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Monday, September 12, 2016

Red social

Red social
Gracias al regalo recibido, el familiar de visita, llegado de Cuba,
tiene ahora una nueva pregunta: "Y entonces, ¿qué se dice en las redes?"
Alex Heny, Nueva York | 12/09/2016 12:38 pm

De tanto ir y venir, ya la familia no necesita casi nada de los enseres
básicos, mucho menos de los superfluos.
Le regalamos entonces por su cumpleaños al suegro, hombre anti
tecnología por crianza, indiferencia y simpleza, un teléfono celular: un
Blu, desbloqueado, que se dice diseñado en Miami, fabricado en China,
destinado al mercado latinoamericano, y que va a ser usado en lo
adelante para breves conversaciones entre Cuba y Nueva York.
Y resulta que, como si fuera poco el adelanto, este teléfono Blu (Bold
Like Us, dice que significa el acrónimo) es uno de estos aparatos
llamados "inteligentes".
Aún no tiene asignado un número —de eso se encargará ETECSA que, a
cambio de moderada suma, le suministrará además un miserable plan de
llamadas— pero el WiFi de nuestra casa ya le permite conectarse al mundo
virtual cuya existencia, hasta ahora, mi suegro ignoraba.
Es decir que, mucho antes de marcar su primer número en su flamante
teléfono, el suegro ya puede navegar por Internet, hacer videollamadas
por Skype, enviar/recibir mensajes, ver fotos de niños con cáncer,
manipular aplicaciones tan inútiles como entretenidas, asombrarse de
toda la irreverencia que hay más allá del NTV y el Granma. Ya inclina la
cabeza hacia la pantalla esclavizante, como hacemos todos, hacia lo que
ofrece la red: porno, noticias, deporte, política; el mundo ilustrado,
explicado, a gritos y en colores; la libertad en la palma de la mano, el
planeta bajo la yema del dedo.
Facebook también, por supuesto.
Inmediatamente después que el eficiente servicio de Amazon entregara el
paquete en nuestra casa, mi esposa inició a mi suegro en la red social.
Le creó una cuenta; le explicó, grosso modo, de qué se trataba el
asunto. "La gente en comunicación, papá", le dijo, "Gratis, rápido: ¡la
modernidá!", sonrió mientras mi suegro la miraba con velada perplejidá.
Pero, contra todo pronóstico, el hombre se apropió ágilmente de la
novedad; no en balde las redes sociales tienen diseños que apelan a la
intuición. Está el suegro, entonces, en la red, y en Facebook.
"Oye, esta gente está loca...", me dice ayer, y me muestra un video que
un sobrino ha colgado, video que evito mirar, y donde una mujer le
propina garrotazos a otra que está postrada en una silla de ruedas. "Y
ayer puso otro, mira, esta mujer, pegándole a un niño...", añade y me
mira, con expresión casi culpable, asombrado. "Esta gente está loca pa´
la pinga...", concluye, con un muy inusual exabrupto en un hombre que
destaca por su decencia.
La gente loca a la que se refiere no son solo los protagonistas de los
videos: aunque no lo diga explícitamente, aunque no lo admita en voz
alta, los locos son también sus recién adquiridos contactos virtuales:
la familia y los amigos con los que se ha tratado toda la vida y a los
que, en el mundo virtual, ahora apenas reconoce.
Son la gente de toda la vida, que de repente parece preferir el morbo,
la invocación religiosa, las cadenas de información falsa e insensata,
los desastres de todo tipo, los clichés, los chistes de mal gusto, los
memes más pedestres. "No escriben nada, solo ponen esas cosas...", se
asombra el suegro, y mira de nuevo a la pantalla, como dudando si esos
nombres que ve en el pequeño rectángulo del teléfono, nombres tan
familiares, sean realmente las personas que él conoce, y no unos impostores.
***
Mi Facebook sintético me salva de buena parte de ese fenómeno. Vamos:
puedo con total tranquilidad eliminar de mis contactos, sin que ello
represente una ruptura familiar o una amistad quebrantada, a quien
publique algo que no me agrade. Ya lo he hecho, y se siente como si se
librara uno de un estreñimiento.
Por otra parte, me doy el lujo de leer a personas interesantes, de hacer
nuevas amistades, muchas de ellas ratificadas en el mundo exterior, y
tan solo por ello valen la pena Facebook y mi duplicidad.
Facebook, que en su sugerencia explícita de aceptar o no a alguien en
nuestro entorno virtual, nos da la solución: a la familia uno no la
escoge, pero a los amigos sí. De tal manera mi suegro, y la mayoría de
las personas que conozco, están condenadas a seguir en la red social una
versión gráfica de su vida cotidiana. Yo, privilegiado, instalado en el
ser o no ser, me procuro voluntariamente un status de fantasía para que
mi vida real, la otra, no sea tan cotidiana.
***
Así es entonces que, gracias al regalo recibido, nuestro nuevo elemento
en la rutina diaria, además de tomar café recién colado a las cuatro, o
sentarnos a la sombra, en el patio, a repetirnos historias, es la
pregunta, siempre esperanzada de buenas noticias, con la que me recibe
el suegro en las tardes: "Y entonces, ¿qué se dice en las redes?".
Yo, pues le cuento; él, deslumbrado y triste, atrapado por la impericia
en la navegación digital, me muestra en su Facebook videos de
venezolanos asaltando supermercados vacíos, disidentes protestando en La
Habana, y un meme que se burla de Raúl Castro.
Nos va a extrañar el suegro cuando regrese a su vida habanera. Va a
extrañar al nieto, sus tardes en el parque, y el café de las cuatro.
También es posible que ahora, con más información, mire con otros ojos a
sus amigos y familiares que tan extraño se comportan en el mundo
virtual. Tal vez hasta intente deslumbrarlos, contándoles todas esas
historias censuradas y nunca vistas en Cuba.
Sin embargo, a fuerza de repetirlas, la indiferencia terminará por tomar
por asalto al asombro. Condenado entonces otra vez a Granma y NTV, solo
le quedará a mi suegro la nostalgia por la familia lejana, un teléfono
ciego, y una nueva carencia: la red social.

Source: Red social - Artículos - Cuba - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/red-social-326608

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