Un oficio del siglo XXI
Los anticastristas perdedores de ayer hacían al menos la guerra contra 
Castro, pero los anticastristas perdidos de hoy hacen nada más que 
performances
Arnaldo M. Fernández, Broward | 31/08/2016 12:44 pm
Hace cinco años, el fantasma de Max Weber recorrió este sitio sin 
extraviarse en sonseras y aclaró la diferencia entre vivir de y para la 
política, tal como Weber había indicado en su ensayo Politik als Beruf 
(1919), esto es: política como oficio.
Al parecer el establishment de la oposición en Cuba concibe la política 
cual oficio que, además de la condición laboral de peligrosidad por 
causa de la represión, incluye la remuneración a través de "la ayuda" y 
los premios del exterior, así como los viajes al ídem.
A este último respecto, Guillermo Fariñas enfoca el oficio como digno de 
acumular vacaciones pagadas. En la primera entrega de su serie 
antológica "De aeropuerto en aeropuerto no se hace patria", Fariñas 
puntualizó que todo opositor debe "permanecer dentro de Cuba, en la 
ejecución de los métodos de lucha no violenta, por lo menos entre diez a 
nueve meses. O sea, solo saldría al extranjero en el año de 60 a 90 
días, lo que sería esencial para lograr resultados hacia la democracia".
Raúl Rivero tocó otra clave del oficio —la antigüedad laboral— al 
ensalzar que la entonces naciente Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) 
agrupaba líderes "con más de veinte años de experiencia" ("Delfín en un 
vaso de agua", El Mundo, 28 de febrero de 2008).
Sin embargo, Weber señalaba que vivir para la política presuponía 
vocación y voluntad de poder, de las cuales carece el establishment de 
la llamada disidencia, oposición o resistencia. Ninguna de sus campañas 
—excepto Todos Marchamos— guarda relación instrumental siquiera teórica 
con la lucha por el poder.
Así, mientras los líderes agrupados en UNPACU acumulaban casi otra 
década más de experiencia, pero sin haberse propuesto ejercer seriamente 
el oficio en el único reducto que dejó disponible el castrismo 
triunfante en la guerra: las elecciones, el castrismo triunfó también en 
la paz, al restablecerse las relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU.
Perdedores y perdidos
Los anticastristas perdedores de ayer hacían al menos la guerra contra 
Castro, pero los anticastristas perdidos de hoy hacen nada más que 
performances o se le cruzan los cables al intentar vivir para la política.
En febrero de 2015, por ejemplo, UNPACU y otros formaron la enésima 
coalición opositora fugaz con el propósito declarado de convertir las 
elecciones municipales en "plebiscito por la libertad y la democracia". 
Solo que llamaron a no ir a votar [algo inaceptable en la guerra 
electoral] o anular la boleta o dejarla en blanco [algo aceptable ya 
solo en las elecciones generales], sin planear la única jugada racional 
en aquel contexto: proponer opositores a granel en las asambleas 
populares de nominación de candidatos.
Desde luego que la contra-inteligencia del anticastrismo perdido se 
contenta con tachar de inconsistentes a quienes advierten estos y otros 
errores en la planificación y conducción de la guerra electoral. Así 
perpetúan la pérdida hasta de sentido común que entraña hilvanar 
propuestas de leyes, plebiscitos y demás disparates de "la resistencia" 
como "proyectos políticos emergentes en Cuba".
Ser y tiempo políticos
El anticastrismo tiene sentido ya solo como algo que debe ser y también 
puede hacerse efectivo en determinado tiempo, que no puede medirse con 
la vara larguísima de la historia. En política, el tiempo se mide con la 
vara corta de la urgencia. Por eso hasta las acciones vividoras de la 
política se presentan cual si fueran para la política, como aquel 
"Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible" del 1ro de agosto de 
2012. Sin servir de antemano para nada, consiguió tan solo desprestigiar 
la noción misma de urgencia.
Para la oposición perdida, el tiempo no parecer transcurrir siquiera 
linealmente, como sucede con el resto de los mortales, sino de manera 
cíclica. Una y otra vez se repite la misma cantaleta del plebiscito, que 
data de 1988, y otros sonsonetes que nunca llegaron a nada, como ahora 
la huelga de hambre.
Aquella de Fariñas en 2010 no servía de ningún modo para lograr el 
objetivo declarado de que los cubanos tuvieran acceso a Internet. Así y 
todo, Fariñas recicló ahora dizque una "huelga de hambre y sed" para 
exigir cositas más picantes. Si aún no sabe que la huelga de hambre no 
sirve para que el Estado dictatorial ceda en el poder, su crasa 
ignorancia certifica su invalidez política; si lo sabe, entonces no 
queda otra cosa que pensar: como aquella de 2010 allanó el camino hacia 
el Premio Sajarov, esta en 2016 serviría al menos para continuar 
viviendo de la política como oficio especializado en huelgas de hambre 
y/o sed.
Al enterarse del cuarto desmayo el sábado pasado, Martha Beatriz Roque 
cerró su correo electrónico de aviso así: "No se puede dejar morir a 
Fariñas". Ya el personal médico del gobierno se encargó de reanimarlo, a 
tal punto que Fariñas habló largo y tendido con el diplomático 
estadounidense Scott Hamilton, pero como Fariñas no ha escarmentado en 
carne propia, quizás podría hacerlo en cabeza ajena si algún opositor 
con dos dedos de frente le contara qué pasó con Irom Sharmila.
Esta activista india principió una huelga de hambre el 5 de noviembre de 
2000 para exigir el cese de la represión en el estado de Manipur. Por 
orden judicial estuvo confinada en hospital —con alimentación forzada a 
través de sonda— hasta el 9 de agosto pasado, en que por fin declaró: 
"He estado ayunando los últimos 16 años. No me ha servido de nada. Hoy 
pongo fin a mi ayuno. Quiero probar una campaña diferente. Me presentaré 
como candidata en las próximas elecciones estatales".
Coda
A diferencia de Sharmila, Fariñas no tiene mínimo apoyo ni siquiera para 
ser nominado candidato en asamblea popular de electores de La Chirusa, 
su barrio de residencia. Para no dejarlo morir habría que hacerle 
comprender también que su Frente Antitotalitario Unido (FANTU) tiene 
apenas unos cuantos miembros más que las siglas y que solo el desespero 
y el embullo dan el barniz weberiano de vivir para la política a oficios 
que solo entrañan vivir de ella.
Source: Un oficio del siglo XXI - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro - 
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/un-oficio-del-siglo-xxi-326460
 
 
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