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Monday, September 12, 2016

La inercia y sus males

La inercia y sus males
La Cuba que no es, la rebelión que no existe, el acomodo diario… ¿Cuál
es la realidad que cada vez se impone más entre los cubanos que viven en
exterior?
Redacción CE, Madrid | 12/09/2016 12:36 pm

Una de las razones fundamentales para el fracaso de cualquier plan
destinado a buscar un cambio de régimen en Cuba —o al menos iniciar un
tránsito hacia la democracia— por lo general despierta la controversia
en el exilio: la falta de motivación de la población en la Isla para
quitarse de arriba a los Castro.
Cierto. El mecanismo represivo es muy fuerte y ha logrado crear un
terror que se adelanta a cualquier intento de cambio político. Pero la
frustración que ese mecanismo establece casi siempre no se canaliza en
rencor sino en espera. La situación imperante en la Isla no muestra un
futuro pero sí un escape. Y ese escape es Miami, la salida, el viaje al
extranjero o incluso una simple remesa familiar.
El exilio cubano, por otra parte, vive entre la realidad y el espejismo.
El espejismo es lo que se lee, ve y escucha en los medios, ya sea los
centros de poder del propio exilio (Miami) o en aquellos que responden a
intereses nacionales (Nueva York, Washington). Estos en muchos casos se
limitan a ofrecer una visión tergiversada, de lo que en muchos casos
desconocen quienes las escriben: una visión edulcorada o facilista de lo
que ocurre en la Isla y un anecdotario que si bien reproduce una parte
ínfima de la realidad, oculta aspectos fundamentales (las historias
repetidas de "paladares", pequeños emprendedores y cubanos sentados en
las aceras pendientes de los celulares, en los puntos WiFi), u otras
veces a cumplir una función de ensueño, con declaraciones de disidentes
que encuentran un eco, a veces forzado, en el exterior. A todo esto se
une los recuentos semanales de balseros —capturados o no por los
guardacostas estadounidenses—, quienes intentan el tránsito por la cada
vez más difícil ruta centroamericana y los deportistas que abandonan a
sus delegaciones. La otra realidad, por su parte, no llega en muchas
ocasiones a los titulares, y se circunscribe en un ámbito familiar,
doméstico: peticiones, necesidades, esperanzas tras una llamada o un
mensaje que llega del pariente en Cuba.
Lo primero que se desconoce o se pasa por alto es al cubano actual. El
mayor número, entre quienes viven en la Isla y han llegado en los
últimos años al exterior, nacieron no solo tras el 1 de enero de 1959,
sino en muchos casos en una sociedad establecida y fuertemente cimentada
por un régimen que no brinda alternativas.
Si quienes eran niños al triunfo de la revolución; o crecieron durante
el proceso de cambios institucionales que han degenerado en la Cuba
actual; padecieron un deterioro progresivo de sus libertades
individuales; una creciente carencia para la satisfacción de sus
necesidades personales y un aislamiento paulatino; y los que nacieron
posteriormente —y en particular los "hijos del Período Especial"—,
llegaron a un mundo donde lo natural era la falta, no el despojo: no
fueron perdiéndolo todo: nacieron sin nada.
De ahí que se pueda establecer pautas nacionales y momentos definitorios
que marcan generaciones y grupos, tanto en la Isla como en el exilio.
Por ejemplo, esa urgencia de libertad y anticastrismo furibundo se agota
en buena medida tras el éxodo del Mariel. Basta recorrer las discusiones
que aún hoy persisten sobre las posiciones políticas de escritores y
artistas de aquí y de allá, y encontrar muchas de los argumentos más
enconados en quienes aprovecharon la oportunidad de salida que brindó el
Mariel para desarrollar una obra en el exterior.
En el caso de quienes decidieron permanecer en Cuba o no pudieron irse,
la Primavera Negra de 2003 es el canto del cisne de una disidencia que
debe ser catalogada como tal —en cuanto al significado primordial de la
palabra, no como negación de la existencia de una oposición posterior— y
en la cual buena parte de sus miembros rondaban entre los 40 y 50 años
de edad al momento de su detención o no. Es hasta esos individuos,
hombres y mujeres —que casi constituyen un genotipo— que llega la
caracterización y el imaginario de un exilio tradicional, que
indudablemente ha ampliado sus fronteras respecto al limitado alcance de
su composición primaria.
Lo demás son casos aislados, asideros a los que se agarra ese
establishment del exilio en su afán por perpetuarse. Solo que los tiros
van por otra parte, y el cubano "recién" llegado no tiene nada que ver
con ese "hombre viejo"; el exiliado tradicional continúa su camino en
extinción y el americanocubano —nacido en Miami, porque a estas alturas
cubanoamericanos son muchos— tiene poco o nada que ver con alguno de los
dos grupos anteriores.
Queda entonces poco para la definición de un país —de un "nuevo país" o
del resurgimiento de la "Cuba de ayer"— cuando se carece de una voluntad
fundacional. Y es que si algo logró transmitir a la psique del cubano el
régimen establecido por Fidel Castro no fue un espíritu nacionalista
—como se repite tontamente hasta por periodistas internacionales que
cubren su destino escribiendo desde Cuba o sobre Cuba— sino todo lo
contrario: una mentalidad colonialista.
Solo que con una peculiaridad: colonia no para ser explotada sino para
explotar a la metrópolis de turno. En eso Castro creó un modelo digno de
un buen estudio histórico.
La dependencia del otro para la subsistencia está tan fuertemente
arraigada entre los cubanos que anula o debilita cualquier motivación
independentista. La desaparecida Unión Soviética en su momento,
Venezuela mientras dure y Miami ahora y mañana.
Lo demás se acomoda de acuerdo a las circunstancias del momento, y para
aquellos que nacieron durante el Período Especial, o pocos años antes,
es indudable que en la actualidad ellos disfrutan de mayores
posibilidades —económicas y hasta de expresión— que al momento de su
nacimiento. ¿Cuál es el motivo entonces para rebelarse?
Mencionado el espejismo —la Cuba que no es, la rebelión que no existe,
el acomodo diario— falta entonces hablar de la realidad que cada vez se
impone más entre los cubanos que viven en exterior, y especialmente en
Miami, y esta se define por un acto: el viaje a la Isla cada seis meses.
En ello también hay una inversión fabulosa. Ya no es el viaje a las
Indias ni ese ansiado a la Madre Patria, que muchos inmigrantes
españoles en Cuba soñaban realizar al menos una vez en su vida y pocos
conseguían. Ahora las cosas son más fáciles. Trabajar y dos veces al año
pasar una semana allá. Una patria para vacacionar, ver a familiares y
amigos. Razones válidas, pero que también prolongan el alarde y el
recuerdo a solo 90 millas de distancia.

Source: La inercia y sus males - Noticias - Cuba - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/noticias/la-inercia-y-sus-males-326605

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