Los cubanos no somos el fruto de accidentes antropológicos
Somos el resultado de la deformación en todo sentido, provocada por un
régimen social que decidió barrer con el pasado
martes, octubre 27, 2015 | Alberto Roteta Dorado
QUITO, Ecuador – Recién comenzaba octubre cuando apareció un artículo
con el título "Cubanos en Miami: las malas costumbres". Su autor se
pronunció contra sus semejantes con la ironía que lo caracteriza,
agrediéndoles desenfrenadamente y limitando males que aquejan al hombre
de cualquier parte del mundo –incluidos los de la civilizada Europa– a
los de la isla caribeña o aquellos que se han marchado de ella.
Indudablemente, la mayoría de los cubanos actuales no son como los
descritos por Villaverde o Carrión, que reflejaron en sus obras las
características de los cubanos de diferentes estratos sociales del siglo
diecinueve y las primeras décadas del veinte, tampoco se parecen por sus
modales y formas de actuación a aquellos que en la primera mitad del
pasado siglo se paseaban por las calles habaneras, con elegancia y
gracia, pero con respeto y dignidad.
Lo que resulta imperdonable es la idea de presentar solo los aspectos
negativos de algo que es un verdadero fenómeno de carácter social a
escala mundial, y por lo tanto, se debe considerar dentro de los temas
de la antropología social y no precisamente como un accidente
antropológico, según las palabras del autor, asumidas de una figura del
campo de la religión actual de Cuba, palabras que al ser leídas resultan
despectivas y atacantes hacia sus prójimos, amén del error conceptual
ante lo accidental, desde el punto de vista antropológico.
Antes de dar opiniones o redactar un texto, primero hemos de
cuestionarnos si realmente sabemos sobre el tema a tratar. Desde los
tiempos de Morgan y Spencer hasta las actuales investigaciones étnicas,
folclóricas y socioculturales de manera general, la antropología se ha
desarrollado y logrado su esplendor y merece respetarse como ciencia
social. No es admisible que se asocien opiniones superficiales de un
clérigo o un redactor a esta ciencia.
El concepto de que "todos somos iguales", impuesto desde los tiempos
iniciales de la revolución cubana, el ataque a los educadores de esta
primera etapa, los que fueron gradualmente sustituidos por el "hombre
nuevo" que predicara el mítico argentino, la eliminación de la educación
religiosa del sistema de enseñanza, así como el hecho de destacar con
supremacía todo lo que procediera de las masas, de lo popular, devenido
a posteriori en verdadero populismo, han sido las principales causas del
fenómeno "estereotipo del cubano".
No se trata de un rechazo hacia "toda cultura alimentaria que no tenga
entre sus principales platos el potaje, el bistec de puerco, la pizza y
los espaguetis", como ha dicho el autor del artículo. En primer lugar
esto es una preferencia y no es correcta la utilización de los términos
"cultura alimentaria". Las tradiciones de los pueblos se llevan hacia
otros lugares y se siguen practicando por un conglomerado de hombres que
comparten elementos comunes. No solo se traen dichas tradiciones, sino
que se insertan y se mezclan con las de otros pueblos. Es necesario
detenerse en los conceptos contemporáneos de comunidad y de
transculturación.
Cuando cualquier extranjero visita o se establece en otro país sigue con
sus costumbres, aunque adopte otras inherentes a su nuevo lugar de
hábitat, esto es algo generalizado, no hay que ser cubanos, aunque
cuando se pretende atacarles solo vemos su lado oscuro. Para los cubanos
resulta más agradable comer frijoles negros y carne de cerdo que
mezclarse con ciertas recetas del arte culinario, que incluyen el cuero,
la guatita, el mote con chicharrón, las fritadas, los cayos, las patas
de pollos y hasta los intestinos de vacunos.
De los modales y el comportamiento en la mesa, si bien es cierta la poca
habilidad para el manejo de cubiertos y el desconocimiento acerca de su
utilización según la circunstancia, no es algo exclusivo de los cubanos
actuales. En ciertos países de Suramérica parecen constructores, que con
palas en ambas manos embisten sus mezclas. El cuchillo se queda en la
mano derecha, cediendo su función de cortar a la de empujar los
alimentos. La forma de emplear el tenedor resulta indescriptible por
estos medios, lo ideal sería un video. Estos constructores no son
cubanos, pudieran ser de Macondo, y no solo utilizan de forma incorrecta
sus cubiertos, sino que carecen de esa cultura alimentaria a la que se
hace referencia.
Por ciertos lugares solo se piensa –lo poco que se piensa– en comer, y
se come mal. No se tiene idea del orden de las cosas al servir. Si de
cultura alimentaria se trata, esto es un fenómeno de carácter mundial y
los cubanos no tienen por qué cargar también con esta cruz. Téngase
presente el alto índice de obesidad y sobrepeso asociado a trastornos
del colesterol y triglicéridos y a enfermedad hepática grasa en Estados
Unidos y muchos países de Latinoamérica, pero quienes lo padecen
prefieren gastar en sus Omegas y Hepalive antes de cuestionarse si su
alimentación es adecuada.
Respecto al vestir, nos hemos caracterizado siempre por la elegancia y
la preocupación por nuestra imagen. A pesar de las carencias materiales
y del poco acceso a la información, lo que limita aspectos de la moda y
sus tendencias, los cubanos nos distinguimos por el buen gusto, lo que
va unido a la imagen corporal, por cuanto, el cuerpo es motivo de
cuidado, a diferencia de los de Macondo con sus panzas, su baja talla y
hasta su caminar descuidado. Si hay algunos que, de forma extravagante,
se han decidido por ciertas formas y estilos, tal vez influenciados por
ciertos patrones pseudoartísticos de baja categoría, esto no ha de ser
motivo para generalizarlo y agregar más males a los que ya tenemos los
cubanos.
Por Macondo y sus cercanías también se grita, se gesticula
exageradamente, se emplean frases y palabras incorrectas. Las
adulteraciones del lenguaje son un fenómeno de carácter universal, pero
si los que quieren atacar a los cubanos prefieren verlo como algo
regional, parecerá que los términos y dicharachos de ciertos cubanos son
cosas exclusivas de ellos. El autor ha utilizado la frase: "mientras el
palo va y viene, no nos queda otra", (…) que dicha por un cubano en su
cotidianidad no es de las peores, pero en un artículo periodístico es
irreverente. Si desde estos medios utilizamos cosas así, no estamos
contribuyendo a hacer algo por rescatar esos buenos modales y cosas del
lenguaje que, sin duda, existen, pero no son una generalidad.
No somos "genuinos frutos de un accidente antropológico", somos el
resultado de la deformación en todo sentido, provocada por un régimen
social que decidió barrer con el pasado y se llevó sus tradiciones, su
cultura, sus hábitos, sus normas y sus costumbres. El "hombre nuevo" que
proponía el naciente sistema surgía del populismo, crecía en el
populismo y ha de morir en el populismo. Sepultar a ese "hombre nuevo"
es misión de aquellos que educamos, no solo desde las aulas y cátedras,
sino desde la palabra escrita o dicha y esto no lo lograremos con las
críticas desenfrenadas y despectivas hacia aquellos, que no son los
responsables del fenómeno social, sino su consecuencia.
Source: Los cubanos no somos el fruto de accidentes antropológicos |
Cubanet -
https://www.cubanet.org/colaboradores/los-cubanos-no-somos-el-fruto-de-accidentes-antropologicos/
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