La sucia tradición de los Chanel
mayo 31, 2016 2:43 pm por Julio M Shiling
Miami, USA, Julio Shiling, (PD) "Westminster" fue el nombre que la
Abwehr, la agencia de inteligencia militar de Alemania nazi, le asignó a
Gabrielle Bonheur 'Coco' Chanel. Su número de agente fue F-7124, según
documentos de la dictadura nazista desclasificados en 2014 por el
Departamento de Defensa de Francia. Estos fueron engavetados como un
secreto por más de siete décadas. La apreciación de muchos
investigadores fue que la fundadora de la casa de modas multimillonaria
francesa, Chanel, estuvo bajo las órdenes del General Walter
Schellenberg jefe de la inteligencia de las SS (las Schutzstaffel
"Escuadrones de Defensa") quien fue sentenciado en los juicios de
Nuremberg, a seis años de cárcel por crímenes de guerra, tras la caída
del despotismo fascista en Europa.
¿Qué fue lo que llevó a Coco Chanel a simpatizar con los ocupantes
nazis? Hay que tomar en cuenta que los biógrafos Hal Vaughan y Henry
Gidel (entre otros), señalan que ella fue, no solo una cómplice tácita,
sino una colaboradora activa que tuvo la misión secreta de intentar
convencer a Winston Churchill (Chanel lo conocía a él y a su hijo,
Randolph, bien) para que aceptara una tregua en 1943 que la dictadura
hitleriana buscaba desesperadamente.
Hans Gunther von Dincklage, un alto oficial de la Gestapo. Para otros
investigadores, como Tilar Mazzeo y Frank Ferrand, la razón predominante
era económica.
Chanel entró en un arreglo para financiar, mercadear y distribuir una
rama de su imperio de moda, los perfumes Chanel No. 5, con los hermanos
Pierre y Paul Wertheimer en 1924. Por muchos años después intentó
recuperar todos los derechos de su marca lucrativa de perfume
infructuosamente. El hecho de que los hermanos Wertheimer eran judíos y
que la programación nazi contenía leyes antijudías donde propiedades y
empresas judías fueron confiscadas, ha convencido a muchos biógrafos que
Chanel tenía su corazón y su moralidad bien pegada a su billetera. Lo
cierto es, sin embargo, que nunca sabremos del todo, las motivaciones
para que esta exitosa modista y empresaria de alta costura se encamara
tan grotescamente con los nacional socialistas que ocupaban su país.
Chanel no estuvo sola en esa exhibición nauseabunda de sumisión y
colaboración con el nazismo. Hugo Boss, la casa de moda de lujo alemana,
formó parte de la maquinaria nazi afiliándose al Frente Alemán de
Trabajo y a la institución Bienestar Popular Nacional Socialista, ambas
entidades claves del arreglo corporativista que sirvió al Füehrer. Hugo
Ferdinan Boss, su fundador, fue miembro del Partido Nazi. Su empresa
diseñó los uniformes de las SA (Sturmabteilung) las SS (Schutzstaffel),
la Juventud Nazi y otras organizaciones de terror del partido
nacionalsocialista, utilizando, incluso, mano de obra esclava compuesta
de prisioneros de guerra.
La lista de casas de moda y artículos finos colaboracionistas es
extensa. Louis Vuitton, marroquinería de lujo francesa, operó
servilmente en el régimen de Vichy. Christian Dior, otra marca de
artículos de moda fina importante, vistieron en Francia ocupada a las
esposas y las amantes de la alta jerarquía fascista foránea.
Pudiéramos seguir ofreciendo los nombres de otras tantas empresas que
han demostrado una crónica inercia moral, a la hora de conducir sus
actividades comerciales frente a regímenes tiránicos. Es gracias a este
contexto empírico de relativismo de principios que nos ofrecen las
empresas mencionadas, que podemos mejor comprender el espectáculo
tragicómico que fue el desfile de Chanel en Cuba.
Este encuentro de contradicciones y convergencias aparentes, une la
tragedia y la comedia. Lo trágico primero. El tener un desfile de la
moda de alta costura en la Cuba de hoy y en plena vía pública, equivale
a tener un festival de comida de gourmet en Etiopía, en medio de la
hambruna.
Si Cuba fuera una democracia, sería algo simplemente de un muy mal
gusto: tanta opulencia entre tanta miseria a la luz del día.
El hecho de que rige en la Perla de las Antillas un régimen dictatorial
de dominación total, con todo lo que esto implica: la ausencia de
libertades básicas, los crímenes de Estado sistemáticos, la persecución
política, religiosa y social, etc., convierte el evento en una procesión
de fantasmas que han adornado de telas caras para encubrir el lodo
ensangrentado. Es un cataclismo deontológico de altas proporciones.
Vemos a un país manejado como un negocio particular que sus amos ponen a
la disposición del que mejor pague y en moneda dura, claro.
Lo mejor es ver al comunismo cubano prostituirse tan magnánimamente. ¡El
verdadero burdel cubano está en el poder político dictatorial! Tantos
años de movilizaciones de masas para llenar plazas, para escuchar
descargas ideológicas sobre igualitarismo, voluntarismo, moralidad
socialista, etc., todo eso para al final terminar con un show
carnavalesco para entretener al enemigo burgués, a la élite en el poder
(al final burgués también) y toda esta hazaña para poder llenar,
obligatoriamente, las arcas estatales por la incapacidad de su modelo
anacrónico subvencionar sus costos y las necesidades básicas de un pueblo.
El tener que soportar a un excéntrico como el modisto Karl Lagerfeld
pasearse por el Paseo del Prado como el nuevo rey de La Habana, era
presenciar el surrealismo en acción. Las vías públicas cerradas para
acomodar los caprichos de los que vienen de afuera y llevan una moral
esquelética, pero con la posibilidad de engrosar la imagen que quieren
proyectar y a la vez, dar beneplácito a la casta anfitrión, esa cúpula
dictatorial con sus familiares, allegados y a los cortesanos de siempre,
esos que prototípicamente representan la definición de los guatacas
tradicionales, esos que sin decoro o vergüenza se arriman a cualquiera
que esté en el poder.
Todo parecía una novela de fantasía. Un Disneylandia de ropa para los
ricos en el supuesto paraíso de los trabajadores y humildes. ¡Increíble!
De pronto el cántico de "La Internacional" pareció haber quedado
enmudecido permanentemente por la banalidad de los motores de "Fast and
furious" y la chancletería de modelos al servicio de modistas
capitalistas que venden ropa para adinerados y buscan el acomodamiento
con el poder político.
¡Qué ridículo ha quedado el socialismo! ¡Qué diría la vieja comunista
española Dolores Ibáburri, "la Pasionaria" de sus proles cubanos! La
intransigente apologista de la barbarie roja no creo que encontraría
cómico este espectáculo melodramático.
Quién mejor que la marca Chanel para prestarse para esta gesta penosa.
Tiene de sobra la experiencia y la médula para negociar con tiranos un
espacio para mercadear sus telas para el mundo libre desde una isla
comunista, pobre y explotada. Con alta probabilidad, "La Pasionaria" no
creo que aprobaría el ridículo desfile de la marca francesa en Cuba. La
empresa Chanel, sin embargo, sí ha sabido seguir la tradición indigna
que trazara su fundadora.
jmshiling@patriademarti.com; Julio M. Shiling
Source: La sucia tradición de los Chanel | Primavera Digital -
http://primaveradigital.net/la-sucia-tradicion-de-los-chanel/
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