Lo sagrado es el hambre
Por matar una vaca, El Lágrimas lleva nueve años encarcelado y en
peligro cada día por conseguir un poco más de pan, unos cigarros…
Raúl Rivero, Madrid
viernes 14 de diciembre de 2007 6:00:00
Dice El Lágrimas que lo único malo de soñar con mujeres es el ruido del
candado que lo despierta. Nunca le da tiempo de besar en la boca a
ninguna. Rosa María es la peor, porque cuando ya está arriba de ella, la
tipa llama al padre y grita que hay un hombre en el cuarto. Entonces, el
que viene es Mariano, el guardia, y da con el palo en la reja y allí
está otra vez Eladio Mestril Soto, alias El Lágrimas, solo en el quinto
piso de una litera, casi pegado al techo de una galera con 39 presos.
Son ya nueve años en esa mahomía. Casi sin comida, medio desnudo, en
peligro, en la lucha por conseguir un poco más de pan, unos cigarros, un
cuchillo, aunque sea de cartón, refresco en polvo, azúcar, cualquier
cosa que le dé fuerzas para pasar el día con la espalda contra la pared
o contra la reja, porque en esa jaula gigante hay de todo y hay que
estar gato.
Dice que él se entretiene, por el día, con los tatuajes. Por las noches,
trata de soñar con las muchachas que conoció cuando estaba en la calle.
Como La Gaviota le dibujó seis lagrimones debajo de cada ojo, se ganó
ese nombrete trágico. La fama de bronquero y conflictivo se la han dado
los pleitos que le agregaron 14 años a su condena original y el letrero
que se tatuó en la frente con tinta azul: "Eladio: por si me pierdo".
Dice El Lágrimas que quería casarse y salió a matar una vaquita para
completar. La mató en una sola noche, en el potrero de una granja del
Estado. Un trabajo serio, un cuchillazo hondo y la vaca se quedó
enseguida con los ojos en la luna y la boca abierta.
Las descuartizó y la metió en unos sacos, pero fue mucho el reguero de
sangre. Al otro día la policía le tocó en la puerta. Y dice El Lágrimas
que él pensó que no habría boda en largo tiempo y que Rosa María no lo
iba a esperar, porque ya nadie espera a los presos. Cuando le echaron
12, le pidió a su hermano que vendiera la ropa de salir, el sombrero y
la cadena con la Virgen del Cobre.
Soñar es lo que me queda, dice El Lágrimas, soñar y meter miedo para que
no me maten aquí. Yo era un tipo normal, pero por esa vaca mira donde
estoy. Ni que esto fuera ese país de allá afuera, en el que dicen que
las vacas son sagradas. Aquí lo sagrado es el hambre de la gente y
cualquiera se desgracia.
Voy arriba a dormir a ver si sueño con Rosa María. A lo mejor esta noche
no le da tiempo a llamar al padre, dice El Lágrimas, y después grita
desde su quinto piso: "Aunque la muy cabrona se casó y tiene tres hijos
y a mi se me olvidó su cara".
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