Autor y Ciudad:
Julio Franco, La Habana
Las esperaban desde agosto, luego en diciembre, ahora en enero ya forjan
esperanzas para febrero y marzo no escapa a las quinielas. Así son los
irreductibles de la lógica en Cuba que aguardan por un paquete de
reformas que saque del pozo a la economía. Pero un creciente número de
ciudadanos está desertando de ese bando ante las señales oficiales de
que no habrá cambios a la vista.
"No van a admitir que todo fue un error. Así que no espero mucho de
ellos. Hay que tener valor para decir eso y ya ves lo que pasó en la
URSS", dice Lorenzo V, mientras pinta con pistola un Pontiac 56. El rojo
brillante disimula una carrocería cosida a golpe de parches. Periódicos
viejos cubren los cristales y las defensas. Bien mirado es un esperpento
mecánico, un carromato de alucinación sin llantas, pero en una semana
deberá estar listo como taxi.
"Es la comida de mis chamas", sentencia con orgullo su chofer, quien a
su vez lo alquila al propietario por veinte CUCs semanales, poco menos
que el salario promedio en la isla.
Hay desencanto. La gente esperaba que la Asamblea Nacional anunciara
"medidas", sobre todo un plan para finalmente instalar la moneda única
en el corto plazo. A contrapelo, Raúl Castro pidió paciencia y marcó la
velocidad de los eventuales cambios.
"En la actualización del modelo económico cubano, cuestión en la que se
avanza con un enfoque integral, no puede haber espacio a los riesgos de
la improvisación y el apresuramiento", dijo en diciembre pasado.
Muchos se preguntan si con tal ralentización ya el nuevo gobierno llegó
al tope de posibilidades, agotando su volátil capital político desde que
en el verano de 2007 el general Castro anunciara "cambios
estructurales". Al esquivarlos, dicen, conceden la razón a Washington de
que sólo se trata de cosmética política.
En junio de 2008, el ex mayor de la inteligencia cubana y ex cónsul en
México, Pedro Riera Escalante, estimaba que "sin haberse iniciado el
proceso de reformas", ya había "comenzado la contrarreforma". Pocos lo
dudan. Es una política de tumbos dado que son modelos indeseados de
emergencia. Desde que en 1993 Fidel Castro accediera a un paquete de
reformas para sacar del atolladero al país y evitar la implosión
económica, la contrarreforma reaparece cuando se estima que la reforma
cumple su función de salvamento. Eso ocurrió en 2005.
Una vez asumido el poder formal en febrero de 2008, Raúl Castro ha
calcado la estrategia, presumiblemente por indicaciones de su hermano.
Avanzar en una tímida apertura y detenerse ante su radicalización si las
cosas lo permiten. Los expertos la tasan no como una estrategia
económica, sino política, que castra cualquier modelo desarrollista.
Es así que desactiva una serie de prohibiciones vergonzantes que no
estaban ni escritas —acceso a los hoteles, adquisición de telefonía
celular y computadoras, renta de autos— y dispuso la entrega de tierras
ociosas en usufructo —en 2007 de 6.6 millones de hectáreas, sólo 2.9
millones estaban cultivadas— para poner fin a un latifundio estatal que
obliga a importar alimentos por cerca de dos mil millones de dólares
anuales.
Además de otros decretos y leyes, como el pluriempleo limitado, el
aumento de pensiones, el fin del techo salarial, la extensión de la edad
jubilatoria y la concesión de nuevas licencias para taxistas privados,
las primeras en una década, el impulso parece ahora detenido en tanto
asegure un mínimo aceptable de funcionamiento del sistema. Tal vez sea
una reevaluación téctica en espera de mejorar el cuadro económico, pero
los pronósticos de 2010 no favorecen esa esperanza.
"Cuantas cosas haya que cambiar tenga todo el mundo la seguridad que las
vamos a cambiar'', dijo en abril de 2008 Orlando Lugo, quien representa
a los campesinos privados en la paraestatal Asocación Nacional de
Agricultores. Meras palabras. O un ardid. O una voluntad desoída. Los
conservadores, que son mayoría aplastante en la administración, saben
que están quemando expectativas populares. El propio Raúl Castro,
legitimándolas, las describe como "honestas preocupaciones" de los
ciudadanos. Pero el temor a un descarrilamiento del sistema paraliza
cualquier iniciativa estratégica. De algún modo, el gobierno se admite
frágil y asustadizo. Pero prefiere pagar el precio del inmovilismo.
"Nadie quiere dar un paso en falso, pero el que no arriesga no gana.
Creen que están ganando tiempo, para nosotros lo están perdiendo",
sentencia L.O. "Van a dejar una papa caliente", vaticina.
L.O. es un contador jubilado que ahora emplea sus energías en el
ludonegocio. Apunta los números de la lotería —la extendida bolita— un
juego prohibido desde los sesentas y que se practica en casi todos los
barrios de La Habana con la pasión que inyecta el dinero fácil. Con una
libretita en mano recorre casa a casa. Nadie discute su aspecto
respetable, conseguido a partir de una guayabera bien planchada, unas
gafas de sol y un portafolio demodé de plástico negro.
En el exterior, los analistas regalan fiascos. En 2007 el economista
cubano Juan del Águila, de la Universidad Emory, en Atlanta,
pronosticaba, refiriéndose a la pequeña y mediana empresa en la isla,
que éstas serían permitidas debido a que "los problemas son tan
perentorios, que están forzados a esos cambios".
Dos años después, el mismo experto admitió en la XIX Conferencia Anual
de la Asociación de Estudios de la Economía Cubana, que sesionó en Miami
en julio pasado, que "no observo un camino de cambio, aún si la economía
sufre una implosión".
La papa caliente | DIARIODECUBA (1 January 2010)
http://www.ddcuba.com/cuba/articulos/2010/la-papa-caliente
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