Nefasto, los guerreros y las larvitrampas
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - Cuba es una nación de guerreros.
Desde que un niño nace su madre tiene que librar la guerra de la
canastilla, un combate para obtener el yogur de sabores, y una refriega
diaria por la leche que puede durar hasta siete años.
¡Y ni hablar de los encarnizados conflictos para sacar de las trincheras
de los almacenes el uniforme escolar y la merienda!
Pero reconocida por todos esta formación espartana, deseo romper
hostilidades contra quienes critican las innumerables campañas que desde
diversos frentes emprende la nación, sin bajas colaterales.
Aunque no se puede negar que la economía siempre sale chamuscada, con
más agujeros que un colador, y se precisa enviarla a la terapia
intensiva de los medios de comunicación para reanimarle, su crecimiento
es tan rápido y efímero como el de la espuma.
No importa si en el plano internacional libramos una batalla de ideas
contra el imperio yanqui, o desarrollamos choques estratégicos contra la
forma de usar el sombrero los cangaceiros de Brasil, o las flechas los
zulúes de Sudáfrica, pues siempre nos quedan recursos y deseos para
continuar las batallas internas.
Como podrán notar, en los últimos años las luchas en el plano nacional
cobran mayor relevancia que las libradas victoriosamente en distintos
rincones del universo, cuando nos alimentábamos con el complejo
vitamínico de las compotas rusas.
Por eso, y no obstante la consabida e irrenunciable batalla de ideas,
seguimos en combate contra un ejército que avanza pese al campo minado
de las advertencias, los bombardeos de sanciones y los fusilamientos de
centros laborales tomados por las tropas rebeldes de las indisciplinas y
de la corrupción.
Pero es a los avances en la batalla sin tregua contra el mosquito Aedes
Aegipty, a lo que quiero referirme.
Resulta impactante el poder de convocatoria de la nación para este
frente de batalla. Es increíble el nivel de un ejército integrado por
miles de compatriotas en una división formada por compañías y pelotones
de científicos, especialistas, médicos, operarios de vectores, entre
otros soldados de la salud en su lucha por controlar física, química y
biológicamente al mosquito agresor.
No hay dudas de que la batalla será ganada a cualquier precio, según
anuncian los medios de comunicación.
Y muchos más ahora que se han colocado 68 mil larvitrampas en todo el
país para detectar la presencia del mosquito, capturarlo vivo, tomarle
una muestra de ADN y soltarlo en los pantanos y lagos de aguas albañales
y cristalinas de la nación, donde se ubican los ejecutores de la campaña.
Las larvitrampas, consistentes en porciones de gomas de autos, deben
tener en su interior agua limpia, y hay que mantenerlas en lugares bajo
techo y tranquilos, que inviten al mosquito a vacilar en su interior
para tener miles de mosquiticos, y ahí mismo agarrarlos con sogas o a
sombrerazos.
Conmovido ante la evidencia de tanto genio creativo y el fervor de un
país que también necesita de carnitrampas, techitrampas y otras trampas
para sobrevivir, con la misma devoción que las inventadas contra el
mosquito, aplaudo y me pregunto: ¿Podrá la economía de otro país
mantener una guerra de desgaste frente a un agresor, como esta campaña
cubana contra el Aedes Aegipty?
¿Se atreverán a cambiar los titulares de sus diarios y las
programaciones televisivas para sacar mil mosquitos por segundo en cada
emisión, intermedio o a tiempo completo?
¿Alguien envolvería entre tantos humos y trampas a una nación que para
demostrar la eficacia de su sistema de salud tiene criaderos de
mosquitos hasta debajo de las camas de los hospitales?
Seguro que no. Porque lo único que harían sería sanear las calles y
avenidas, reparar las viviendas, eliminar los baches y los vertederos en
cualquier esquina de la ciudad, y eso lo hace cualquiera.
Eso se los aseguro yo, Nefasto "El fumigador"
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