Que los americanos puedan viajar a Cuba: ¿derecho o privilegio?
De nuevo la polémica toma fuerza
Eugenio Yáñez, Miami | 25/06/2015 2:08 pm
Surge de nuevo la polémica sobre el tema de los viajes de los americanos
a Cuba. Lo siento por los antiimperialistas, pero yo no utilizo la
palabra "gringos", que me suena despectiva, y solamente digo Yankees
refiriéndome al equipo de beisbol de New York.
El detonante más reciente sobre el tema ha sido un reciente editorial
dominical de The New York Times. Como mismo sucedió cuando se preparaban
condiciones para los anuncios de diciembre 17 de 2014 sobre el
restablecimiento de relaciones entre el régimen y Estados Unidos, no
sería sorprendente que se estuviera "cocinando" alguna ampliación
significativa de las categorías de americanos que pudieran recibir
permisos para viajar a la Isla, mediante algún tipo de Orden Ejecutiva
presidencial, porque el levantamiento definitivo de la veda es potestad
del Congreso.
El razonamiento editorial del New York Times es muy sencillo. Veámoslo
en las propias palabras del periódico: "Concedido, Jartum, Teherán,
Damasco y Pyongyang no son muy populares destinos turísticos. Pero son
lugares que los estadounidenses pueden visitar sin violar la ley
federal. Sin embargo, viajar a Cuba por turismo sigue estando prohibido.
Llegar allí por fines permitidos sigue siendo innecesariamente difícil y
costoso".
El razonamiento contra las ideas del editorial también es sencillo, y se
ha repetido durante décadas sin cambiarle ni una coma: las leyes del
embargo, que son potestad del Congreso de Estados Unidos, prohíben
viajes turísticos a Cuba, porque los viajes turísticos sin necesidad de
permisos harían entrar muchos dólares a las arcas de la dictadura en La
Habana.
Con esos criterios, habría que pensar que el turismo a Sudán, Irán,
Siria o Corea del Norte es ascético o anacorético; parece que no
posibilita que entren dólares en las arcas de países patrocinadores del
terrorismo o chantajistas nucleares. Y que lo mismo debe suceder
haciendo turismo en dictaduras como China, Vietnam, Arabia Saudita o
Belarús.
Las acciones reales de muchos americanos, que pueden calificarse de
pragmáticas, aunque sería mejor llamarlas hipócritas o de doble moral
—que aquí también existe— se comprueban en el sustantivo incremento del
turismo americano a la Isla durante 2015, y se basan en fundamentos muy
sencillos. No necesariamente tan difíciles como sugiere The New York
Times. Y ya no es necesario viajar a la Isla por terceros países, con
visas que el régimen no estampaba en el pasaporte.
En base a los requisitos de una de las doce categorías autorizadas por
Washington actualmente, basta declarar que se desea conocer, por
ejemplo, ritos de religiones sincréticas, aprender a bailar salsa, hacer
un reportaje sobre los "almendrones", o estudiar los misterios del
"equilibrio milagroso" de las edificaciones de cubanos de a pie que no
son para mostrar a turistas, y se obtiene el permiso. Lo que no impide,
durante ese mismo periplo, disfrutar mojitos, andar La Habana, negociar
jineteras individuales o grupales, retratarse frente al Capitolio o la
Plaza de la Revolución, comprar tabacos y ron, y cenar en La Bodeguita
del Medio, el Floridita o cualquier paladar.
De manera que en EEUU estamos frente a una alternativa existencial:
respetar el derecho constitucional de los americanos a viajar a
cualquier parte del mundo cuando y como lo deseen, o mantener una
prohibición de más de medio siglo para impedir que los Castro reciban
dólares procedentes de los turistas de EEUU, argumento que no se aplica
contra las arcas de Kim Jong-Un, Bashir al Asad, los ayatolas iraníes o
los genocidas sudaneses, ni contra los dictadores chinos, vietnamitas,
saudíes o bielorrusos.
Ese es un problema que debemos resolver nosotros mismos, sin mítines de
repudio ni marchas del pueblo combatiente, pacífica y cívicamente, en
democracia, sin necesidad de "orientaciones" del partido, organizaciones
de masas o "instancias correspondientes". Una decisión que depende de
nosotros mismos.
Muy diferente al drama de los cubanos en la Isla: podrán viajar
solamente si al gobierno le parece apropiado. De lo contrario no salen
del país, por cualquier argucia legal en las normas establecidas en 2013
que relajaron las leyes migratorias castristas impuestas desde 1959.
Además, como en todas partes, los cubanos dentro de Cuba tendrán que
agenciarse el dinero para tramitar el pasaporte (uno de los más caros
del mundo), pagar el pasaje, y solicitar la visa, que muchos países no
otorgan si consideran que hay riesgo de que el viajero no regrese al
paraíso socialista próspero y sustentable que construyen los hermanos
Castro y sus compinches.
Dos conflictos muy diferentes y contradictorios: en EEUU debatimos si
viajar a Cuba resulta ejercer un derecho o disfrutar un privilegio. En
Cuba no se puede debatir ni cuestionar a los dueños de las mieles del
poder sobre ningún asunto. Y viajar será considerado, siempre,
privilegio que gentil y benevolentemente otorga la dictadura a quienes
se porten bien.
Para los hermanos Castro, los cubanos no son seres humanos con derechos,
sino "masa" maleable que necesita ser educada y dirigida por la
"vanguardia", el partido comunista, y ellos mismos. Eso es falso,
naturalmente, pero lo hacen para mantenerse en el poder.
A eso le llaman democracia socialista.
Source: Que los americanos puedan viajar a Cuba: ¿derecho o privilegio?
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