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Wednesday, December 05, 2007

Cuba en transición

Cuba en transición

Supongo que en el interior de las instancias de gobierno y partidarias
cubanas hace mucho tiempo que se habla de cómo transformar el barco
salvando la mayor parte de las ganancias sociales de un régimen
mantenido bajo férreos controles políticos y policiales, y a cuyo sostén
ha contribuido tan eficazmente la extremadamente torpe política de
bloqueo estadunidense.

En un contexto de seculares y brutales injusticias sociales, sostenido
por el régimen cuasi colonialista ejercido por Estados Unidos a través
de gobiernos títeres, Cuba cambió su destino. Un largo trabajo político
previo desarrollado por el PC Cubano, especialmente entre la vasta
franja de los trabajadores cañeros, creó las condiciones en la que la
guerrilla de Fidel Castro logró derrocar un gobierno: el de Batista, que
no contaba con legitimidad ninguna.

Los cubanos optaron por un Estado totalitario –nada sería permitido
contra "la revolución"–, y en esa opción acaso ni la población ni los
nuevos héroes de la liberación tenían conciencia completa del régimen
político que estaban erigiendo. En el centro de la determinación de la
guerrilla triunfante estaba exclusivamente la justicia social; sacar de
la miseria a las grandes mayorías. Ello en unas condiciones extremas de
dificultad: las capitales huyeron junto con sus propietarios, la
actividad económica se paralizó, Estados Unidos le quitó a Cuba su cuota
azucarera, principalísima fuente de divisas. Pero el extremo
voluntarismo cubano, apoyado largamente por la URSS, puso como
inquebrantables metas alimentación, salud y educación para todos; y fue
en ello tan exitoso que en esos índices superaron con rapidez a toda
América Latina.

Dejemos a un lado las aventuras internacionalistas cubanas desplegadas
en una coyuntura en la que grandes contingentes de la sociedad del
tercer mundo creían a pie juntillas que la revolución socialista estaba
a la vuelta de la esquina. Sólo destaquemos el hecho de que el alto
costo de esas aventuras no era financiado por un excedente económico
producido por Cuba, sino por la URSS. Parte de sus éxitos en materia de
educación y salud también provenían de la misma fuente. No es difícil
entender que las grandes mayorías del tercer mundo percibieran –ilusión
de óptica– que los loables avances en materia de salud y educación y aun
de ayuda internacionalista eran producto del "sistema" cubano.

Cuando la URSS se desploma, sin remedio Cuba entra en un "periodo
especial" de carencias extremas. Más de un tercio del PIB cubano
"desapareció" de un día para otro. La isla había venido sosteniéndose en
unos pilares que no habían sido construidos en su totalidad por los
propios cubanos. Desde entonces las enseñanzas han sido durísimas y el
aprendizaje a marchas forzadas.

Aunque no fue el primer aviso, el 26 de julio pasado Raúl Castro,
mediante una retórica cubanísima, anunció que las puertas estaban
abiertas para debatir un nuevo modelo socialista. Un cambio
"estructural", dijo Raúl Castro. Y se refería no sólo al modelo
político, sino también a su modelo económico.

La centralización extrema de todas las decisiones tendrá que ser el eje
fundamental del debate y por el contrario de la transición. Salvo la
dirección central del desarrollo económico, cuyo control estatal es
indispensable, es preciso sacar la economía de la esfera política.
Descentralizar las decisiones económicas mediante la creación de las
instituciones propias del mercado es la vía para que la creatividad de
la sociedad pueda expresarse y desarrollarse. La sociedad cubana no
tiene voz en materia económica y requiere urgentemente contar con voz y
voto. En una sociedad con los altos niveles educativos de los cubanos,
esta descentralización florecerá previsiblemente a alta velocidad.

El mercado no existe por la ocurrencia de un diablo capitalista. Existe
porque los hombres se apropian de la naturaleza para transformarla en
productos, y eso lo hacen en distintos puntos y mediante distintas
tecnologías. Cada producto es una forma de apropiación y transformación
de la naturaleza para adaptarla a las cambiantes necesidades humanas.
Como unos hombres producen unas cosas y otros, otras, los productos han
de intercambiarse y esos intercambios son el mercado. Este mecanismo
social existe desde muchos siglos antes del capitalismo y vivirá muchos
después de que el capitalismo haya desaparecido.

La dirección del desarrollo puede mantenerse, si el Estado junto con los
productores más importantes toman las decisiones principales sobre los
espacios productivos a los que debe llevarse la inversión (parte
fundamental del excedente). No es lo mismo si la inversión se destina a
producir yates deportivos que si se destina a producir pitusas (así se
llaman en Cuba los jeans).

Parecería necesario abrir rápidamente el mercado agrícola con una
regulación de precios más o menos light, y después el de manufacturas,
tomando decisiones expresas y bien pensadas sobre las tecnologías que
serán utilizadas. Veríamos probablemente un acelerado relanzamiento de
la producción cubana. En tales condiciones sería de esperarse, también,
un pronto reclamo democrático. Sería indispensable descentralizar
rápidamente también las decisiones políticas.

Pero diría que lo que debe cuidarse como oro molido es conservar
consensos inteligentes sobre la planeación del desarrollo y el control
necesario de la inversión en infraestructura, comunicaciones,
plataformas tecnológicas, puertos y los sectores agrícola e industrial.
Control nacional sobre la inversión, lo han tenido Japón y Corea. En
Cuba esto se ve más fácil por la pequeña dimensión de su economía. Y la
inversión extranjera hay que llevarla donde sea útil para el desarrollo
exclusivamente. Este esquema, desde luego, escapa al liberalismo a
ultranza. Un arreglo de carácter socialdemócrata con fuerte control
sobre la inversión a efecto de alcanzar una alta tasa de crecimiento y
desarrollo.

http://www.jornada.unam.mx/2007/12/04/index.php?section=opinion&article=022a2pol

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