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Sunday, April 15, 2012

Ser solidario con Castro o ser solidario con los cubanos?

domingo, 15 de abril de 2012 - 04:00:00 MDT
Manuel Espino

¿Ser solidario con Castro o ser solidario con los cubanos?

En pocos espacios de las relaciones internacionales de México es tan
necesario hacer una tajante distinción entre los conceptos de pueblo y
régimen como al hablar de Cuba
Manuel Espino | NorteDigital

En pocos espacios de las relaciones internacionales de México es tan
necesario hacer una tajante distinción entre los conceptos de pueblo y
régimen como al hablar de Cuba.

Por un lado, tenemos que entre nuestros pueblos existe una amistad como
entre muy pocos del mundo. Los lazos de solidaridad, mutua admiración y
concordancia en lo cultural, se extienden a lo largo de una rica
historia de encuentros profundamente humanos.

No obstante, para cualquier demócrata es imposible extender la
admiración que se profesa por los habitantes de la isla para incluir a
sus opresores. Muy por el contrario, ser genuinamente solidario con el
pueblo cubano implica ineludiblemente el rechazar al régimen que los
gobierna.

Es por ello que en el 2000, con la llegada de un gobierno humanista a
Los Pinos, se rechazó seguir en la indiferencia ante la opresión que
padecen los cubanos; esa indiferencia que, disfrazada de respeto,
durante décadas caracterizó la relación bilateral. La alternancia
provocó que la diplomacia mexicana asumiera un compromiso público,
denodado y valiente por no cerrar los ojos ante la dictadura castrista.

Este esfuerzo se expresó en diversas acciones, siendo la más clara,
votar en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a favor
de que Cuba aceptara que un relator investigara presuntas violaciones a
los derechos humanos. Fidel Castro reaccionó airadamente, hablando de un
México humillado por Washington con su habitual retórica incendiaria. La
verdad es que tan sólo se trataba de hacer una investigación que
cualquier régimen transparente podría aceptar sin titubeos.

Este voto mexicano, aunado al ya famoso desencuentro Fox-Castro, provocó
que se fueran tensando las relaciones hasta provocar que el gobierno
cubano comenzara a operar políticamente en nuestro territorio, ante lo
cual se retiró al embajador mexicano de Cuba y se solicitó que el
embajador cubano abandonara nuestro país.

Simplificando la historia, queda claro que México accionó —dentro de la
ONU, en el marco del derecho internacional— en favor de los derechos
humanos del pueblo de Cuba, lo cual en ninguna circunstancia puede ser
considerado una intromisión, mientras que el gobierno castrista sí
envió, de manera ilegal, operadores a nuestra nación.

Felipe Calderón vendría a restablecer las relaciones internacionales y
reponer los embajadores en 2007. Con su ya habitual pragmatismo,
abandonó todo esfuerzo en pro de los derechos humanos de los cubanos y
simplemente buscó evitar que otra andanada retórica de Castro le
provocara perjuicios políticos.

De poco sirvió, el más sonado intercambio en la relación México-Cuba
durante el Calderonato se dio en 2009 en plena crisis de la influenza
H1N1, cuando Fidel ordenó que se cancelaran los vuelos entre ambas
naciones y acusó al gobierno de Calderón de manipular las cifras de la
epidemia. Durante una crisis en la que nuestro país necesitaba más que
nunca de la hermandad latinoamericana, Castro aprovechó para golpear y
torcer la verdad.

Tres años después, en un acto de amnesia política, vemos a Calderón
pasear por Cuba y hacer una visita ligeramente más que turística, en la
que no se reunió con la disidencia cubana que valientemente enfrenta la
dictadura (como sí lo hizo Vicente Fox). Sólo tuvo tiempo para platicar
con integrantes del gobierno y de la Iglesia católica.

De manera sucinta, la Presidencia de la República informó como resultado
de la gira que Calderón condenó el bloqueo de los Estados Unidos a la
isla y que buscará incrementar el comercio y la cooperación. Es decir,
la visita produjo poco menos que nada. Disidencia, derechos humanos,
democracia, deuda, fueron palabras prohibidas en este paseo.

Eso mismo, menos que nada, será lo que se recuerde de las relaciones
México-Cuba durante el Calderonato, pues en este sexenio nuestra
diplomacia cerró los ojos ante una dictadura en la cual un hermano le
cede el trono a otro, jamás se celebran elecciones y no se respetan los
más elementales derechos humanos. Porque ahora se optó por dar la mano
al gobierno de Cuba, lo que implica necesariamente darle la espalda a su
pueblo.

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manuespino@hotmail.com

http://www.nortedigital.mx/article.php?id=9062

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