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Friday, September 02, 2016

Las dos caras de la postal - Diario de una repatriada 3

Las dos caras de la postal - Diario de una repatriada 3
DOMINIQUE DELOY, Santiago de Cuba | 02/09/2016

Hacía muchos años que no veía a la familia de mi esposo. Por eso
viajamos a Santiago de Cuba, donde vive gran parte de ella. Al llegar,
después de 17 horas en autobús y una suspensión rota, me esperaba una
agradable sorpresa: la ciudad parecía más coqueta que hace diez años.

"Gracias a Sandy", dicen los santiagueros con el humor negro que los
caracteriza, la ciudad se ha embellecido: una nueva estación de
transportes, algunas casas alegremente pintadas, la catedral restaurada
y su ángel regodeándose en ropas doradas. Me dijeron también que Sandy
había limpiado las playas, y de hecho pudimos disfrutar de una de ellas,
una maravilla de arena blanca sin basura, como nunca la habíamos visto
antes.

También vimos –aunque esto no tiene absolutamente nada que ver con el
terrible ciclón de 2012– obras de arte decorando las calles, pinturas,
esculturas, lámparas de colores muy bonitas y, sobre todo, un paseo
marítimo que da menos ganas de llorar que antes, donde ahora se puede
pasear de verdad, ¡e incluso conectarse a internet! Además, se puede
hacer una excursión en barco por la magnífica bahía por un precio bajo,
en moneda nacional.

Cuando llegó el momento de visitar a la familia, me esperaba una amarga
decepción al encontrarme con la otra cara de la postal
Por desgracia, cuando llegó el momento de visitar a la familia, me
esperaba una amarga decepción al encontrarme con la otra cara de la
postal: todos parecían vivir en las mismas condiciones que antes, y los
jóvenes solo pensaban en escapar a otro país a cualquier precio para no
vivir como sus mayores.

Mi tía Candita, a los 59 años, arquitecta y jefe de servicio en el
Instituto de la Vivienda, sigue recibiendo el mismo salario que antes:
no llega a 18 CUC al mes. Mi sobrina Glaydis tuvo una gran promoción:
ahora es la gerente de una dulcería muy famosa en la ciudad, donde
trabaja siete días a la semana por 13 CUC mensuales. ¡Y tiene suerte,
porque puede traer pasteles a casa, pagándolos por supuesto! Mi primo
Juan, que también terminó estudios superiores, es jefe en una gran
empresa de muebles. Tiene 53 años y ha trabajado allí desde siempre: es
el más afortunado de todos estos profesionales, pues gana 20 CUC al mes.

Me quedé pensativa y a mi regreso a La Habana, me fui al supermercado
cerca de mi casa para anotar algunos precios, porque a veces mis amigos
franceses no me creen. ¿Cómo se puede vivir con salarios diez veces más
bajos que los de los países africanos? ¿Quizá los precios de los
productos de primera necesidad han bajado de manera significativa? ¡Qué
va! Son tan altos o más que en Francia. No hay que ser un gran
matemático para darse cuenta de que Glaydis no puede más que adquirir en
un mes, por ejemplo, una libra de queso, dos litros de jugo de piña y un
pomo de detergente.

A veces siento que aquí todos están castigados. Pero, ¿qué hicieron?

Source: Las dos caras de la postal - Diario de una repatriada 3 -
http://www.14ymedio.com/blogs/cajon_de_sastre/caras-postal-Diario-repatriada_7_2062663715.html

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