba, con frecuencia
íntimamente involucrados en los temas que escogieron para sus ensayos.
Se trata de trabajos que pudieron emprenderse desde la posición
(privilegiada) que disfruta el investigador extranjero, quien no tiene
tantas constricciones con la censura, dispone de un mayor respaldo
institucional y de una mayor facilidad para acceder a las personas y al
material que estudia.
En muchos casos los investigadores devinieron en participantes activos
en sus propios objetos de estudio. Un buen ejemplo de esto lo constituye
el ensayo Audiovisual Remittances (un término que provisionalmente
podría traducirse como "remesas audivisuales") de Lisa Knauer.
Durante sus viajes a Cuba, Knauer se ocupó de hacer posible los
intercambios de medios audiovisuales entre los cubanos que residen en la
isla y los del exilio. Esta función mediadora quedó integrada a la
propia investigación y de hecho modificó el proyecto inicial que la
autora tuvo en mente. Ella examina cómo la emergencia y circulación de
nuevos medios audiovisuales está re-definiendo los intercambios
afectivos y culturales entre dentro y fuera de Cuba.
Buena parte de los textos de la antología tienen que ver con la
inserción de la producción cultural cubana en una economía de mercado y
en un contexto global. La presencia del capital extranjero y el
desarrollo nuevas condiciones de mercado han trastornado tanto la
creación literaria —véase al respecto el ensayo de Esther Whifield— como
las prácticas de la santería (un tópico que abordan por separado Kevin
Delgado y Kenneth Routon), las artes visuales y la industria
cinematográfica que, como se desprende del trabajo de Cristina Venegas,
se ha descentralizado gracias a la colaboración con empresas
internacionales y a la aparición de tecnologías —como el cine digital—
que tienden a abaratar el costo de las producciones fílmicas.
Es éste un cambio significativo del llamado "período especial". La
irrupción, todo lo moderada que se quiera, del capital foráneo en la
economía y la cultura cubana es un ingrediente disonante en el
"socialismo tardío".
Como afirma Hernández-Reguant, "en la Cuba revolucionaria, participar de
la globalización significa abrazar el capitalismo y ésa no era la
opción, al menos a un nivel discursivo". Implica también una crisis
identitaria ya que el proyecto social emprendido por la Revolución
Cubana se atribuyó a sí mismo un carácter marcadamente nacionalista. El
problema de la identidad nacional se presenta como una incógnita que no
ya puede llegar a despejarse y que, en todo caso, debiera pensarse de
manera inclusiva, más allá de las fronteras nacionales.
Me gustaría mencionar dos textos que se detienen en esta crítica a la
identidad. El primero, de Laurie Frederic, sobre las experiencias del
teatro comunitario en las zonas rurales del país y la revisión que estos
grupos están haciendo de la imagen idealizada del campesino, hasta hace
poco propagada por la Revolución Cubana. Por otra parte, Jacqueline Loss
incursiona en las reminiscencias de valores culturales soviéticos entre
los creadores cubanos que los apropian de manera paródica o a modo de
fabulación. El trabajo de Loss, al llamar la atención sobre los
vestigios de lo soviético como parte ineludible del presente cubano,
hace todavía más inoperante cualquier tentativa por definir lo nacional.
El acierto fundamental de Cuba in the Special Period, Culture and
Ideology in the 90's consiste, a mi entender, en ofrecer una visión
compleja de la producción cultural cubana, marcada por su inserción en
estrategias de mercado capitalistas y por mayores contactos con el
exterior, mientras comercializa la imagen de una crisis social, que es
expresión de un sistema ideológico rígido y obsoleto. Crítica social y
mercado se entrecruzan y producen un cínico testimonio de la supervivencia.
http://www.diariodecuba.net/cultura/77-cultura/928-cultura-e-ideologia-bajo-el-periodo-especial.html
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